Por: Arturo Soto Munguía
Dentro del ExpoForum, el ejercicio pleno del poder. La maquinaria funcionando como reloj suizo. La euforia que va y viene en pequeñas marejadas de gente; el grito, la consigna, el aplauso, el espaldarazo y las risas y las prisas.
La cargada como recordatorio del ritual que no se crea ni se destruye, solo cambia de gargantas en el grito “¡Presidenta! ¡Presidenta! ¡Presidenta!
Afuera del Expo Forum, la indignación que ha encontrado su zona de confort en las redes sociales es apenas el ropaje de la nostalgia. El lagrimón que rueda desconsolado y a veces furioso desde el papel de testigos ahora lejanos de ese ritual harto repetido, mil veces ensayado y mil veces practicado.
¿Cómo es posible? -tuitean con denuedo los que allí estuvieron y ahora no están- ¿Cómo es posible que haya funcionarios públicos en un evento político? ¿De dónde salió el dinero para el evento? ¿Quién pompó? Y ellos mismos se contestan con lapidarias sentencias y la dudosa sorpresa de quien descubre el truco que ya no tiene copyright: el hambre es cabrona. Si no van los corren. Puros acarreados…
Pero adentro, adentro no hay ganas ni tiempo de reparar en fruslerías y patadas de ahogado. El maestro de ceremonias anuncia a voz en cuello la llegada de Claudia Sheinbaum y la multitud se desborda de entusiasmo y se desgrana en aplausos. Sobran quienes quieren ser los primeros en gritar la palabra que todos esperan oír: ¡Presidenta! ¡Presidenta! ¡Presidenta!
Hoy como ayer, la línea entre el partido y el gobierno se vuelve más delgada hasta difuminarse en la algarabía triunfal entre gritos y empujones para estar más cerca de la jefa de gobierno de la Ciudad de México, que avanza atropelladamente repartiendo sonrisas y dejándose querer por la desordenada valla humana que prácticamente la hace avanzar en vilo. Los brazos se estiran para tocarla, su nombre se repite en las voces de los y las cazadoras de selfies que buscan el contacto, la cercanía, la imagen a su lado que, sueñan, puede servir más adelante, cómo no, para ilustrar algún cartel de campaña.
El maestro de ceremonias anuncia al gobernador Alfonso Durazo, que acompaña a Claudia y los decibeles suben, los gritos se multiplican, los aplausos ametrallan. Ambos personajes son recibidos como auténticos rockstars y no parece molestarles. Al contrario, corresponden con sonrisas, con saludos, con el pulgar en alto, con la mirada cómplice, con la euforia que es contagio.
Ahhhhhh, el poder y sus avatares y las vueltas que da la vida. Muchos de los allí presentes no hace mucho rumiaban su marginalidad política desde algún rincón, tuiteando emputados contra el partido casi único, contra sus desplantes y sus excesos. Pero ahora son el partido casi único y pues como dice el proverbio yaqui: antes como antes y ahora como ahora. Y a quienes les toca rumiar su descontento y marginalidad política son otros.
No hay nada qué inventar en la liturgia ritual de la sucesión presidencial mexicana. El PRI dejó hecho un manual de vigencia perenne. El placeo es lo importante, el pretexto es lo de menos.
La jefa de gobierno vino a Sonora a dar seguimiento a un convenio de colaboración en materia de desarrollo y herramientas tecnológicas para un mejor desempeño del ejercicio gubernamental poniendo a disposición del gobierno del estado 200 programas informáticos.
De acuerdo con el gobernador, éste aprovechó para pedirle que les contara un poco de las políticas emblemáticas del gobierno progresista de la Ciudad de México y esa es la rueda de molino que tendrá que tragarse el INE, o probar que se trató de un acto de precampaña fuera de tiempos oficiales.
Luego el gobernador, ya en uso de la palabra sacó a relucir el largo y retorcido colmillo político para manifestar su profesión de fe morenista, su incondicional apoyo al presidente de la República, faro y guía de la cuarta transformación y para cuadrarse ante quien puede ser la sucesora con la misma diplomacia con que lo hizo con Adán Augusto López en su momento.
“No estás sola”, le dijo. Y también dijo que México ya está listo para ser gobernado por una mujer. Y así volvió a prender el cerro. Aquello fue una apoteosis.
De ahí en más todo fue cuestión de que le dieran el micrófono a la pre-pre-precandidata para que, siguiendo el manual, se cuadrara y presentara sus respetos antes que nada, al jefe Andrés Manuel López Obrador. Luego, la correspondencia de elogios al gobernador Alfonso Durazo a quien reconoció como uno de los que estuvieron en la lucha desde que eran no más de cien promotores de AMLO en una calle de la ciudad de México, y de allí ya no hubo quien la parara.
Claudia trae amartillada la pistola del discurso obradorista y afinada la puntería. Habló de las tesis que inspiran las políticas de los gobiernos de Morena: por el bien de todos primero los pobres, no puede haber gobierno rico con pueblo pobre, cero corrupción…
Y en ello fundamentó lo que está haciendo en materia de educación, salud, movilidad urbana, seguridad pública y políticas en favor de las mujeres, entre otras cosas.
En el Expo Forum la maquinaria funciona, la liturgia sucesoria se sublima y la euforia del poder está intacta. Afuera, la nostalgia viste el ropaje de la indignación, pero no deja de ser nostalgia y si me apuran, un tanto de envidia por ya no ser, por ya no estar.
II
Pero también hubo otra fiesta en Hermosillo. La del alcalde Antonio Astiazarán que ayer anunció por todo lo alto la llegada del total de patrullas eléctricas (220) para fortalecer las tareas de seguridad pública y para convertir a la capital sonorense en la primera ciudad del país que cuenta con ese equipamiento.
Cada una de esas patrullas cuenta con equipo de video vigilancia que garantiza un trato respetuoso y protocolario para los ciudadanos y, al funcionar con electricidad, permitirán un millonario ahorro en mantenimiento y combustibles.
Más temprano, el alcalde entregó bonos extras al salario, a 119 policías municipales que acreditaron el mejor desempeño durante el bimestre mayo-junio.
Estos estímulos, aprobados en cabildo alcanzar los tres millones de pesos al año, a razón de medio millón de pesos por bimestre y es una manera de incentivar a los agentes ahora que ha desaparecido el subsidio federal con el que se financiaba equipamiento, uniformes y armamento, y que la última vez que llegó a Hermosillo fue de 106 mdp, pero ya no hay un solo peso de ese recurso.
El punto es notable, porque ya sin el Fortaseg, Hermosillo cuenta con 300 patrullas funcionando y eso se ha logrado, dijo, mediante el diseño de un gobierno que cueste menos, para invertir los recursos en equipamiento.