EL ZANCUDO | ENSEÑARON EL MÚSCULO, PERO…

  • Por: Arturo Soto Munguía

Se nos dijo que Adán Augusto López fue nombrado secretario de Gobernación para relanzar la agenda de negociaciones con las fuerzas opositoras en el país, para darle cauces institucionales a los conflictos que Olga Sánchez Cordero no podía resolver.

Ahora se sabe que el exgobernador de Tabasco y cercanísimo amigo del presidente de la República en realidad asumió el cargo para dinamitar cualquier acercamiento con esa oposición a la que AMLO ha despreciado olímpicamente desde que asumió su mandato, y sobre todo con el INE.

Y en esta etapa, a una semana de la consulta para la revocación de mandato y a dos meses de las elecciones para gobernador en seis entidades, para operar lo que parece ser una jugada de pizarrón, un plan de fuga hacia adelante que incendie la pradera de las confrontaciones, provoque un nuevo y definitivo encontronazo con la autoridad electoral de la que vaticinó, ‘la veremos irse con la cola entre las patas’.

Sin cuidar el mínimo decoro y más bien alardeando del uso descarado de recursos públicos para llevar a cabo mítines políticos en varios estados del país, el secretario de Gobernación que se supone debe ser ejemplo de conciliación, de mediación y tacto político se puso el overol de agitador de plazuela y llegó a Hermosillo en un avión de la Guardia Nacional para encabezar un foro sobre la reforma eléctrica donde ese tema no se tocó siquiera tangencialmente.

De hecho la única referencia a la reforma eléctrica estuvo en la mampara del templete donde se llevó a cabo el mitin al que se convocó para promover el voto a favor de que el presidente se quede en su cargo.

Tal vez la veterana lectora, el añejo lector que tienen más tiempo que yo en esto de la observación del acontecer político lo recuerden, pero yo no registro en todo el periodo neoliberal a un secretario de gobernación arengando a las multitudes en la plaza pública, acuerpado por el gobernador del estado y el dirigente nacional de su partido. Legislador@s y funcionaria@s no son tan relevantes pues esos ya son parte de la escenografía en cualquier mitin oficial que se respete.

Si de lo que se trataba era de enseñar el músculo, cumplieron el objetivo. Movilizaron a miles y los trajeron de diferentes partes del estado para mandar la señal de apoyo masivo a la ratificación del mandato del presidente. Los métodos, bastante convencionales por cierto y a estas alturas ni siquiera vale la pena detenerse mucho en el acarreo, la coacción vestida de ‘invitación’ a la burocracia y a beneficiarios de programas sociales, entre otras lindezas que todos los partidos políticos practican con singular frescura.

Eso solo sirve para documentar que todo el aparato de Estado se encuentra operando para sacar adelante la consulta del 10 de abril con el máximo de participación posible, buscando alcanzar la meta de 36 millones de votantes para darle carácter vinculatorio a dicha consulta, una meta complicadísima por cierto.

Más cuando el grueso de la oposición ha decidido promover la abstención y solo una parte de ella se encuentra llamando a votar en contra de la permanencia de López Obrador en la presidencia. Incluso ese mismo día hubo movilizaciones en la ciudad de México y otros municipios del país bajo el lema ‘Terminas y te vas’.

Aunque los partidos políticos y el gobierno mismo tengan prohibido promover la consulta, pues esa es una facultad y obligación del INE, es obvio que Morena y sus aliados se han brincado las trancas; junto con el gobierno federal y los gobiernos estatales y municipales emanados de esos partidos han tomado por su cuenta el proceso y es harto previsible que el día de la elección van a operar como saben hacerlo para llevar a las urnas al mayor número de gente.

Aun así, es prácticamente imposible que se alcance la cifra requerida para hacer vinculatoria una consulta que por diversas razones solo despierta entusiasmo en las bases electorales del lópezobradorismo.

Si en 2018, con toda la parafernalia de las campañas electorales y tratándose de una elección presidencial el actual presidente apenas rebasó los 30 millones de votos, después de tres años en los que han pasado muchas cosas y su popularidad se encuentra mermada (qué tanto, solo se sabrá tras la consulta y las elecciones estatales, pero las derrotas en la ciudad de México el año pasado no envían buenas señales para el oficialismo) es poco probable que esa cifra se repita.

También, porque la organización y la logística de la elección se encuentra muy lejos de acercarse a la de 2018, ni en número de casillas a instalarse ni en efervescencia política.

Si no se llega a un mínimo de 15 millones de votos, la consulta habrá sido un fracaso, que ni Morena ni el gobierno reconocerán como suyo, sino que se lo endosarán al INE, fortaleciendo su narrativa de que el instituto está entregado a los conservadores y actuando por consigna para minar el proyecto transformador de la 4T.

Lo que sucedió el sábado en las entidades donde hubo movilizaciones oficiales para promover la consulta no dejan lugar a dudas. Todos los discursos versaron en ese tenor, pero además la participación de funcionarios públicos y la utilización del erario para esos fines muestra la irredenta voluntad de ‘calentar’ el terreno, preparar el escenario para posicionar al presidente y ponerlo en condiciones de jugar el juego que mejor juega y que más le gusta: el de la lucha callejera, la movilización de masas, la batalla contra los enemigos de la transformación y, por qué no decirlo, la victimización frente al ‘conservadurismo golpista’.

El capítulo siguiente es previsible: el INE procederá a sancionar la presunta comisión de delitos electorales y el gobierno y su partido a enderezar las baterías contra el instituto. Ese es el debate ideal para meter al presidente a las campañas electorales en los estados que renovarán gobernador.

Y una vez saltadas las trancas de la ley, preparémonos para ver repetirse esta historia hasta 2024 y en adelante.

Veremos si la Suprema Corte, el INE y el poder legislativo resisten.

Por lo demás, sigo creyendo que la consulta de revocación de mandato es un ejercicio legítimo de participación ciudadana y una oportunidad de fortalecer la cultura democrática, no pensando solo en la actual coyuntura, sino en los tiempos por venir y cada quién decidirá si participa o no, lo cual también es un ejercicio democrático.