EL DOBLE DRAMA DE LAS DESAPARICIONES

Por Arturo Soto Munguia

Se sabe que no hay una tragedia más dramática que la desaparición de un ser querido; que no hay otra estampa más ilustrativa y más dolorosa del México bárbaro en que nos tocó vivir durante las últimas décadas, que el peregrinar de las Madres Buscadoras, el chocar de sus palas contra piedras y raíces tratando de encontrar a sus hijos, parejas, parientes.

No es menos espeluznante enterarnos todos los días de la cantidad de hombres y mujeres, mayoritariamente jóvenes y muchos de ellos menores de edad involucrados en las múltiples células criminales que pueblan en el país de costa a costa y de frontera a frontera.

Es usual encontrar en las redes sociales imágenes de esos jóvenes luciendo con orgullo sus ropas de campaña, sus armas de alto poder, su parafernalia narca de muy lujos casi siempre efímeros: una esclava, una cadena, un carro robado; una pistola o un ‘cuerno de chivo’, una botella de whisky barato.

Tan usual como encontrarlos después en las imágenes que reporta la nota roja, regados en una orgía de sangre y vísceras después de enfrentamientos entre ellos o con las autoridades.

Tan hemos perdido la capacidad de asombro, o al menos normalizado estas estampas, que a veces no dimensionamos la gravedad de lo que ocurre. Los 200 mil asesinatos que dejó el sexenio anterior en el país significan, para tener una referencia, la cantidad de habitantes que tienen municipios como Guaymas, San Luis Río Colorado o Navojoa.

El hecho de que la nota roja siga prodigándonos ataques, emboscadas, enfrentamientos, ejecuciones, desapariciones y levantones y que en los primeros cien días del gobierno de Claudia Sheinbaum no muestre variaciones significativas en los homicidios dolosos dimensiona también lo nutridos de esos ejércitos de civiles armados que se esconden en las zonas urbanas y rurales; que se pasean por caminos, pueblos y carreteras enfrentándose en combates sangrientos. Más los que participan en otro tipo de actividades no necesariamente a mano armada.

Apenas el fin de semana pasado, ocho de ellos murieron en un enfrentamiento con agentes de la ley en Bácum; ayer, otros dos fueron ‘neutralizados’ en la salida sur de Hermosillo, también en un enfrentamiento con la ley.

Diez muertos en unas cuantas horas, en hechos distintos, que se suman a los cientos, miles que van quedando regados por toda la geografía nacional. O desaparecidos, con razón o sin ella.

Hace un par de meses, todo México supo de caso de Jonathan, Irving y Melanie, tres jóvenes hermosillenses que primero fueron reportados como desaparecidos; luego se supo que habían sido secuestrados y posteriormente, cuando sus captores los liberaron, se supo que los tres formaban parte de un grupo delincuencial que entre otras cosas se dedica a la extorsión y el secuestro, por lo menos.

La liberación de dos de ellos, sin duda tuvo que ver con ruidosas manifestaciones y bloqueo de calles que hicieron los familiares de Jonathan.

El caso fue impactante porque nadie –al menos nadie fuera de sus entornos cercanos- sospecharía de dos muchachos de clase media alta, estudiantes de escuelas privadas y con una vida aparentemente tranquila; la joven es veterinaria. Hoy todos se encuentran vinculados a proceso acusados de delitos de privación ilegal de la libertad y delincuencia organizada.

Ninguno de los tres contaba con antecedentes penales.

El caso viene a colación por la manifestación que ayer realizaron familiares y amigos de Lamberto González Quijada, desaparecido hace dos días. Primero bloquearon el principal crucero de la ciudad, luego marcharon y se plantaron en Palacio de Gobierno. Por la tarde volvieron a bloquear el cruce de los bulevares Encinas y Rosales, donde policías estatales detuvieron a dos hombres y dos mujeres. Las mujeres, de acuerdo con un reporte de la CEDH fueron liberadas momentos después, pero los hombres continuaban detenidos.

No se puede menos que ser empáticos con los familiares del señor González Quijada, pero hay elementos para suponer que su integridad podría estar en peligro, lo que ojalá no suceda. Pero el señor tiene un expediente en el que aparecen delitos como alteración de la serie de un vehículo robado; daños, estupro y violencia familiar.

De acuerdo con un comunicado de la Mesa Estatal de Seguridad, la persona desaparecida y algunos familiares tienen un posible vínculo con actividades ilícitas.

El tema es de difícil abordaje porque la tentación de acusar a la autoridad de criminalizar a los presuntos es grande, sin embargo ya nos llevamos una sorpresa en el caso de los tres jóvenes citados líneas arriba, pues tampoco se puede ignorar esa especie de ‘pacto social’ que en el transcurso de los años nos ha llevado a normalizar la convivencia con personas con medios de vida poco claros, al grado de que, eventualmente habrá gente cercana que ni siquiera lo sospeche.

Como sea, ojalá que aparezca con bien.