EL ZANCUDO | CRIMEN Y PERIODISMO DE CLICKBAIT: EL CASO HERMOSILLO

No hay manera de resumir toda la complejidad del entramado social, cultural, institucional que soporta los elementos subyacentes en el impactante caso del secuestro de dos jóvenes en Hermosillo; un asunto que mantuvo en vilo a la opinión pública y que, a partir de una cascada de información extraoficial generó una escalada de especulaciones fantásticas bordeando los linderos del thriller más exigente.

Por lo que hoy se sabe, con la información oficial disponible (la que se puede revelar para no alterar el debido proceso, respetar la presunción de inocencia y la protección de datos personales) es que un joven deportista (Irving) fue secuestrado por un amigo suyo en colaboración con otras personas, exigiendo un rescate de 3 millones de pesos por su liberación, negociando luego la entrega de una cantidad menor.

Un día después de la desaparición de Irving, se reportó la desaparición de otras dos personas, uno de ellos, Jonathan, amigo cercano del primero, y otra mujer, Melanie, de profesión veterinaria.

Ayer, la Fiscalía estatal difundió un video relatando los hechos: resultó que Jonathan y Melanie que ya se encuentran a disposición de las autoridades están acusados de secuestro agravado y asociación delictuosa, y el caso tiene como trasfondo una vendetta entre particulares, de acuerdo con la Fiscalía que, con la información revelada deja en las sombras detalles que se comprometió a dar a conocer en su debido momento, pues las investigaciones continúan.

No se sabe por ejemplo quiénes son las ‘otras personas’ involucradas en el secuestro y por qué liberaron primero a Irving y un día después a Jonathan y a Melanie, que de su condición de desaparecidos pasaron a ser señalados como presuntos secuestradores y ya tienen sendas órdenes de aprehensión ejecutadas. Tampoco se ha explicado cuál es la relación que tenía el individuo asesinado el 20 de noviembre, justo el día en que desapareció Melanie.

Ya habrá tiempo de conocer los hechos, pero por lo pronto todo parece indicar que estaríamos ante una acción concertada con fines delincuenciales, en la que participaron varias personas, entre ellos un joven de buena posición económica que aún no cumple los 17 años.

Y esta es una de las partes más macabras de esta saga. La FGR ya ha dado cuenta de varias detenciones de menores de edad involucrados en enfrentamientos armados, labores de ‘halconeo’ y venta de estupefacientes.

El fenómeno, sostienen especialistas en el tema del crimen organizado, no es nuevo, pero ha escalado en los últimos años debido fundamentalmente a la fragmentación de los grandes cárteles que operaban antaño, en más de un centenar de células criminales diseminadas por todo el país, despojadas de viejos códigos que solían normar sus acciones, aunque parezca un contrasentido apelar a cierto tipo de ética entre grupos delincuenciales.

Lo que es un hecho es que estos grupos han incorporado a sus filas a cada vez más jóvenes, muchos de ellos menores de edad, ya voluntariamente deslumbrados por la idea del poder y el dinero, ya mediante una especie de ‘leva’ que implica levantones y secuestros para obligarlos a trabajar para ellos.

Suele tratarse de jóvenes muy pobres de las zonas rurales y las áreas urbanas marginales, pero también los hay de sectores económicamente más favorecidos, dispuestos a entrarle a toda la parafernalia narca, como en su momento lo hicieron los famosos ‘narcojuniors’ reclutados por el cártel de Tijuana en los años 80. Por eso se dice que el fenómeno no es nuevo.

El otro tema que puso en relieve el caso de Hermosillo es el del ‘periodismo de clickbait’, como se le conoce ahora a otro fenómeno viejo, pero reciclado con nuevas tecnologías. Medios (digitales, sobre todo) que han entrado en una feroz guerra por los ‘likes’ o los ‘clicks en los enlaces, las ‘vistas’ y demás indicadores con los que buscan masificar sus alcances a costa de lo que sea, pero fundamentalmente con encabezados engañosos o sensacionalistas, bulos, versiones extraoficiales, fuentes imaginarias o de sospechosa reserva, entre otras.

Tampoco el fenómeno es nuevo. “Alarma!”, aquel insólito semanario especializado en nota roja lo hacía magistralmente todavía en los años 80. Y era la publicación más vendida en el país gracias a la cuota semanal de sangre y violencia que, en descargo, vale decir que formaba (sigue formando) parte de la realidad cotidiana en México. Ellos solo se encargaban de relatarla en ‘close up’, con pesada tipografía en los encabezados y una redacción descarnada.

El pasado, ciertamente, está de vuelta.