El PRI no puede tener un candidato perdedor: Arturo Montiel
El ex gobernador del Estado de México rompe el silencio después de 11 años
Hace mucho no regresaba a Toluca; de hecho, no he vuelto a las tortas desde el último evento al que me invitó el entonces gobernador Enrique Peña Nieto. El viernes pasado acudí a platicar con su antecesor, Arturo Montiel, el mexiquense que, víctima de una carnicería mediática orquestada por el gobierno de Vicente Fox con Roberto Madrazo y Ulises Ruiz, y de un aluvión de amenazas de muerte, no pudo contender, en 2006, por la Presidencia de la República contra Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón. Han pasado cinco meses desde que Televisa y Milenio lo dieron por muerto, y lo encuentro más vivo que un dolor de muelas, como lo escribí en IMPACTO la noche del viernes 29 de junio pasado.
Y así, más vivo que el dolor de muelas, con la política corriendo por sus venas y convencido de la necesidad de devolver estatura y valor a esta actividad para mejorar la vida de la gente, este “soldado (‘uno más’) de mi Partido”, como se define, asegura que si “el descuido, la inmovilidad o la inacción nos invaden o contagian, los priístas podremos pagar muy caro en la próxima elección presidencial”.
Se explica: “Las elecciones fáciles y holgadas son cosa del pasado, y ya no regresarán; por ello, los priístas no podemos darnos el lujo de elegir una alternativa perdedora ni, mucho menos, llegar divididos a la contienda”. “Necesitamos construir una candidatura legítima y vigorosa, avalada por los priístas y la mayoría de la sociedad”.
Hace mucho, desde 2006, que el ex gobernador mexiquense no habla de política nacional y, mucho menos, de candidaturas presidenciales. Su última incursión fue en febrero de 2011, a través de un libro editado por “Temas de hoy”, a partir de entrevistas que le hizo Norma Meraz (“Arturo Montiel desde Atlacomulco. Testimonios del ex gobernador del Estado de México”).
En ese libro revela las razones por las que declinó pelear contra Madrazo por la candidatura: Unos individuos vestidos con uniformes de trabajadores de Telmex brincaron la barda de la casa de sus padres y los amenazaron con ir sobre sus hijos pequeños; luego por ellos y su esposa, y, al final, por el ex gobernador si no se retiraba de la contienda.
El 20 de octubre de 2005 por la tarde, Montiel me habló por teléfono para explicarme las razones de su declaración: “Mi Juan, fue por mi familia”. No pregunté porque supuse que el escándalo, en televisión, orquestado por el gobierno foxista, por cuestiones inmobiliarias, lo había orillado a tomar esa decisión, que cambió el curso de la elección de 2006.
Fue seis años después cuando en su libro narró que regresando de Michoacán con Chon Orihuela, su secretaria, Blanquita Ramírez, le informó que de nueva cuenta, y durante todo el día, había recibido llamadas telefónicas de personas que no se identificaban, pero que decían cosas como esta: “Vieja desgraciada, si no le pasa los recados a ese cabrón te va a ir de la chingada; dile que no va a ser Presidente de México, que va a ser Roberto Madrazo”.
A las 11:30 de la noche, él contestó la llamada: “Si no renuncias atente a las consecuencias; no estamos jugando”. Si no renunciaba “se pondrían los muertos, y no sólo de tu familia”. Todo mundo era amenazado, sus hijos y sus amigos, como Carlos Rello, Carlos Iriarte, Marco Antonio Nava y el maestro Lauro Rendón.
Luego, como ya se dijo, se metieron a la casa de sus padres, don Gregorio, que por entonces tenía 90 años, y doña Delia, de 84. “Dígale a su hijo que podemos llegar a donde queramos; que renuncie”.
El 10 de octubre, “esos enemigos ocultos” dieron un golpe en los medios, en los programas de Brozo y Carlos Loret. Lo acusaron de enriquecimiento inexplicable y de corrupción. “Ahí fui juzgado y condenado sin mediar siquiera una presunción de inocencia”.
El acoso fue tal que “no podría resistir la muerte de ninguno de mis seres queridos sólo porque estaba ilusionado con la candidatura a la Presidencia. Qué caso tenía obstinarme en la lucha política si tendría que cargar, en mi conciencia, con la muerte de uno de mis hijos, de mi esposa o de alguno de mis familiares. La obtención del poder político de México quizás no se daría nunca porque seguro que me matarían, como lo hicieron con Colosio. No compensaba ni valían las pérdidas que tendría que soportar; habría sido muy doloroso ser Presidente con una lápida encima… Reflexioné y me dije que simplemente no podría resistir y corté por lo sano. Me retiré. Renuncié y preparé mi defensa legal”.
QUIEN MANDA EN EL PRI ES EL PRESIDENTE
No me resulta fácil convencerlo de que lo hablado en privado se convierta en entrevista porque, le explicó, la clase política priísta se preguntará qué busca rompiendo el silencio, sobre todo inmersos, como estamos, en la selección del candidato presidencial de su partido. No habrá muchos que entiendan que sólo es una plática entre dos amigos y que los dos convenimos en hacer pública después de analizar los pros y contras.
Al fin consigo que rompa el silencio en un contexto enturbiado por la disputa por las candidaturas hacia el interior de los partidos políticos, parecido en mucho a lo que él vivió cuando el TUCOM (Todos Unidos Contra Madrazo) intentaba evitar que Roberto, el ex gobernador tabasqueño, dueño de las siglas del PRI, se apropiara de la candidatura presidencial, como ocurrió.
Hoy pasa lo mismo, pero en el PAN, con Ricardo Anaya; una vez más, Andrés Manuel López Obrador tiene asegurada la candidatura y parece más fuerte que en 2005 y 2006. La diferencia es que el PRI ahora sí tiene un jefe que habita en Los Pinos, Enrique Peña Nieto, y fija las reglas del juego y es mano al designar candidato.
No está muy convencido de irrumpir en este escenario; por haber sido quien fue, y quien es, conoce a sus paisanos mexiquenses y su manera de reaccionar cuando alguien mueve las tranquilas aguas de la pila, pero, político al fin, se deja vencer por la sangre y refiere que hoy, como antes de los dos sexenios panistas, quien manda en el PRI es el Presidente y que será él quien, al final, incline la balanza. Esa es la liturgia, ese es el ritual.
Está convencido de que Peña Nieto, que fue secretario de Administración durante su gobierno en el Estado de México, “pasará a la historia como un mandatario comprometido con México, que se atrevió a hacer las grandes reformas, postergadas por muchos años, que transformaron el rostro del país”.
Asegura que se trata de “un Presidente responsable y visionario que ha sido capaz de emprender cambios fundamentales para transitar hacia un futuro de mayores oportunidades para todos y para sentar las bases de un México más justo e igualitario”.
El reportero decide dejar para el futuro el balance sobre el gobierno de Peña Nieto, así que regresamos al presente. Para Montiel, los priístas, en especial sus candidatos a cualquier puesto de elección popular, deben salir de sus oficinas y acercarse a los ciudadanos. Sólo así conocerán sus problemas y apremios.
El ex gobernador es lapidario: “La gente ya está cansada de los políticos de escritorio que salen a pedir el voto y nunca regresan a cumplir con la palabra empeñada. No olvidemos que cumplir con la palabra es un valor fundamental para los mexicanos”.
Es necesario, insiste, que “los candidatos del PRI nunca desdeñen a la militancia que desde el seccional, el barrio y la comunidad trabajan con orgullo por el partido”.
Es inevitable recordarle la llamada “Fuerza Mexiquense” que tanto impacto tuvo en sus tiempos, y en los de Peña Nieto, en el territorio electoral del país:
“No olvidemos que aquí surgió y que apoyó y ha apoyado, decididamente, a las estructuras partidistas y candidatos en diversos procesos electorales. El PRI del Estado de México contribuyó, decididamente, en la campaña de 2012 para recuperar la Presidencia de la República, y, en este año, el priísmo mexiquense obtuvo un triunfo incuestionable al ganar la candidatura de Alfredo del Mazo Maza en una elección altamente competida”.
Se resiste a hablar más sobre la “Fuerza Mexiquense”; se impone leerlo entre líneas, pues asegura que “el priísmo de mi entidad está llamado a seguir encabezando estos triunfos, sumando la participación decidida de sus cuadros y militantes junto al priísmo del resto de las entidades federativas”, pero también discrepa en algunas cosas.
Le pregunto sobre la decisión del PRI respecto a tener una fórmula de candidatos conformada por 50 por ciento mujeres, 30 por ciento jóvenes y 20 por ciento para el resto de la militancia.
Cree que “la intención de incluir a mujeres y jóvenes es buena, pero no se debe forzar a cumplir esta propuesta descuidando aspectos básicos de experiencia, capacidad y preparación”.
Se explica: “Los tiempos actuales exigen ser incluyentes con aquellos que han realizado una destacada participación en diversas trincheras, sin necesariamente tener una carrera política llena de encargos al interior del partido. Si realmente queremos ser congruentes con el discurso de nuestras dirigencias nacional y estatal, tenemos que ir por los mejores; sólo así aseguraremos que los resultados esperados por la sociedad realmente se hagan realidad”.
Los candidatos, insiste, “deben regresar a sus orígenes; si han emanado del pueblo, que sean humildes y sigan, hombro con hombro, trabajando de manera cercana con la gente; que no piensen que ser candidato asignado ya les asegura la victoria, pues en estos tiempos tan difíciles hay que convencer con hechos más que con palabras”.