Por Arturo Soto Munguía
Si algo quedó claro ayer en Hermosillo fue que el Plan ‘C’ de Andrés Manuel López Obrador se llama Claudia Sheinbaum.
Lo que resta de su sexenio, el presidente hará lo que esté a su alcance por convertir a la jefa de gobierno de la Ciudad de México en la locomotora que arrastre todas las candidaturas que estarán compitiendo por Morena y sus aliados en 2024, para conquistar no solo la presidencia de la República, sino la mayoría calificada en el Congreso de la Unión.
Sin miramientos ni contemplaciones. Apoyado en el poder político y económico de las 22 entidades que gobierna Morena, de sus gobernadores (incluyendo a la propia Claudia), senadores, diputados locales y federales; alcaldes y de la estructura del partido-movimiento que más prerrogativas recibe: casi dos mil millones de pesos este año.
Caminando siempre en los linderos de la legalidad y retando a las instituciones que organizan y regulan procesos electorales, que vigilan el uso de los recursos públicos, que sancionan actos ilegales, como la violación de tiempos electorales, por mencionar uno de ellos. Instituciones que por cierto mantiene desde hace tiempo bajo fuego: el INE, el INAI, la SCJN, el TEPJF, los organismos locales electorales (a los que propuso desaparecer), entre otros, incluyendo a ciertos medios de comunicación.
Es parte del plan. Cualquier observación o sanción es asumida como un ataque del conservadurismo al proyecto de la transformación y sirve para reforzar esa narrativa que ha escalado en virulencia en los últimos meses y que evidentemente seguirá escalando.
Retar a las instituciones a que lo contradigan o peor aún, lo amonesten o sancionen, es invitarlas al callejón de los madrazos donde el presidente ha resultado un luchador formidable desde los tiempos del desafuero. El plantón en la SCJN y la campaña contra su presidenta, la ministra Norma Piña son apenas un esbozo, un ensayo, una probadita.
II
En el salón más grande del Expo Fórum en Hermosillo no cabe un alma más. De hecho, al comenzar el evento en que Claudia Sheinbaum ofrecería su conferencia magistral intitulada “Políticas de gobierno en beneficio del pueblo”, la gente comenzó a salir porque simplemente el espacio resultaba insuficiente. Afuera, cientos de personas se quedaron sin poder entrar.
La movilización fue impresionante. Corrió a cargo de los liderazgos locales de Morena en cada municipio y se presume, de los gobiernos municipales. Los camiones se contaron por decenas. Venían desde Agua Prieta, San Luis Río Colorado, Cajeme, Navojoa y desde luego, Hermosillo y otros.
Ahí estaba una muestra más que representativa de la pluralidad del movimiento: desde funcionarios públicos, legisladores y dirigentes sociales y políticos hasta las más humildes doñitas de los barrios marginales y las zonas rurales. Desde la clase media de aspiracionismo refrenado, burócratas desvelados y como telón de fondo la parafernalia más propia de un mitin de campaña que de una conferencia magistral.
Desde el entusiasmo desbordado en gritos y porras; lonas, pancartas y cartulinas, hasta el cabeceo de algunos señores y señoras que se desmañanaron para alcanzar lugar viajando desde municipios remotos y a quienes comenzó a vencer el sopor del mediodía de mayo en Hermosillo.
Personaje central, sin duda, el gobernador Alfonso Durazo en su doble papel, también como presidente del Consejo Político Nacional de su partido. El hombre fuerte de López Obrador en Sonora y a quien confió las riendas del máximo órgano de dirección de Morena en el país.
Por la mañana recibió personalmente a la jefa de gobierno capitalino en el Aeropuerto Internacional y no lo hizo solo. Lo acompañó una comitiva de sus cercanos, pero también danzantes yaquis que ejecutaron la representación dolorosa y colorida del venado y el cazador que lo mata en medio de ritmos de flauta y tambor. Unas indígenas seris colgaron al cuello de la visitante sus collares tradicionales mientras en la banqueta un grupo norteño hacía sonar las notas de ‘La Yaquesita’.
Toda una fiesta de bienvenida como no se había visto se le ofreciera a alguna otra de las corcholatas. Eso lo sugirió después, un poco subliminalmente el gobernador, cuando en el evento de Palacio aludió al cambio de circunstancias entre aquel verano del año pasado cuando se firmó el convenio de colaboración para la innovación digital entre el gobierno capitalino y el de Sonora, y esta primavera 2023. De un año a otro, es obvio que no es la misma Claudia Sheinbaum, que las circunstancias han cambiado. El gobernador debe saber algo que nosotros solo imaginamos.
Del Aeropuerto se fueron al mercado municipal a que la visita degustara una ‘gallina pinta’ y de allí a Palacio de Gobierno para encabezar el primer evento que justificó la gira de la jefa de gobierno por estas tierras: la digitalización de los servicios de gobierno al ciudadano para agilizar trámites, ahorrar recursos, economizar tiempos y combatir la corrupción. En ese evento estuvieron prácticamente todos los integrantes del gabinete legal y ampliado, y [email protected] locales.
El segundo, la conferencia magistral, fue apoteósico. Miles y miles de sonorenses reunidos para escuchar el recuento de programas de movilidad, infraestructura urbana y servicios públicos que están desarrollando en la capital del país.
Pero antes, dijo la jefa de gobierno, permítanme decirles lo que significan los gobiernos de la cuarta transformación… Y comenzó el verdadero sentido de ese encuentro multitudinario: los aplausos que rubrican cada frase matona: “La transformación debe seguir. Ni un paso atrás, ni un paso a la derecha”.
Los chiflidos que coronan cada latigazo al pasado corrupto, los aplausos que vuelven a sonar cada vez que habla del futuro mexicano.
Referencia y centro del discurso: el presidente AMLO, al que acompañaron más de un millón de personas, cita, para apoyar sus reformas. El que puso nombre al movimiento: Humanismo Mexicano. El que le dio sentido a una nueva forma de ejercer el gobierno bajo tres principios:
Por el bien de todos, primero los pobres.
No puede haber gobierno rico con pueblo pobre.
El poder solo es útil cuando se pone al servicio del pueblo.
Fustiga a los gobiernos anteriores y pregunta al auditorio si quieren regresar al régimen de corrupción y privilegios. Les pide levantar la mano a quienes no quieran ese regreso. Y claro, todos la levantan en medio de la gritería.
Antes, el gobernador había fungido como presentador y su discurso dejó de lado la digitalización de trámites y se fue al fondo de la política pura: “El 2024 tenemos una cita con la historia y vamos a estar a la altura de lo que nos demande nuestro movimiento. El 2024 tenemos la madre de todas las batallas”, advirtió.
Era el gobernador y al mismo tiempo el presidente del Consejo Político Nacional de Morena el que hablaba.
Y Claudia no desaprovechó el foro. Dio un breve repaso por obras y programas de su gobierno: el cablebús, el metrobús, los parques, el Metro…
Y volvió luego con la parte con la que suele cerrar sus mítines… perdón, sus conferencias magistrales.
La mujer. La mujer que ha conquistado espacios de participación en todos los ámbitos. La mujer que puede ser ingeniera, abogada, astronauta, presidenta municipal, diputada… ¡Y presidenta de la República!, gritó, para desatar la ruidosa algarabía del auditorio.
No hay duda alguna: el Plan C, tiene la C de Claudia.
Colofón
Mientras transcurrían los eventos, los adversarios de la 4T fustigaban con dureza el acarreo, el uso de recursos públicos, el discurso que no concuerda con realidades, la difuminación de fronteras entre el partido, el gobierno y la estructura electoral, el choque entre la narrativa que ensalza la austeridad republicana y el evidente derroche de recursos para la promoción política de una precandidata fuera de los tiempos oficiales de campaña.
Críticas que pueden tener algún sentido, pero poco efecto mientras no rebasen el activismo de teclado en smartphones, tablets y laptops. Si por cada tuit enardecido la oposición estuviera tocando una puerta para convencer a un ciudadano de que su propuesta es mejor, quizás otro gallo les cantara.
Pero esos tuits parecen más bien surgir de la añoranza por el tiempo en que eran ellos quienes usaban los recursos públicos para la promoción de candidaturas fuera de los tiempos oficiales de campaña, para fundir a sus partidos con sus gobiernos y con sus estructuras electorales, para perseguir lo que finalmente es la razón de ser de los partidos políticos: la consecución del poder y la permanencia en el mismo.
Pero por lo que se vio ayer, va a pasar mucho tiempo antes de que el PRI o el PAN, o ambos juntos vuelvan a protagonizar un acto político masivo como el que Morena tuvo ayer en Hermosillo para apuntalar una candidatura que parece ya definida.