EL ZANCUDO | NO HAY QUE ENCARIÑARSE CON LA SILLA: JUDITH ARMENTA

Por Arturo Soto Munguia

A Judith la conocí en 1987 de una manera muy ‘random’, como dicen ahora. Mi generación iba entrando a la escuela de Ciencias de la Comunicación, donde ella ya cursaba el quinto semestre.

Ese año, como todos los años, había elección de consejeros directivos y universitarios en la estructura de gobierno que normaba la extinta Ley 103 orgánica de la Universidad de Sonora.

En la escuela de Psicología y Ciencias de la Comunicación la participación estudiantil, a diferencia de otras unidades académicas no era muy notable, y la planta magisterial -esa sí muy grilla- aprovechaba el desdén del alumnado hacia los procesos electorales para controlar dichos procesos. Los propios maestros elegían a sus alumnos más cercanos, integraban la planilla, los apoyaban y siempre terminaban ganando; así garantizaban tener un una representación estudiantil más bien dócil en los órganos de gobierno universitario.

Ese año, un grupo de compañeros pretendimos inscribirnos para participar de la elección, pero nos lo negaron, pues ya se había vencido el plazo. Decidimos impugnar el proceso e iniciamos el activismo en ese sentido. En los recorridos por los salones en una campaña de información, entramos a ese grupo donde estaba Judith y otras compañeras y compañeros que a la postre se sumarían al activismo. No recuerdo sus palabras textuales pero cuando terminamos de plantear la necesidad de organizarnos e impugnar la elección, ella se puso de pie y reclamó a sus condiscípulos que ‘cómo era posible que los morros del primer semestre nos estuvieran dando el ejemplo de interés y participación en los temas que eran de interés para el estudiantado’.

La impugnación no procedió, la elección se llevó a cabo y ganaron los favoritos de los maestros. Pero nació allí un grupo de estudiantes que mantuvimos el activismo a partir de actividades académicas, culturales y de difusión. Al año siguiente inscribimos una planilla que ganó tanto el Consejo Directivo como el Consejo Universitario y se convirtió en una fuerza con voz propia, independiente de los profesores.

Años después coincidimos en la reporteada y otras lides del periodismo -recuerdo Notimex y El Financiero-. Luego ella se involucró en el naciente obradorismo, donde se ha mantenido desde el inicio trabajando siempre en territorio, más interesada en la organización del movimiento que en los cargos de dirección.

A partir del domingo pasado es la dirigente estatal de Morena, cargo en el que nadie puede regatearle toda esa vida de lucha todoterreno, fuera de las candilejas y los protagonismos que suelen insuflar a muchos, por cierto más improvisados o de reciente incorporación al movimiento obradorista.

El cargo le llegó, ciertamente de una manera azarosa. Ante la aplicación rigorista decretada por la nueva dirigente nacional de Morena, Luisa María Alcalde en el sentido de que solo pueden ocupar puestos de dirección quienes sean consejeros del partido, quedó fuera de la jugada Wendy Briseño, que recientemente había renunciado a la Secretaría de Desarrollo Social de Sonora y tenía varias semanas en campaña buscando competir por la dirigencia estatal. Una campaña en la que entre otras cosas, había dejado ver su interés de buscar la candidatura a la alcaldía de Hermosillo.

Puedo estar equivocado pero tengo la impresión de que Briseño ‘hizo pandos los becerros’, como suele decirse en la jerga cuando alguien se adelanta a los tiempos políticos y termina echando a perder lo que podía haber sido una buena intención.

De eso y otras cosas le preguntamos ayer a Judith Armenta en su primera rueda de prensa y respondió a todo con madurez y mesura. Para Wendy solo tuvo reconocimientos y buenas palabras. Confió en que seguiría en Morena, donde tiene su base social y su trayectoria y dijo que tiene una plática pendiente con ella, a quien por cierto apoyó como aspirante a la dirigencia. Reconoció que su llegada no estaba prevista, pero fue producto de consenso entre los 59 consejeros estatales que la eligieron unánimemente.

De sus expectativas en el cargo, considerando que en los últimos dos o tres años por allí han pasado quizá cinco o seis dirigentes, subrayó que ella llegó para trabajar como sabe hacerlo, en tierra; que sus primeras acciones comenzarán por una gira a los municipios para conversar con los liderazgos locales, fortalecer la unidad del partido y refrendar los compromisos con la cuarta transformación.

El periodo en la dirigencia vence en 2027, pero no está pensando en eso, en el tiempo que vaya a durar en esa silla, que parece estar muy caliente porque nadie ha hecho huesos viejos como dirigente estatal y hay casos de personas que han durado un par de semanas o meses. A Judith parece no importarle: “yo vengo a trabajar por el movimiento y lo seguiré haciendo donde me encuentre; no hay que encariñarse con la silla”, dijo.

La entrevistamos más tarde en el programa Lenguas Vespertinas que se transmite por el 104.7 FM de Radio Sol y allí volvió a contestar con solvencia todas las preguntas que le formulamos Arturo Ballesteros, Fernando Oropeza y Yolanda Vargas.

Ya habrá oportunidad de seguir platicando, pero por lo pronto se advierte que vendrán días de intenso trabajo en el partido que ganó las siete diputaciones federales y 20 de 21 locales, y que ganó en los principales municipios del estado, excepción hecha de Hermosillo, donde dijo, tendrán que reforzar especialmente el trabajo.