Por Arturo Soto Munguía
Fueron días de mucho estrés, pero hay que leerlos con el relajamiento debido y aunque la tentación sea mucha, el levantamiento de la huelga en la Universidad de Sonora no debería analizarse desde lo lógica de vencedores y vencidos, pero si alguno de los actores de este conflicto salió más raspado después de 10 días del paro de labores, sin duda fue la dirigencia sindical del STAUS.
Raspado en términos políticos, se infiere, porque en términos económicos y contractuales los raspados de siempre siguen siendo los maestros de horas sueltas y los de tiempo indeterminado para quienes el incremento salarial del 4 por ciento directo al salario representa una minucia y siguen fuera de los beneficios de otras prestaciones.
Digamos que un maestro que ganaba 13 mil pesos mensuales, ahora ganará 13 mil 500, lo cual casi lo equipara en sus percepciones con un supervisor de maquiladora, por decir algo.
El viernes 28 de abril existía la certeza en la autoridad laboral estatal de que la huelga no estallaría. Confiaban en que los ofrecimientos hechos al alimón con la rectoría y negociados con las dirigencias tanto del STAUS como del STEUS caminarían por la senda del acuerdo, pero horas después, la asamblea general de los académicos decidió con una diferencia de 77 votos, irse a la huelga. La votación quedó 720 a favor de la huelga, 643 en contra.
(Del STEUS hablaremos después)
Una diferencia cerrada, ciertamente, sobre todo si se considera que ayer 09 de mayo, la votación a favor de que se levantara la huelga fue de 978 votos, contra 386 que se manifestaron por mantener el paro laboral. Una diferencia de 592, abismalmente diferente a la votación que estalló la huelga.
En ese lapso hubo un momento clave: el dos de mayo, día en que se realizó una asamblea general para determinar, entre otras cosas, si la huelga continuaba o se desistían, pero una contundente mayoría de 654 maestros y maestras ‘votaron por no votar’ (¿Dónde estás, Diego Farías?) ese punto del orden del día, contra 159 que se manifestaron a favor de discutirlo y votarlo.
A unos los alentaba la esperanza de lograr mejores ofrecimientos, a otros la idea de que la negociación había llegado al límite, como efectivamente se comprobaría ayer.
Entender lo que sucedió entre esos tres momentos: el estallamiento, la prolongación de la huelga y el levantamiento, es algo complicado por la cantidad de factores en juego, pero algunos maestros lo explican de la siguiente manera: la dirigencia sindical confiaba en que, pese a la intransigencia de rectoría para subir los ofrecimientos, la buena relación de los líderes con funcionarios del gobierno estatal (con el proyecto mismo de la 4T) haría que este abriera la chequera y comprometiera gestiones para dar respuesta a las demandas magisteriales, señaladamente dos: la relacionada con el pago de ISR y la de un programa de acceso a vivienda.
No sucedió ni una ni otra cosa. Los ofrecimientos salariales y contractuales se mantuvieron casi sin variaciones; el tema del ISR por ser de competencia federal se alejaba del campo de las negociaciones en lo local, y el tema de la vivienda es algo que no se resolverá en el corto plazo.
Cabe decir que el gobierno federal estableció un tope de 4% al incremento salarial y de allí no lo han movido en otras universidades, aunque se compensa con otro tipo de prestaciones. Eso llevó a que algunos maestros, y así lo manifestaron en la asamblea de ayer, sostuvieran que el gobierno de la 4T les prodiga el mismo trato de los gobiernos ‘prianistas’. (¡Auch!)
Aun así, todavía en la asamblea del dos de mayo, cuatro días después de estallada la huelga, los maestros confiaban en que sus dirigentes podrían mejorar los logros en las negociaciones. No les pesaba mucho la huelga porque la estallaron un viernes y se les atravesó el sábado, el domingo y el primero de mayo, que son días inhábiles.
No contaban con que rectoría se mantuvo en la posición de que ya había llegado al límite de sus capacidades presupuestales, incluso considerando el apoyo del gobierno estatal, y el propio gobernador les pintó la raya y declaró que ya había aportado cien millones de pesos “el monto más alto en la historia” -lo definió- para destrabar el conflicto, y que el derecho a la educación de los estudiantes es innegociable.
La dirigencia sindical quedó atrapada entre una base trabajadora confiada en su capacidad de interlocución con funcionarios que hasta hace poco marchaban codo a codo en las movilizaciones por sus demandas salariales y contractuales, y un gobierno que abrió la chequera hasta donde la austeridad republicana se lo permitió.
La lógica suponía que si el STAUS fue un actor de primera línea en la reforma a la Ley 4, pactada con Alfonso Durazo desde su candidatura al senado en 2018, lo mínimo que esperarían es que ya como gobernador, este se mostrara más condescendiente.
Al parecer, al gobernador no le simpatizó mucho la idea de que, una vez reformada la ley y realizadas las elecciones que en teoría le ofrecerían órganos de gobierno universitario hegemonizado por sus afines, lo que sucedió es que los candidatos y candidatas con simpatías o militancia en Morena, fueran derrotados en todas las líneas. O sea, con esos interlocutores, para qué quieres interpeladores.
II
Además de la austeridad republicana y los topes salariales, quizás allí se encuentre una clave de lo que todavía el dos de mayo, la mayoría de los sindicalizados consideraron ofrecimientos insuficientes.
¿Qué pasó entre el dos de mayo y el día nueve, cuando se levantó la huelga?
Un maestro lo explica así: “la votación del dos de mayo fue una reacción ante las expresiones del gobierno y de rectoría, de que no habría más. En ese momento confluyeron todos los malestares del magisterio: los que no tienen vivienda, los que se asustaron con el ISR, los que quieren ocupar las plazas vacantes, etcétera. Pero a diez días de la huelga surgió la preocupación de que podríamos entrar en esa fase en la que hay retiro de ofrecimientos y entonces sí el paro se prolongaría impredeciblemente, con las afectaciones no solo para el sindicato, sino para los estudiantes. Llegamos al momento de considerar que la huelga no daba para más y se decidió levantar la huelga. Además, la Universidad prácticamente transcribió en su ofrecimiento lo que el sindicato planteaba, de manera que, pese a todo, las demandas fueron resueltas satisfactoriamente”.
¡Ajá!
De esta lectura se desprende que los maestros privilegiaron el regreso a la normalidad académica antes que la prolongación de un conflicto de consecuencias impredecibles.
Por eso mencionaba al principio que este proceso no puede analizarse desde la lógica de vencedores y vencidos, sino desde la negociación política en la perspectiva del interés general.
PD: También considero, desde esta humilde tribuna, que eventualmente la dirigencia sindical no solo fue rebasada por las bases, sino por la tecnología.
Pese a venir de dos años de educación remota y presencias virtuales, los dirigentes sindicales pensaron que era buena idea realizar la asamblea general en modalidad mixta: virtual y presencial, sin considerar que alguno de los más de 700 académicos conectados vía Zoom podría tener sobre su pantalla unos ojos indiscretos.
Presencialmente, en la asamblea había menos de 300 maestros y maestras. Vía Zoom, más de 700.
Sucedió lo que tenía que suceder. Por alguna razón, a este espacio llegó un video de lo que ocurría en la asamblea (en realidad llegaron como 50) y eso provocó la histeria conspiranoica, de manera que ahora El Zancudo es el ‘más buscado’ por los servicios de inteligencia del sindicato para ver quién chingados me pasó el video.
Lo cierto es que la asamblea se interrumpió en tres ocasiones, se pidió a quienes estaban conectados vía Zoom desconectarse y volverlo a hacer pero con sus nombres completos. A quienes estaban presencialmente se les pidió ‘despedirse de sus redes sociales’ y deshacerse de sus celulares y en medio de todo ese desmadre, la votación se pospuso una hora.
Tengo para mí que los maestros universitarios (no todos, claro) son la avanzada intelectual, la vanguardia cultural y los más preclaros exponentes de la interpretación de esa realidad que existe, dijera Marx, independientemente de sus conciencias.
Por eso me extraña que supongan que una asamblea sindical, que involucra no solo a ellos sino a una comunidad que los supera, deba ser un cuchupo clandestino en el que las medidas de seguridad asemejen a las de quienes fraguan una revolución, un ataque con armas químicas o la revelación del mapa que guía a la piedra filosofal, a unas ojivas nucleares, a la fuente de la eterna juventud y/o a el capítulo original en el que El Coyote se chinga por fin al Correcaminos.
Digo, si la preocupación es que en la asamblea hubiera infiltrados, ya de rectoría, ya del gobierno, ya de la CIA, la DEA, la KGB, el M19, el PRI, el PAN, el PRD, el PVEM, la Coparmex, la Concamin, la Concanaco, la Concameto o la Concasaco, pueden soltar el cuerpo. Esos no estaban conectados vía Zoom, sino que asistieron presencialmente y votaron con papeleta en las urnas.
Así que guarden las paranoias y celebremos que se levantó la huelga.
II
Bueno, ya se me hizo demasiado larga esta columna, y me quedaron varios temas pendientes.
Se las resumiré rápidamente, a reserva de ampliársela después:
1.- Corrieron al Temo Galindo del ISIE por presuntos actos de corrupción. No podía saberse.
2.- Renunció la fiscal estatal Claudia Indira Contreras y se va en muy buenos términos con el gobernador.
3.- El secretario de Gobierno, Adolfo Salazar pactó una tregua con los trabajadores del ISEA que piden la destitución de María Engracia Carrazco, hasta el viernes. Si no hay remoción, las movilizaciones y protestas continuarán.