Por Arturo Soto Munguia
No cabe duda que tiempos traen tiempos. Mientras Morena arrancó una campaña nacional que tiene como meta afiliar a diez millones de mexicanos a ese partido, la oposición parece empeñada en auto aniquilarse.
Desde luego que esto no solo tiene que ver con elementos estrictamente político-ideológicos, sino sobre todo con el poder que da el ejercicio de gobierno sobradamente mayoritario y claro, con el acceso al generoso presupuesto público.
Todos los partidos, incluyendo a Morena, pasan por momentos críticos, pero evidentemente esas crisis se gestionan mejor cuando se tiene el control de los hilos gubernamentales y la chequera abierta.
No es el caso del PRI, el PAN o el PRD que en su momento también supieron lo que es la holgura presupuestal, pero que hoy viven sus peores momentos en las últimas décadas.
El caso del PAN en Sonora es emblemático: de batallar durante largos años de luchas por conquistar espacios de poder, sufrir persecución y acoso desde los gobiernos priistas, llegaron por fin a la gubernatura en 2009. Les duró muy poco el gusto -aunque para algunos de los más representativos personeros del padrecismo fue suficiente para tirar escandalosamente el piojo- y en seis años dilapidaron buena parte de la confianza ciudadana que les llevó décadas construir.
Durante el sexenio de Guillermo Padrés el PAN también afilió masivamente ciudadanos, logrando el padrón de militantes más grande que se recuerde. Hoy eso es historia.
Y como suele pasar hasta en las mejores familias, cuando no hay varo el amor sale por la ventana.
Recientemente, un grupo de panistas encabezados por Bruno Cházaro impugnó el proceso en el que Gildardo Real se reeligió como dirigente estatal y hoy sigue empeñado en hacer que los tribunales electorales repongan el procedimiento que, argumentan, estuvo viciado.
Sin embargo, el Tribunal Estatal Electoral tiró la bola a la cancha de la Comisión de Justicia Intrapartidista del PAN para que sea esta la que resuelva, aunque y antes había rechazado la impugnación por considerarla extemporánea.
El asunto, ordenó el TEE, debe tratarse en las instancias del partido de manera que, según la versión institucional del PAN, el proceso se llevó a cabo conforme a derecho, la militancia avaló el método de reelección y la dirigencia estatal se ratificó con el respaldo de las estructuras del partido, así que Gildardo Real está firme en la presidencia del blanquiazul Sonora.
Bruno Cházaro, por su parte no piensa lo mismo y seguirá insistiendo en que se convoque a una nueva elección. Mientras se toma la decisión final, los panistas siguen enfrascados en disputas internas, igual que los perredistas donde están viviendo un conflicto similar, o los priistas que parecen empeñados en mantener el más bajo perfil de toda su historia.
Morena por su parte, sigue con su campaña de afiliación y a que ni saben de dónde están saliendo muchos nuevos militantes del partido guinda. Exacto, del PRI, del PAN y del PRD, quizá porque consideren que a estas alturas es más fácil subirse al crucero del morenismo que evitar el naufragio de sus pangas.