Por: Arturo Soto Munguía
Si alguna duda quedaba sobre la intención de modificar la política nacional de seguridad pública, concretamente en el tema del combate al crimen organizado, el fin de semana quedó completamente despejada. El presidente ya lo había dejado claro días antes: está convencido y quiere convencer a todos de que los abrazos funcionan más que los balazos.
Un grupo de periodistas que cubrían la gira presidencial por el llamado ‘triángulo dorado’, esa región entre Sinaloa, Chihuahua y Durango, fue retenido por un grupo armado de los muchos que mantienen el control de ciertas carreteras en el país. Las imágenes le dieron la vuelta al mundo sobre todo porque fueron captadas en la zona de influencia del cártel de Sinaloa, uno de los dos más poderosos que se disputan los estados del Pacífico mexicano.
Cuestionado al respecto, el presidente admitió que la presencia de esos retenes ‘no está bien’, pero acotó que ‘no pasa nada’ y eso dimensiona la normalización en la narrativa oficial, del accionar del narco en el país. Pero no solo desde el gobierno se asume ya como normal la presencia del crimen organizado ‘cuidando’ sus territorios; también los ciudadanos sabemos –directa o indirectamente- que esos retenes forman parte del paisaje en las zonas rurales y en no pocas urbanas.
Conversando con el dueño de un rancho cinegético en la costa de Hermosillo me comentaba sobre la frecuencia con que suele encontrarse con ellos por esos rumbos, de manera que eventualmente ya hasta se saludan con cierta familiaridad. La verdad, me dijo, le tenemos más miedo a la policía, a la Guardia Nacional porque cuando nos paran, ponen los carros ‘patas arriba’ buscando algo, nos bajan hasta el agua para tomar y nos piden dinero.
Cierto que no es usual que un comando armado dispare contra civiles desarmados y quizás a esto se refería el presidente con su ‘no pasa nada’. Pero sí pasa y no necesitamos ir muy lejos para probarlo. Una de las masacres más crueles y espantosas que se recuerde es la de Bavispe, donde mujeres y niñ@s fueron asesinados a quemarropa e incinerados.
Pero los medios tradicionales y las redes sociales nos documentan diariamente el recuento de asesinatos que ya suman más de 120 mil (¡120 mil!) en lo que va del actual gobierno federal.
Pasa además que la gente vive con miedo. Ha sido trastocada su vida cotidiana y nos ha obligado –sobre todo en el caso de las mujeres- a cambiar horarios, hábitos y rutas. Baste voltear a Caborca, Guaymas o Cajeme para saber que sí pasa algo, y algo muy malo.
Pero el fenómeno rebasa la vida cotidiana de los y las ciudadanas. Ha penetrado instituciones y empresas y eso es igualmente grave. La sola sospecha de que el narco tiene sus tentáculos en la actividad política, en el financiamiento de campañas electorales y la designación de candidatos y candidatas; para poner o quitar mandos policiales es para convocar al escalofrío.
No puede asegurarse, no con esa frescura, que no pasa nada.
Y sin embargo no se ve la posibilidad, al menos de aquí al 2024 de que las cosas cambien. La posición del presidente es inamovible y no se advierte la más mínima intención de modificar esa política.
Tampoco es una posición que se esconda en la simulación y la retórica. Lo ha dicho con todas sus letras: el gobierno debe cuidar también a los delincuentes porque tienen derechos humanos. El presidente puede saludar de mano y en público a la mamá de ‘El Chapo’ Guzmán porque es una adulta mayor que merece sus respetos y a la que quiere ayudar a gestionar visitas a su hijo, preso en Estados Unidos.
Esto, que seguramente también ocurría en otros gobiernos aunque bajo el manto de la simulación o la clandestinidad, ahora se hace abiertamente y aquí sí que no pasa nada. Es más, al presidente parece que le gusta retar, provocar a quien sea. Durante uno de los días de esta gira por el ‘triángulo dorado’ (al que propuso cambiar de nombre para no estigmatizar esa región, llamándolo el ‘triángulo de la gente trabajadora’), sostuvo una agenda privada de la cual obviamente no se enteraron más que quienes participaron de ella. No hubo cobertura periodística y si bien nadie puede decir que se reunió con criminales, como algunos lo han sugerido, el contexto parece propicio para toda clase de especulaciones, como de hecho ocurrió sobre todo en redes sociales.
Esto, que a otros gobiernos les hubiera acarreado un sinfín de cuestionamientos, particularmente de quienes hoy voltean a otro lado y hasta justifican los desplantes, al presidente no le mueve un cabello.
Su proyecto político está tan firme que a pesar de los pesares, el próximo domingo tendrá una nueva cita con las urnas y las encuestas más difundidas indican que ganará en al menos cuatro de las seis gubernaturas en disputa. Dos de ellas, Quintana Roo y Oaxaca, por paliza.
Aquí y ahora, no se advierte que la continuidad del proyecto político de AMLO esté en riesgo en 2024. La duda no parece estribar en saber si va a ganar la ‘corcholata’ que finalmente resulte favorecida con la designación (lo de las encuestas es una vacilada), sino en saber cuál de ellas será (Claudia, Marcelo o Adán), y sobre todo, si una vez en la presidencia modifique en algo la línea de continuidad en sus políticas, señaladamente en la de seguridad.
Yo digo que no, pues hasta ahora les ha funcionado para sus fines, pero como siempre usted tiene la mejor opinión.
II
Vaya manera de concluir la edición de las Fiestas del Pitic 2022 con la apoteósica presentación de Christian Nodal, que convocó a una multitud que, a reserva de conocer las cifras oficiales (se habla de 50 mil asistentes), rebasó cualquier otro evento público realizado en Hermosillo.
Fueron cuatro días los que duraron las fiestas y en los cuales hubo una oferta artística y cultural para todos los gustos y en todas las disciplinas, tocándole al caborquense dar el cerrojazo con un concierto que definitivamente deja muy alta la vara para el propio alcalde Antonio Astiazarán, a quien le faltan todavía dos ediciones más de este magno evento.
Hay que recordar que las Fiestas del Pitic fueron suspendidas en los dos años anteriores por motivo de la pandemia de Covid19, pero en su última edición le tocó cerrar a Los Ángeles Azules que convocaron a un mar de gente. Sin embargo, es claro que Nodal se los llevó literalmente de calle.
Fuera de una que otra persona desmayada en el transcurso de la tarde (la gente comenzó a buscar sus lugares desde las cinco de la tarde y el concierto fue a las diez de la noche), el saldo de las Fiestas fue blanco y eso habla bien de los organizadores, pero también de los y las asistentes. Enhorabuena.