por Arturo Soto Munguía
No sé si Xóchitl Gálvez sea la candidata de la alianza opositora y mucho menos si siéndolo, pueda ganar una contienda presidencial que muchos consideran desde ahora definida en favor de la ‘corcholata’ que resulte abanderada de Morena.
Pero es un hecho que la senadora panista, quien hasta hace una semana estaba convencida de que su papel en esta coyuntura sería el de contender por la candidatura opositora a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México y en ello concentraría sus esfuerzos dio un viraje inesperado y ya la vemos posicionando su nombre, imagen y narrativa en todo el país a través de medios digitales.
Finalmente ocurrió lo que no quería el presidente AMLO que pasara: que al abrirle la tribuna de la ‘mañanera’ para que la senadora ejerciera un derecho de réplica por señalamientos presuntamente falsos en su contra, su figura tuviera una exposición mediática extraordinaria que le sirviera a sus intenciones preelectorales.
Sucedió también lo que muchos predijimos: que al negarle ese derecho (amparado por cierto en una resolución judicial) la proyección de la senadora igualmente crecería.
El episodio no ofrecía alternativa positiva para el mandatario: si le ‘presta la mañanera’, pierde el presidente porque como él mismo lo dijo, le estaría abriendo un gran foro para su campaña; si le cierra las puertas de Palacio Nacional, gana Xóchitl porque se victimiza y ya tiene en su mano la resolución judicial que paseará por todo el país denunciando la ‘cerrazón’ presidencial y aprovechando para posicionar su nombre.
La jugada es políticamente muy redituable: Xóchitl no va contra las ‘corcholatas’ sino contra el ‘paraguas’ presidencial sin cuya sombra los aspirantes del partido oficial se quedarían prácticamente sin discurso.
Es muy claro cómo las campañas de las ‘corcholatas’ tienen su eje en la figura del presidente: Adán Augusto se asume como su hermano; Claudia es vista casi como su hija y Marcelo abrió su proselitismo ofreciéndole al presidente una súper Secretaría para su hijo Andrés López Beltrán. La propaganda de todos está siempre acompañada con el nombre y la imagen del presidente. El propio Ricardo Monreal no tiene más discurso que la continuidad de la cuarta transformación, un concepto que no puede entenderse sin la figura presidencial.
Por otro lado, parece que los primeros sorprendidos con el inesperado repunte de Xóchitl Gálvez se encuentran en la misma oposición, que en los últimos tres años al menos, ha sido incapaz de presentar una figura mínimamente competitiva, al grado de que el propio presidente ha tenido que ayudarles confeccionando, entre veras y bromas, largas listas de posibles candidatos y candidatas.
Hasta el momento, Santiago Creel despierta las mismas emociones que una lata de atún vacía; Lilly Téllez concita el voto de las minorías más reaccionarias, pero ahuyenta el de cualquier otro votante; Alito Moreno tiene garantizado el voto de muchos priistas (pero en su contra); a Enrique de La Madrid, como a Claudia Ruiz Massieu le pesa mucho el apellido y no para bien, solo por mencionar a los más destacados entre quienes levantaron la mano.
Germán Martínez, ex panista sumado al gobierno de AMLO, al que renunció para volver al senado e integrar un bloque ‘independiente’ acaba de renunciar a sus intenciones de buscar la candidatura, molesto con el método que acaban de definir los tres partidos que integran la alianza: PRI, PAN y PRD. Su renuncia, dijo, obedece a que el método de selección de candidatos incluye campañas anticipadas que violarían la ley electoral, cargadas empresariales y dinero sin fiscalización.
En este contexto aparece Xóchitl Gálvez, a quien sin sobredimensionar, se le reconoce un desempeño aceptable en cargos de gobierno y legislativos; no ha estado involucrada en actos de corrupción y ha sido una ‘rara avis’ del panismo al asumir posiciones progresistas en más de una ocasión. Apenas antier desató la bitachera con un tuit en el que saludó de buena gana a la marcha del orgullo gay, lo que envía un guiño interesante a la comunidad LGBTQ+, que no está exenta de desencanto con el actual gobierno al que por cierto apoyaron significativamente en campaña.
Xóchitl trae otros positivos comenzando por el de ser una mujer indígena que avanzó gracias a la cultura del esfuerzo. Pero además es sumamente mediática: desparpajada, entrona y malhablada cuando hay que serlo, se le facilita mucho conectar con amplios sectores sociales, especialmente en las clases bajas y medias.
Esto, insisto, no garantiza nada más allá de perfilarla como una candidata competitiva (aunque ni siquiera tiene tal candidatura). Tampoco en un fenómeno de masas, aunque hay que estar muy pendientes de lo que haga en las próximas semanas por varias razones, especialmente por una: si los grupos de poder fáctico opositores a la 4T le ven espolones a esta gallineta, le van a abrir la llave de los recursos económicos sin los cuales ninguna campaña camina.
No me refiero a las cúpulas partidistas que hoy siguen enzarzadas en el arreglo de sus propias conveniencias de corto plazo.
Apenas acaban de decidir el método de selección de sus candidatos y ya les renunciaron algunos integrantes de un comité ciudadano integrado para definir precisamente ese método. Al final y en el mejor estilo de siempre, las cúpulas terminaron haciendo a un lado acuerdos con esos ciudadanos e imponiendo sus criterios. Sergio Aguayo Quezada fue el primero en renunciar al comité, y aunque no está confirmado, se sabe que otros también lo harán.
A los grupos de poder a los que me refiero son aquellos que, yéndoles muy bien con el gobierno de AMLO, como el propio presidente lo reconoció hace poco, no están del todo conformes. Entre ellos se encuentran, por cierto, los que manejan grandes corporativos de medios de comunicación, que gustosamente le abrirían cámara y micrófonos a una candidata que les garantizara, mínimo, un pato laqueado en vez de un tamal de chipilín y un chingazo de boletos para rifas de aviones y así…
Pero de allí a pensar que Xóchitl Gálvez podría ganar la elección presidencial hay un largo trecho. Sería desconocer la fuerza que Morena ha acumulado en los últimos cinco años; el poder de sus 23 gobernadores y la tremenda experiencia en lides electorales (buenas y malas) que han adquirido en la práctica sus principales operadores en tierra y aire, muchos de ellos, por cierto, ‘importados’ desde las filas del conservadurismo que mágicamente dejaron de serlo al pasarse a Morena.
En fin, si Xóchitl es candidata de la alianza opositora, es probable que no gane la presidencia, pero sin duda sería la candidata que menos les hubiera gustado enfrentar al presidente y su partido.
Al tiempo.