APLAUSOS POR HÉCTOR CAÑEZ

APLAUSOS POR HÉCTOR CAÑEZ
Bulmaro Pacheco

Lo que más registraba—y disfrutaba en silencio— Héctor Cañez, era la envidia de una parte de nuestra generación siempre por los maestros que tuvo en la Facultad de Derecho de la UNAM en la que cursó la licenciatura a principios de los cincuenta del siglo pasado.

Y no era para menos.

Haber recibido la clase de Teoría del Estado con don Jesús Reyes Heroles, Derecho del trabajo con Mario de la Cueva, filosofía del derecho con Luis Recaséns Siches y algunas materias con Antonio Martínez Báez entre otros célebres de la época, era para causarle envidia de la buena a cualquier aficionado al derecho.

Maestros todos, ilustres de gran prestigio, amenos y eruditos con obra escrita, con legiones de seguidores en el mundo académico y trascendentes para la vida pública de México.Todo un lujo.

Conocí personalmente a Cañez, en 1974 cuando se desempeñaba como secretario particular de Gilberto Ruiz Almada, a la sazón, subsecretario de Hacienda del gobierno de Luis Echeverría. Cañez, siempre dispuesto a recibir y apoyar a quien se le acercara, lo mismo para darle razón de su tierra, como para expedir infinidad de cartas de recomendación y para apoyos diversos que le solicitaban, principalmente una legión de estudiantes necesitados, que por las tardes y hasta muy noche, hacían cola en su antesala.

A todos atendía amablemente y para todos tenía algo, aún al costo de retirarse de sus oficinas pasada la medianoche.
Como residente original junto son sus padres de la Colonia Irrigación desde 1947, era un apasionado de su pueblo—después—, Villa Juárez.

Ya en ese año (1974), y de buenas a primeras nos encargó tanto a su paisano Villajuarense Mario Holguín—que me lo había presentado—, como a mi, una opinión -estudio sobre la viabilidad de la comisaría de Villa Juárez para dar el brinco a municipio y dejar de depender de Etchojoa, una causa que nunca dejó de lado, que empujó con una mayor fuerza cuando fue diputado local entre 1991 y 1994, y un sueño que se le haría realidad años después, cuando su paisano gobernador Beltrones, con su ayuda impulsara la creación del municipio número 71, Benito Juárez.
Cañez terminó el sexenio de Luis Echeverría y se retiró a hacer política a su Estado. Consiguió la delegación del Registro Federal de Vehículos en Sonora, y ahí permaneció haciendo política, haciendo amigos y trabajando para el partido. Logró lo postularan primer regidor en el gobierno municipal de Alicia Arellano (1979-1982) en la capital Hermosillo y ahí brilló con un gran desempeño, muy leal con Doña Alicia y siempre ligado a la gente necesitada de las colonias populares.

A finales de 1983 manifestó su aspiración de convertirse en presidente municipal de Hermosillo, y en poco tiempo logró importantes apoyos.

Quería rescatar la capital del estado para el PRI, que entonces era gobernada por Casimiro Navarro del PAN.

Así mandó la señal, pero en el palacio de gobierno de entonces no simpatizaron con su idea.

No se arredró Cañez y empezó a moverse por su cuenta, y en muy poco tiempo logró reunir importantes apoyos sociales, incluida la simpatía de su compañero de generación Gustavo Carvajal entre otros.
El proyecto de Cañez causó preocupación por lo complicado de la elección de 1985 y en una fría noche de diciembre de 1984 al calor de las brasas, el bacanora, las tortillas tostadas y el café caliente, en una vieja casona a la orillas del desbordado río Mátape, acompañado de Miguel Angel Murillo, Pancho Aldana, Gustavo Moreno y el que esto escribe, mandó la señal—a los dirigentes del PRI de entonces—, de que: “El rechazaría cualquier otra oferta (diputación local o federal) que no fuera la presidencia municipal y que de ser necesario, optaría por la candidatura independiente, aún cuando en aquella época no existiera la figura”.

Por fortuna, la sangre no llegó al río y Cañez se mantuvo fiel a su partido.

con discreción y gallardía —político profesional al fin—el equivocado debate que tanto dividiera al PRI por años, ese de la exclusión generacional que solo sirvió para dar paso a una generación de aventureros de la política que siempre vieron la disciplina como un negocio. “Por eso no duran”, decía, “por eso llegan y se van” y siempre somos los más firmes los que nos quedamos. Tenía razón. H

un militante de más de 60 años en el PRI, donde también fue secretario general y presidente del CDE.

Sería después y por poco tiempo delegado de la Secretaría del Trabajo, y participaría en la interna del PRI del 2002 como aspirante a la candidatura a gobernador junto a Eduardo Bours, Alfonso Molina y Guillermo Hopkins. Célebre y recordada aquella expresión de su coordinador de prensa, Angel Acedo, cuando a la salida de Nogales de uno de los debates entre los precandidatos le dijo: “Héctor; ¿Y si ganamos? ¿Que vamos a hacer? ¡Pues ganar la que sigue, baboso! Para eso estamos aquí, ¿Que no? Y todos rieron. Así era Cañez, siempre con un gran sentido del humor.

Como un militante leal al PRI y ubicado a la izquierda, en la línea socialdemócrata, nunca renegó del PRI aunque solo haya sido regidor y diputado local. Era un activo militante, un servidor de tiempo completo (hasta el final) de las causas populares de la gente y un certero crítico de las decisiones cupulares como aquélla de 1999 cuando manifestó abiertamente su rechazo a la burda imposición de un empresario de corte reaccionario, totalmente ajeno al PRI, como secretario Técnico del Consejo Político Estatal. ¿Que error!; Así como vamos; ¡no te extrañe que perdamos en el 2000! me dijo, y acertó.

Héctor hubiera cumplido 85 años el próximo 17 de enero. Apenas el 21 de mayo pasado, en el salón Colosio del PRI donde nos encontramos, hacíamos planes para que en una próxima conferencia, nos hablara de su vida y de sus andanzas por la política y el servicio público, tema de suyo aleccionador por lo que Cañez representaba para las nuevas generaciones.

Ya no pudo. Perdió la batalla contra la enfermedad en la madrugada de hoy, en un hospital de la capital acompañado de sus familiares más cercanos. Descanse en paz un buen hombre, un buen político que con su vida, supo acreditar la congruencia y la honestidad como valores supremos de su actuación. Pocos de esa estatura.Pocos de esa hechura. Lo vamos a extrañar.

Descanse en Paz. Nuestro Pésame a sus familiares y a la legión de amigos que deja Héctor en Sonora y fuera del Estado.
bulmarop@gmail.com