por Víctor Fausto Silva D.
“Estuvo mejor el eclipse que el debate”, me dijo un amigo, y ni modo de regatearle la razón, porque el encuentro de los candidatos presidenciales no se movió de lo esperado.
En un símil boxístico, podría decirse que Xóchitl Gálvez entró a fajarse a sabanazo limpio, mientras Claudia Sheinbaum se dedicó a cuidarse la quijada y a quebrar la cintura para aguantar sus embestidas.
¿Jorge Álvarez Maynez? Seguramente se recordará más aquél video de su guarapeta en el palco de un estadio que su intervención en el encuentro, donde veladamente terminó cargándose a favor de la Sheinbaum, pero nada como para escribir a casa.
La hidalguense hizo lo suyo como corresponde a un adversario al que le urge crecer, machacando tanto las pifias del gobierno federal como las de Claudia Sheinbaum, que indirectamente termina por apechugar un bombardeo que en justicia merecería recibir López Obrador, sólo que éste mece la cuna desde lo oscurito, amén de que con su cubierta de teflón reforzado ya todo le vale cuete, seguro de que su “delfina” va en caballo de hacienda para sucederlo.
“Al diablo con sus debates”, podría decir el tabasqueño, mientras como esquinero de la Sheinbaum mantiene la estrategia de administrar la ventaja y no arriesgarla innecesariamente.
Por eso la morenista no cayó en el plan de pelea cuerpo a cuerpo de Xóchitl, y salvo en muy contadas ocasiones entró al intercambio. Lo demás, como los estilistas en el boxeo, fue bailotear sobre el ring, soltando uno que otro jab –más para evitar algún arrimón peligroso que para decidir el pleito- y cabecear, por aquello de un descontón.
¿Qué el debate fue más de lo mismo, especialmente por un formato acartonado y arcaico?
Seguramente no coincidirán en ello los partidarios de una y otra –porque el chiste es declararse ganadores-, pero así lo fue para muchos, primero porque si bien Xóchtil Gálvez se vio entrona, tampoco dijo nada que no haya trascendido ante el grueso del público, especialmente en cuanto a los sonados casos de corrupción que se siguen acumulando en el día a día, o sobre la inseguridad que tiene bañado en sangre al país.
En todo caso, la candidata opositora está en lo suyo, picando piedra para tratar de permear entre la masa de indecisos, ubicados más-menos en un 18 por ciento, que si de última hora se animan a sufragar pueden inclinar definitiva y hasta dramáticamente la balanza.
Vaya usted a saber si se dé así, porque hace bueeeen rato que el grueso de los mexicanos se dedica al deporte nacional de despotricar en corto y ahora a través de las redes sociales, pero a la hora de la hora deciden quedarse cómodamente tirados en una hamaca, pero ¡eso sí!, prestos para vociferar después que hubo “chanchullo” y que a Chuchita la bolsearon.
En el caso de Claudia Sheinbaum, tampoco es criticable que asuma una postura de “cuide”, porque en honor a la verdad, todas las encuestas siguen poniéndola a la cabeza, y aunque algunas de plano no se miden dándole delanteras tan estratosféricas como inverosímiles, todavía no se conoce alguna que por lo menos le dé empate a Xóchtil Gálvez, ya no digamos ventaja.
Que la situación cambie en lo que queda de la campaña es otra cosa –tampoco descartable, por supuesto- pero aquí y ahora la candidata oficialista no está como para arriesgarse y seguramente sus asesores, empezando por López Obrador, la tienen debidamente aconsejada sobre la importancia de mantener el trote y evitar tropezones que permitan a su adversaria acercarse o incluso rebasar.
En cambio, en el cuartel de la alianza PRI-PAN-PRD seguramente tendrán que quemar neuronas buscando cómo catapultar a la hidalguense desde las diferentes regiones involucrando a las fórmulas locales y forzándolas a que metan el acelerador, porque francamente las campañas lucen aburridas, amorcilladas.
Y es que salvo por la de Manlio Fabio Beltrones y las expectativas que genera la reaparición por su presunto ajuste de cuentas con el gobernador Alfonso Durazo –que lo ha culpado de cuanto mal aqueja a Sonora-, los demás lucen bastante descoloridos, si no es que insípidos.
Hasta eso que por el lado oficialista tampoco hacen malos quesos, confiados quizás en que les bastará sólo con el peso de la marca guinda, pero por ejemplo, en el pleito por la senaduría, se oye más el ruido de la protagónica Célida López –madrazos y exabruptos incluídos- que la fórmula titular de Lorenia Valles por Morena.
Por supuesto, falta que entren al ruedo los candidatos a las alcaldías y las diputaciones locales como para meterle presión a las campañas, pero tampoco pueden esperarse milagros, porque en uno y otro bando hay cada impresentable que para qué les cuento.
El asunto es que a nivel de contienda presidencial, ambos bandos tendrán que acelerar para acuerpar a sus respectivas abanderadas, especialmente a Xóchitl Gálvez si quieren hacerla repuntar desde lo local, porque hasta ahora, salvo esporádicas menciones, parece que les preocupa más amarrar las posiciones propias que “venderla” como la candidata capaz de arrebatarle a Morena la presidencia de la república.
Y en cuanto a Morena, tendrán que ir sopesando seriamente el riesgo de que del plato a la boca se les caiga la sopa en lo local, porque también sacaron cada carta que parecen “a modo” para ceder posiciones, como María Dolores del Río en Hermosillo, Javier Lamarque Cano en Cajeme o “El Cubano” Mier en Caborca, dos alcaldes nefastos e ineptos que todavía buscan repetir.
Que Dios agarre confesados a los cajemenses y a los caborquenses…
Por lo pronto, a esperar el segundo round en los debates, que históricamente, tampoco han demostrado que sirvan para dar volteretas al marcador, aunque en algo le ponen sabor al caldo.