Por Arturo Soto Munguía
El hackeo al sistema digital de la Sedena no podía llegar en un momento más inoportuno para el presidente de la República, justo cuando el caso Ayotzinapa ha tensado las cuerdas de su relación con el Ejército, que incluso parece acorralado por el Grupo de Expertos Independientes que investigan el caso y que ayer revelaron la existencia de intercepciones telefónicas en tiempo real sobre lo que estaba ocurriendo en Iguala la noche del 26 de septiembre de 2014 que indican la colusión de militares, policías y criminales en esos hechos.
Ayer por la tarde, el grupo de Hackers conocido como ‘Guacamaya’ hizo llegar a Carlos Loret de Mola parte de la información obtenida vía la vulneración de los sistemas de la Sedena y que, presumen, contiene 6 terabytes de documentos, comunicaciones, mensajes, videos, diagnósticos, estrategias y razonamientos de las fuerzas armadas mexicanas.
Lo relevante no es lo que contiene esa parte de la información confidencial que le proporcionaron a Loret y que alude a la precaria salud del presidente, detalles sobre el ‘culiacanazo’ o discrepancias entre el secretario de Defensa y el de la Marina, que de alguna manera son temas que en México corren de boca en boca incluso más allá del círculo rojo.
Lo que más debería de preocupar es el resto de la información a la que los hackers tuvieron acceso gracias, se dice, a que el gobierno federal ha ‘pichicateado’ la inversión en sistemas de seguridad digital. Hace un par de meses también la CFE fue hackeda y le ‘robaron’ toda su base de datos de clientes.
Pero momento. ¿Quiénes son los ‘hacktivistas’ de Guacamaya?
Bien a bien nadie lo sabe, pero a juzgar por una especie de manifiesto que publicaron recientemente, se podría deducir que se trata de genios cibernéticos con una gran carga ideológica de izquierda, profundamente antiimperialistas y de arraigado fervor latinoamericano.
Y aquí es donde entra el sospechosismo, porque siendo así resulta por lo menos extraño que los ejércitos, policías y gobiernos a los que ha vulnerado en sus sistemas digitales sean los de corte progresista (o por lo menos cargados a la izquierda) en América Latina: Chile, Colombia, Perú, El Salvador y México.
La historia ha probado que detrás de los discursos más radicales de la izquierda se escondan sus antípodas. Que detrás de las proclamas más feroces contra un gobierno, se escondan los agentes de ese gobierno. Que el más antiyankee de los activistas sea un agente de la CIA.
Y en México hay ejemplos de sobra. ¿No acaso el mismo ejército tenía infiltrados entre los normalistas de Ayotzinapa y que por cierto hoy se cuentan entre los desaparecidos?
Echemos un ojo a algunos párrafo de esa suerte de manifiesto de Guacamaya:
“Los ejércitos de América Latina (a la que aluden como Abya Yala) han garantizado y facilitado la entrada de empresas extractivistas provenientes del norte global. Son permisivos con estas, son los guardaespaldas de dichas empresas. El ejército armado es el que ejerce el trabajo sucio de los estados, de las empresas, de la delincuencia organizada, como el narcotráfico. A la vez que son obedientes y entrenados directamente por el imperio norteamericano que también tiene físicamente sus bases en territorio de Abya Yala.
“Entregamos esto a los pueblos de Abya Yala para remover la digna rabia, para que los que no hayan visto vean; para pensar y repensarnos en resistencias, para repensarnos la liberación de los pueblos y de la Madre Tierra. Filtramos sistemas militares y policiales en México, Perú, Salvador, Chile, Colombia y entregamos esto a quienes legítimamente hagan lo que puedan con estas informaciones”.
No perdamos de foco un par de cosas. Primero, el objetivo de Guacamaya es el ejército mexicano, al que acusa de hacer el trabajo sucio del gobierno y servir al narcotráfico, premisas que alimentan la narrativa en boga a raíz del derrotero que tomó la investigación del caso Ayotzinapa y que sin duda tensará más las cuerdas entre la cúpula militar y el gobierno civil que encabeza López Obrador.
Y segundo, parecería bastante inocente que el medio elegido para difundir las filtraciones sea Latinus y más específicamente Carlos Loret de Mola. Un medio con sede en Estados Unidos y un periodista dedicado de tiempo completo a minar la credibilidad del presidente y el gobierno que encabeza.
Inocente, digo, porque al presidente y a su poderosa maquinaria de información y propaganda les resulta relativamente sencillo descalificar la veracidad de lo difundido viniendo de Latinus y de Carlos Loret.
En cuatro años de permanente guerrilla informativa desde esas fuentes, al presidente no le han restado bases de apoyo significativamente, aunque hubo misiles tremendos como el abordaje del ‘culiacanazo’, la captura del ex secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos o la ‘Casa Gris’ de José Ramón López Beltrán.
El tema de fondo en el ‘Guacamayazo’ es dilucidar si detrás del golpe está la mano del gobierno, los grupos de poder, militares y/o los servicios de inteligencia estadunidense, y cuál sería en todo caso la intención de operar de esa manera, justo en este momento.
Desde luego que la oposición al obradorismo está de plácemes porque suponen que cualquier cosa que dinamite la legitimidad del gobierno de AMLO debe ser aplaudida, sin detenerse mucho en lo ominoso que puede resultar la desestabilización política, sobre todo si en el centro del protagonismo están los militares.
Aguas.
II
Pero bueno, basta de conspiracionismos y tenebras. Mejor suelten el cuerpo, relájense que ya es viernes y aparten unas horas para hoy en la tarde porque si andan en Hermosillo no pueden perderse el agasajo literario que promete ser la presentación del libro Libreta de apuntes, una antología de puro chuqui narrativo que se debe degustar en su tinta.
La neta, una colección de relatos breves salidos de las mejores plumas sonorenses antologizadas en una colección que será presentada hoy a las siete de la tarde en Casa Madrid (Sufragio Efectivo 21, centro de Hermosillo).
Con los puros nombres usted sabrá que no hay una línea de desperdicio en este libro: Josefa Isabel Rojas Molina, Heriberto Duarte, Martín Salas, Lenin Guerrero, Joel García, Omar Gámez Navo, Carlos Sánchez y a huevo, mi compadre Miguel Ángel Avilés.
Confieso que no conocía las letras de algunos de ellos, pero ya les pegué un entre y son, si se permite la licencia literaria, una verga ensalivada. Neta, vayan, disfruten de viva voz y compren el libro. No se van a arrepentir.
Ya de ahí si se quieren ir a cantinear, queda muy cerca el Club Obregón, La Barra Hidalgo y La Verbena. De lo que pase allí ya no me hago responsable.