EL ZANCUDO | MANIFIESTO DE LA DELINCUENCIA ORGANIZADA

Por Arturo Soto Munguía

A la Opinión Pública

Alarmados por la preocupante ola de hechos aislados y su irreversible tendencia a ser cada día más frecuentes, la Delincuencia Organizada en cumplimiento a los acuerdos de su Asamblea Plenaria y una vez ratificado el quórum legal decidió hacer un

LLAMADO URGENTE

A las corporaciones policiacas de los tres niveles de gobierno, para que de una vez por todas pongan fin a sus diferencias y por lo que más quieran tomen nuestro ejemplo y al igual que nosotros lo hacemos, ustedes también

¡ORGANIZENCEN! (SIC)

En la ciudad de Hermosillo y siendo las 23 horas del día 21 de los corrientes se llevó a cabo la enésima Asamblea General de Narcotraficantes (chakas, medio chakas y tirantes gachos); Polleros, Secuestradores, Rateros (de cuello blanco y de cuello negro), Asaltantes, Violadores, Defraudadores, Cholos (y acompañados), Robachicos y demás miembros fundadores activos, honorarios y adherentes, con el fin de evaluar las condiciones en que actualmente desarrollamos nuestras actividades.

La evaluación fue crítica. No hubo uno solo de los miembros que no hiciera patente su descontento por la profunda desorganización que existe en las filas policiacas, lo cual repercute negativamente en nuestro negocio.

Mucho esfuerzo, tiempo y dinero nos ha costado consolidar una estructura capaz de operar sin sobresaltos a lo largo y ancho del estado y en solo unos meses la desorganización policiaca ha puesto de cabeza todos los intentos por mantenerla funcionando.

La gota que derramó el vaso de la inconformidad entre la delincuencia organizada fue la desorganización policiaca, ya que últimamente no sabemos ni con quién arreglarnos pues todos quieren su respectiva cuota y no respetan acuerdos hechos con anterioridad.

Un día sí y otro también se anuncian cambios en los mandos policiacos, que luego son desmentidos y eso vuelve muy frágiles los acuerdos en cada plaza.

Policías municipales, estatales y federales incrementan sus cuotas discrecionalmente sin que exista autoridad alguna que ponga freno a tanto abuso. Ni siquiera la Profeco.

Nuestras actividades son ciertamente productivas, pero al paso que van, la actoridá terminará matando a su gallina de los huevos de oro y al rato no va a haber ni gallina, ni huevos ni oro para nadie.

La situación se tornó insoportable con el asunto conocido ya como “El cuarto pasajero”, donde después de un buen arreglo con los jefes de la policía de Hermosillo, entraron al quite la PJE, la PGR y hasta el lavacarros de la comandancia centro, que nos quiso cobrar una feria por el trapazo que le dio al Máxima 2005, siendo que ni siquiera le lavó los espejos y además le quebró una mica, de lo que hoy nadie se hace responsable.

Asimismo, nuestros afiliados acordaron elevar una enérgica protesta pues ya no hallamos qué hacer con las infiltraciones policiacas en nuestras filas.

Lo que sucedió en el asalto de Sepsa en Ciudad Obregón fue una vergüenza para nuestros miembros, ya que de no haber sido por la ineptitud de los policías infiltrados en nuestras filas ‘orita ya anduviéramos gastando los 144 millones de pesos y no a salto de mata, perseguidos hasta por agentes secretos ingleses.

Autocríticamente, reconocemos que no tuvimos todo el cuidado necesario para evitar ser infiltrados y eso derivó en el fracaso de una operación que pudo haber sido exitosa. Sin embargo, acordamos también revisar exhaustivamente los procesos de admisión para evitar en lo sucesivo ser infiltrados por policías, ya que estos echan a perder todo debido a su arraigada tendencia a la desorganización.

Sabedores de que no todo es pedir, sino también salpicar, tomamos el acuerdo de operar un tabulador elaborado con criterios claros en cuanto al tamaño de los sapos y su directa proporcionalidad con la fuerza de la pedrada.

Sin embargo, es obvio que no podemos dejar una negociación tan seria en manos de gente como los jefes policiacos de Hermosillo, uno de los cuales permanece dormido mientras le vaciamos su recámara.

Así pues, la delincuencia organizada se pronuncia a favor de una real profesionalización de los cuerpos policiacos, que incluya una depuración previa y una reestructuración en la que ciertos mandos sean ocupados por gente seria y de palabra, no por improvisados, insaciables y balcones.

No es justo que mientras nosotros dedicamos gran parte de nuestro tiempo y recursos humanos y materiales a fortalecer nuestra organización, esta se vea lesionada por la falta de acuerdos y la desorganizada forma de operar en las filas policiacas.

Lo peor de todo es que la desorganización policiaca ha provocado que mientras los agentes se la llevan a la greña, la delincuencia desorganizada (de la cual hacemos un contundente deslinde) se ensaña con la ciudadanía, que es la menos responsable del desmadrito que se cargan.

*Esta columna se publicó en diciembre de 2004, hace exactamente 18 años en Semanario Párrafos. Y aparece en mi libro El Zancudo (No mata, pero hace roncha) cuya primera edición apareció en diciembre de 2005.

Se reproduce hoy al cumplir su mayoría de edad solo para dejar constancia de que el desmadre que estamos viendo hoy es la manzana podrida heredada de administraciones anteriores, con el necesario apunte de que las actuales tampoco le han encontrado la cuadratura al círculo, acaso por tratarse de un problema estructural y multifactorial. A huevo.

Eran tiempos en que Eduardo Bours gobernaba el estado y María Dolores del Río, Hermosillo. Uno del PRI, la otra del PAN.

La narrativa que articula la columna es pura ficción, pero tiene su origen en algunos hechos reales y otros que fueron solo parte de la febril satírica de los mismos por parte del autor.

Los millennials no lo vivieron, pero ‘El cuarto pasajero’ alude a un importante jefe del narcotráfico que fue detenido en Hermosillo junto a otros tres sujetos que fueron detenidos a bordo de un Máxima Nissan del año y recluidos en los separos de la comandancia centro en Hermosillo, donde las cámaras captaron cuando uno de ellos salió momentos después, felizmente, del cautiverio.

El caso fue de novela negra. Las primeras filtraciones a la prensa lo identificaron como un hijo de ‘El Chapo’ Guzmán. Luego como Eduardo Márquez Fragoso y después como José Irene Enríquez Parra, aunque también lo identificaron con el nombre de Juan Zavala Márquez.

Lo cierto es que en febrero de 2005, fue acribillado en Tijuana un sujeto identificado inicialmente con ese nombre, según la tarjeta de circulación de la camioneta Nissan Titan 2004 que tripulaba, pero sus huellas dactilares correspondían a las de Eduardo Márquez Fragoso.

La nota periodística que dio cuenta de los hechos es de antología: “Lo que no se sabe con precisión es cuál de las dos identidades es la verdadera, o si ambas son falsas”, consignaba.

Después se supo que se trataba del señor Enríquez Parra, integrante de un grupo criminal asentado en el sur del estado.

Este caso provocó la destitución del subdirector de la policía municipal de Hermosillo, Juan Manuel Portillo Guevara, cuya residencia fue visitada una noche por los amantes de lo ajeno, llevándose un cuantioso botín en joyas y dinero en efectivo. El propio directivo policiaco declaró en su momento que quizá los ladrones usaron algún tipo de somnífero a través del aire acondicionado, porque permaneció dormido durante el atraco.

El otro caso, el del asalto a una empresa de traslado de valores conocida como Sepsa fue considerado en su momento como el atraco más cuantioso en la historia de México. Los ladrones se llevaron 144 millones de pesos el 9 de octubre de 2004, aunque otras versiones consignan que fueron 126 millones, pero eso es lo de menos, porque por 18 millones no vamos a discutir.

El entonces procurador de justicia del estado, Abel Murrieta informó que al menos seis policías municipales de Cajeme estuvieron involucrados en ese asalto. Dos de ellos fueron detenidos en Zapopan, Jalisco cuando pasaban por un retén militar acompañados de dos mujeres.

Fueron identificados como Eliseo Roa Ramírez y Jesús Iván Roa Gutiérrez, padre e hijo. Uno comandante de la municipal, otro policía de línea. En el auto donde viajaban se encontraron varios fajos de billetes que sumaron más de dos millones de pesos.

En marzo de 2008, fueron detenidos otros dos expolicías municipales de Cajeme, Salvador Espinoza Barragán y Ramón García Gámez, quienes revelaron detalles del mega atraco, confesando que a cada uno de los 15 integrantes de la banda le habían tocado casi ocho millones de pesos, mismos que, al menos ellos dos, ya se habían gastado para el momento de su captura.

Y mejor aquí la dejamos, porque aquello ocurrió hace 18 años, cuando todavía se podía hacer sátira política de los hechos reales, pero ahorita ya no se sabe, así que mejor buenas noches y que descansen.