EL ZANCUDO | EL PRIVILEGIO DE TENER LA BACHA POR DONDE NO QUEMA…

Por Arturo Soto Munguia

Con esta más que coloquial frase, atribuida a un consuetudinario y ventajoso pasajero de los viajes cannábicos en su modalidad fumarola, se ilustra eventualmente el privilegio de quien se sabe poseedor del control situacional a partir de una posición desde la cual ejerce, sin remilgos ni cortapisas, el poder.

En el gremio de los dipsómanos de barrio que suelen reunirse en torno a un barril de cheve bien helada, es el equivalente a decir: “el que tiene la serpentina tiene el poder”.

Entiendo que ninguna de mis ascetas lectoras, de mis anacoretas lectores entienden las referencias, pero no me pidan que les explique por qué pasa esto, ya que es como los misterios en la religión católica, una cosa inaccesible a la razón y que debe ser objeto de fe, es decir, creída sin hacerla mucho de jamón.

Sirva este preámbulo un tanto nihilista para arrojar unas pinceladas sobre lo que está pasando en la política mexicana en estos días.

Por ejemplo con la reforma judicial. La inmensa mayoría de los mexicanos -sé que ustedes sí, pero yo no- no tenemos la más reputa idea de lo que en lenguaje técnico-jurídico se debate en estos momentos sobre cosas como la inimpugnabilidad de las reformas constitucionales, pero a todos nos queda muy claro que desde el inmenso poder de la presidencia de la República y su control sobre el Poder Legislativo y una parte del Poder Judicial, se está jugando a tener la bacha por donde no quema y a buen resguardo la serpentina del barril al mismo tiempo.

Y los demás se aguantan, se aclimatan o se aclichingan. Patalean, sí, pero se aclichingan.

Ocho de los once ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que no comulgan a pie juntillas con la reforma judicial propuesta por el expresidente López Obrador y a la que su sucesora está empeñada en sacar adelante tal cual, presentaron su renuncia posfechada, acaso para, atendiendo sus principios -cualesquiera que estos sean- no ser parte de lo que consideran una feroz lanzada para apropiarse del único Poder de Estado al que ‘se le movía una patita’ en términos de independencia.

Desde el Poder Ejecutivo y el Legislativo los traían a pan y monda desde hace rato para que renunciaran, y desde hace rato que el pan se acabó, así que últimamente los traían a pura monda, así que optaron por presentar dicha renuncia.

Pero como en Palacio Nacional tienen la bacha por donde no quema y la serpentina bien guardada, consideraron que no es buena idea que se vayan así y ahora, pues eso les aseguraría un retiro lleno de lujos y privilegios incompatibles con la austeridad republicana que predican y ejercen otros ministros en retiro como Olga Sánchez Cordero o Arturo Saldívar, que viven en la pobreza y entregados a la contemplación y la penitencia.

Así que el Senador Noroña y el diputado Monreal, que en eso del ascetismo son ejemplos preclaros, decidieron desde sus posiciones en las presidencias del Senado y la Cámara de Diputados, que no les aceptarían la renuncia, porque pues tampoco se trata de que vayan a hacer lo que les dé la gana.

Claro, detrás de todo este pasaje hay un intenso debate técnico-jurídico en el que están inmersos los más duchos constitucionalistas del país y en el que somos neófitos la mayoría de los mexicanos (ustedes no, yo sí), pero lo que muchos sí entendemos es que la nueva configuración política del país, la que se mandató en las urnas y la que se ganó a la más vieja usanza priista de la cooptación de opositores en las cámaras, tienen a la presidenta y sus adláteres en la posición del mariguano que, para tristeza, impotencia y frustración de quienes no hace mucho estuvieron en su lugar, hoy nomás ven rolar la bacha sin poderla tomar, porque están del lado donde sí quema.

Yo no entiendo mucho del Derecho Constitucional (ya sé que ustedes sí), pero como van las cosas creo que todo se resolvería de una buena vez y para siempre si, ya que tienen el poder para redactar una nueva Constitución, de una vez simplifiquen todo el proceso, se dejen de maromas retóricas, debates metafísicos y retruécanos ideológicos, y borren todo de un plumazo promulgando una nueva Constitución que vendría a resolver todo este entuerto con solo dos artículos que todo el mundo comprendería, a saber:

Artículo Primero: La presidenta siempre tiene la razón.
Artículo Segundo: Cuando no la tenga, se aplicará el Artículo Primero.

Y sanseacabó.

Eso aplica incluso para lo que pasa en Sinaloa, que es otra historia…