Por Víctor Fausto Silva D.
¿Recuerda usted cuántas veces ha dicho López Obrador que una vez entregada la presidencia se retirará, se jubilará de la política y ni siquiera saldrá de su finca “La Chingada”, donde se dedicará a escuchar plácidamente el canto de los pájaros y “hablará con los arbolitos”?
Tendría que tener usted una memoria harto privilegiada para precisarlo, pero dejémoslo en el coloquial término de “un chorro”.
Pues bien, como en tantos otros temas y tantas ocasiones, este lunes volvió a encarnar al personaje de “La Chimoltrufia”, que como decía una cosa, decía otra, pues luego de entrevistarse con Claudia Sheinbaum, declaró que porrrrr supuesto, estará siempre a disposición de la señora Presidenta.
Imaginamos ¡claro! que para iluminarla sobre cómo hacer bien las cosas, no vaya a ser que a la señora le caiga el veinte de que puede pensar y tomar decisiones por sí misma, o lo peor, que crea haber sido votada mayoritariamente por los mexicanos, cuando –desde la óptica del mentor- las elecciones fueron en realidad un referéndum o plebiscito sobre el gobierno del tabasqueño.
Lo dijo con todas sus letras, previo al día de las votaciones.
No se hagan bolas, diría Salinas: pensar que un animal político como AMLO se retirará a pastorear chivas y cultivar florecitas es propio de ilusos.
Su objetivo de vida fue buscar el poder y cuando lo alcanzó, buscó capturarlo y concentrarlo en su totalidad, lo cual logró en buena medida avasallando al Congreso al grado de ordenarle –al fin y al cabo dueño de la verdad absoluta- “no cambiarle ni una coma” a sus iniciativas y lo intentó con la Suprema Corte…infructuosamente hasta ahora, porque ya amenazó Claudia Sheinbaum con empezar a demolerla como parte de sus primeras acciones.
Todavía no inicia el nuevo sexenio y ya se olisquea un tufillo a maximato, -alentado por él mismo, que ya no habló de total retiro-, aunque seguramente quienes idolatran a AMLO darán gracias a Dios porque ahí estará “pa’ lo que se ofrezca”, como lo estaba también Antonio López de Santa Anna, un bribón que entre retiros voluntarios y obligados, ocupó la presidencia ¡once veces! a lo largo de 23 años.
Obviamente, el astuto general no se iba a “La Chingada”, sino a su hacienda “Manga de clavo”, definida por Wikipedia como “un sitio de descanso, diversión y placer, idóneo para la intriga y la conspiración”, de donde se regresaba a ocupar la presidencia cada vez que la patria se lo exigía, porque ¡faltaba más! como él no había otro.
En contraparte, quienes conocen a Claudia Sheinbaum estarán prestos a desmentir que sea manipulable, porque desde sus tiempos de “grilla” universitaria mostró carácter e indicios de que no necesitaba bules para nadar, amén de ser mecha corta.
De esto último puede dar testimonio el gobernador Alfonso Durazo, a quien Claudia Sheinbaum le tronó el puñito sobre la mesa cuando en una asamblea de Morena se quejó de que las demás “corcholatas” le estaban jugando rudo.
Es demasiado pronto para adelantar juicios, pero algo queda claro: López Obrador pasó ya -por lo menos verbalmente- de su cacareada jubilación a la velada advertencia de que ahí estará, vigilante y ojo avizor, de que su pupila dé el ancho, claro que convenientemente iluminada por él…porque como él no hay (ni habrá) otro.
Dos indicios más dio AMLO sobre lo que viene: el primero al endosarle SU agenda de pendientes prioritarios, como si ella ignorara la realidad nacional o fuera incapaz de generar sus propias iniciativas y ajustarlas a sus tiempos y circunstancias –no a las de él, urgido de pasar a la historia-, y el anuncio de una gira por el país, acompañándola como si la apadrinara para unas elecciones que por lo demás, ya pasaron.
(Perdón: según AMLO no fueron elecciones: fue un plebiscito sobre su gobierno. Es él, siempre él).
Ya se sabía que López Obrador haría una gira de despedida –el culto a la personalidad, los reflectores y la quema de incienso son canijos- para cosechar el reconocimiento del pueblo a su obra, pero otra cosa es que la lleve de la mano como niña chiquita.
¿Por qué o para qué? ¿Para recordarle a la gente que él la llevó también de la mano toda su carrera política, hasta la presidencia? ¿Para vacunarse contra posibles ingratitudes y veladamente remarcarle -ante el “pueblo bueno y sabio” -que es su hechura, su hija putativa y por ende una extensión de sí mismo, de sus ideas, pero también de sus filias, fobias, rencores y venganzas, y de que de esa línea no debe moverse ni un milímetro?
¿No es ella la presidente electa, no él, y por lo mismo necesitada de SU tiempo y SU espacio para tomar SUS propias decisiones y ejercer el poder bajo SU estilo?
Dicen que la historia es cíclica (por eso recomiendan a los gobernantes conocerla, se supone que para no repetir errores), y no está de más recordar que en los tiempos de Lázaro Cárdenas surgió el claridoso dicho aquél de: “aquí vive el Presidente…pero el que manda vive enfrente”, en alusión a Plutarco Elías Calles, que no quiso soltar el mango del sartén.
El evidente mangoneo se acabó cuando, harto de ser ninguneado, Cárdenas exilió a Calles y a quienes se pavoneaban de integrar su gabinete alterno, y con una guillotina marca llorarás se escabechó lo mismo a gobernadores que a generales afines al sonorense, para poder asumir el mando pleno en la presidencia.
Ojo con las lecciones de la historia, pues.
Además, aunque por obligado agradecimiento o cortesía política Claudia Sheinbaum acepte inicialmente la “asesoría” de AMLO, habría qué ver por cuánto tiempo, porque a cualquiera le resultaría asfixiante saber que lo mantendrán vigilado hasta cuando vaya al baño, pues no faltará algún aprontado para informarle al “señor”, que para eso estará pendiente.
Luego de anunciar que se mantendrá en contacto con ella una vez que asuma la presidencia, López Obrador matizó su cuasi rompimiento con el claustro con un “voy a procurar no molestarla”.
Pero, fiel a su estilo ladino, ya había deslizado la idea de que no se conformará con escuchar pajaritos y abrazar arbolitos.
Claro que su vigilia será sólo “pa’lo que se ofrezca”, pues.