EL ZANCUDO | LOS “PINTOS” DEBERÍAN SER ETERNOS

Arturo Soto Munguia

Puede que se llame “Pinto” o puede que no se llame de ningún modo. Quizá vino con alguien o quizá solo, que es lo más probable como se deducirá al final de esta historia.

“El Pinto”, así lo vamos a llamar, está ahí, sobre la duela de la cancha de basquetbol que es a la vez un foro techado para la realización de múltiples actividades comunitarias, desde las deportivas y culturales hasta las gubernamentales y políticas.

Hablamos del parque “El Represo”, construido apenas en 2019 con 58 millones de pesos aplicados por Sedatu en un escarpado barrio de Nogales, Sonora, donde hablar de barrios escarpados es casi un pleonasmo porque las necesidades de crecimiento y desarrollo urbano mandaron a sus habitantes, desde el siglo pasado a redefinir la vocación de los cerros y habilitarlos como espacios de ocupación habitacional y a partir de allí, de todas sus necesidades: tiendas y changarros, refaccionarias, mercerías, talleres varios; supermercados y tianguis, pescaderías y dicen, que hasta ‘tiraderos’ de drogas.

El parque “El Represo” está rodeado de colonias y barrios que en su nombre llevan lo que parece ser su destino manifiesto. El no tan famoso cuanto clasista ‘código postal’ para determinar el estatus social: Solidaridad, Colosio, Rastro I, Rastro II, Flores Magón…

Pero no se sorprenda, urbanística lectora, arquitectónico lector. Este parque ganó el reconocimiento internacional Mies Crown Hall Americas Prize Emerge en 2022, como la obra mejor construida en el continente entre el 2018 y el 2021 y, de acuerdo con Sandra Barclay, presidenta del jurado eso fue porque se trata de “Un proyecto que resuelve problemas de infraestructura con la delicadeza y sensibilidad de una intervención arquitectónica reflexiva donde las personas están en el centro de todas las consideraciones”.

Dicho lo anterior, ubiquemos de nuevo al “Pinto”, que está ahí viendo hacia ningún lado, buscando quizás un refugio ante la inminente lluvia que ya se anticipa bajo el cielo gris oscuro de Nogales a eso de las tres de la tarde.

Ya las sillas se estaban comenzando a llenar de otros ‘sin nombre’ (diría Galeano) convocados para recibir el título de propiedad que los acredita como dueñ@s de sus propiedades. Sí, de esas casitas en las laderas de los cerros donde la pobreza se ve y se siente en cada construcción artesanal con materiales de bajo costo y cuyas callejuelas son un reto para la tracción, la suspensión y la transmisión de los automóviles no diseñados para andar por esos lares.

¿Se acuerdan que les dije que ese espacio es polifuncional? Bueno, pues ayer sirvió para que el gobernador Alfonso Durazo entregara por fin los títulos de propiedad sobre el patrimonio de cientos de nogalenses que allí llegaron, desde los barrios aledaños y se retiraran abrazando contra sus pechos el ‘fólder’ que contiene la certeza de lo poco o lo mucho está legalmente sellado para evitar futuras desazones.

No es cosa menor. Titular una propiedad cuesta mucho dinero, incluso si el valor catastral no es tan elevado como el ‘moche’ que algunos funcionarios públicos piden por agilizar los trámites.

Eso les dijo el gobernador ayer a quienes llegaron al parque “El Represo” para abrazar un fólder como se abraza la esperanza de que los hijos y nietos ya tienen alguna certeza de no ser más ‘sin nombre’. Porque por sus nombres fueron llamados uno a uno, una a una mientras la lluvia musicalizaba el evento cayendo sobre la lámina galvanizada del alto techo.

Que ya se acabó, que ya no hay moches, ni entres ni cuotas y que si los hay, denuncien, les dijo, en el último evento de una gira por Nogales y que quizá para algunos fue el menos importante. Pero allá en “El Represo” era una fiesta ver a las señoras regresar a sus casas cubriendo con lo que podían, esos papeles que por fin les dan una certeza a la incertidumbre de décadas sobre su poco o mucho patrimonio.

“El Pinto” siguió ahí, viendo hacia ninguna parte. Escuchó todos los discursos de todos los funcionarios y hasta de algún beneficiario. Y cuando todos se fueron, él también se fue, con sus orejas gachas y se colocó en algún lugar donde le cayera toda la lluvia, para ver con sus ojos impasibles cómo se fueron todos y él se quedó ahí, despeinado y triste, acaso esperando un nuevo programa social justiciero para quienes sirven de escenografía y parafernalia, como él, que quizá se llame “Pinto” o quizá de ninguna forma. Quizá nomás sea otro sin nombre.

II

Sin nombre es el señor que increpó al gobernador en el evento donde volaban por encima de las carpas miles y miles de pesos. No miles, millones. Más de 600 que vendrán a resolver un problema añejo en Nogales. El embodedamiento, conducción pluvial, la modernización de la Avenida Tecnológico, una rúa que año tras año, en tiempo de aguas, se lleva todo en su embravecido paso. Incluso vidas humanas.

Hace 20, 30 o no sé cuántos años se había prometido resolver este problema que no solo colapsa Nogales, sino que lo enluta. Hay muertos cada temporada.

Ya no más. El gobierno del estado aplicará más de 600 millones de pesos para resolver un problema con el que la ciudad de Nogales se desquicia cada año.

Ciertamente, el alcalde Juan Francisco Gim andaba ‘brincando en una pata’ de contento. Bajo su administración habrá un antes y un después en Nogales. Si a eso se suman las obras en la Avenida Ruiz Cortínez, la inversión rebasa los 700 millones de pesos. Hay motivos para festejar.

Pero Nogales, ciudad compleja como pocas al fin y al cabo, aporta su dosis de contraste. El discurso del gobernador es interrumpido por un señor, también sin nombre. Humildemente vestido y fieramente alterado. Se queja de que en el IMSS no atienden a su hija, que está internada por una enfermedad grave.

Le arrebata la palabra al gobernador y grita que él también es obradorista, pero que está muy enojado porque después de apoyar a López Obrador se dio cuenta de que todos son los mismos.

Es un momento climático. El gobernador aguanta a pie firme. El personal de ayudantía se acerca al señor que, visiblemente alterado se deja conducir a donde seguramente alguien canalizará su caso.

Alfonso Durazo guarda silencio mientras el señor grita. Reconoce que se ha fallado en algunos temas. Que no somos perfectos, dice, pero que “tampoco somos iguales” a que quienes les antecedieron en el gobierno.

Eso pasó y se tiene que consignar.

III

Un par de horas antes, la fiesta. El gobernador entregó mil 550 becas para estudiantes en lo que se sigue significando como uno de los programas señeros de su gobierno. Es la oportunidad para que Alfonso Durazo reitere las penurias de su pasado como sierreño que no tenía en Bavispe más oportunidad que la de ser un buen sembrador de papas.

Y rememorar a sus padres, que lo impelieron a salir del pueblo para buscar nuevos horizontes, camino en el que, a fuerza de entrega y a punta de chingadazos (esto no lo dijo él, pero cuando alude a que está dispuesto a ‘dejar los pelos en el cerco’, se infiere), llegó a ser gobernador.

Emotivo encuentro con estudiantes a quienes entregó becas que nada más en Nogales suman casi 8 millones de pesos, beneficiando a estudiantes de educación básica hasta superior.

IV

La gira fue versátil. Abarcó una visita a la planta maquiladora Becton Dickinson, donde acompañado de la secretaria de Economía y el director en Nogales de esa empresa, Ricardo Netzahualcóyotl anunciaron la ampliación de esa nave industrial con una inversión de 43 millones de dólares, lo que generará más de mil empleos directos e indirectos.

Desde luego, la banda reporteril le cayó a la secretaria de Economía, Margarita Vélez de la Rocha para preguntarle sobre la inversión de 80 millones de dólares que la empresa De Luna Lithium decidió llevar al centro del país, por supuestas demoras en los trámites.

Con aplomo, Margarita zanjó la discusión aduciendo que “nunca se ha ido lo que no ha llegado”, aludiendo con ello a que tal empresa jamás presentó un proyecto serio sobre esa inversión.

Le pregunté que si todo eso podría tratarse de grillas palaciegas, normalemnte conocidas como ‘fuego amigo’, y Margarita nomás sonrió y se fue, porque ya estaba llegando el gobernador al evento.

V

Gira intensa la de ayer para quienes cubrimos la fuente, pero más intensa para quienes cubren muchos otros frentes. Como el mismo gobernador, que debe multiplicarse entre las labores de gobernabilidad interna que no son poca cosa, considerando los eventos de Cajeme, y los codazos que se andan dando otros en el contexto de la sucesión presidencial, porque como todos saben, el gobernador de Sonora es a la vez es máximo dirigente del partido en el gobierno y, a como están los codazos, tampoco es poca cosa.

Algún día les platicaré del trayecto Hermosillo-Nogales en el que nos detuvieron tres veces: una en el retén militar de Querobabi, otra en un retén de la Federal Ministerial y otra en un retén del Instituto Nacional de Migración.

Admito que Sergio Pacillas, el Mago Armas y otros colegos y colegas tienen cara de Mara Salvatrucha, pero que una ‘soldada’ me pida el celular para comprobar que no tomé una foto del retén, sino una selfie para lograr la panorámica rumbo al norte es imperdonable. Bueno, no tanto si la ‘soldada’ en cuestión estaba (debe seguir estando) muy requeteguapa.

VI

Concluyo con “El Pinto”, personaje central que ilustra esta crónica y que no sé dónde quedó. Pero con esa mirada ya no sé si es beneficiario de una beca, vecino de una calle modernizada, maquilador 24/7 o un habitante de “El Represo”, obra que presume premios internacionales mientras “El Pinto” quizá siga ahí, con las orejas gachas y mojándose bajo la lluvia nogalense del verano, sin expectativa de, al menos, una beca.