Por Arturo Soto Munguía
Todavía faltan cuatro años y medio para que termine el sexenio de Alfonso Durazo Montaño y estamos muy lejos de sospechar siquiera quién lo va a suceder en el cargo, pero lo que sí sabemos es que quien llegue en 2027, hombre mujer o quimera, durará solo tres años en la oficina más refrigerada de Palacio.
Lo anterior, por la reforma constitucional que empatará, en 2030, la elección de gobernador en Sonora con la presidencial, una reforma que fue aprobada recientemente en el Congreso local y que ayer firmó el mandatario para su publicación en el Boletín Oficial.
Los argumentos que fundamentaron esta reforma tienen que ver, oficialmente, con la disminución de gastos de campaña y el incremento en la participación ciudadana, aunque ambas premisas tienen varios asegunes y no todos los actores de la cosa pública las ‘compraron’.
Extraoficialmente, el propósito de esta reforma tendría en realidad otros dos objetivos: por un lado calmar las ansias de novillero (a) que a más de 50 meses de la elección 2027 ya comienzan a inundar los ánimos de al menos una docena de personas que se creen merecedoras y con los blasones suficientes para suceder a Durazo. Reducir a tres años el periodo de gobierno va a descartar al menos a la mitad de aspirantes, que prefieren esperar otros tres años y competir en 2030.
Conozco al menos a una de esas personas que así nos lo confirmó hace varias semanas en los pasillos de Palacio, al descartarse para el 2027, pero encartarse para el 2030.
Parece lejos esa fecha, pero aunque usted no lo crea, no solamente es esa persona la que ya anda haciendo pandos los becerros sucesorios.
Otro de los propósitos, y este cobraría más sentido, tiene que ver con las aspiraciones transexenales del propio Durazo Montaño, quien abiertamente ha reiterado su convicción de trabajar durante su sexenio para forjar una nueva clase política, preponderantemente joven, que hoy le acompaña en las tareas de gobierno y que dentro de ocho años ya estarán peinando sus primeras canas (algun@s ya las peinan) pero habrán acumulado más experiencia al lado de un jefe que según cuentan es bastante exigente y suele presionarles al máximo.
Forjar esa generación de políticos y políticas entrenadas en un ejercicio gubernamental que pretende tomar distancia de la vieja escuela del PRI y el PAN y abrevar de los principios de la así llamada ‘cuarta transformación’ (que hasta tiene un decálogo en el que destacan como principios el no robar, no mentir y no traicionar al pueblo, y una ‘cartilla moral’ de la que por cierto no se ha vuelto a saber mucho) colocaría al actual gobernador como el jefe indiscutible de ese equipo, incluso más allá de su mandato.
Mutatis mutandis (cambiando lo que haya que cambiar) pasaría un poco lo que sucedió con Manlio Fabio Beltrones, que se convirtió en el jefe político de una nutrida camada de funcionarios, dirigentes partidistas y actores de la cosa pública que se mantuvo vigente al menos por 30 años después de 1991, no solamente en el PRI, sino en varios partidos políticos.
Hay que recordar que Durazo Montaño no solo es el gobernador, sino también el presidente del Consejo Nacional de Morena, el máximo órgano de dirección en su partido, lo cual no es decir poca cosa en términos de mando sobre el ejército que le acompañó en campaña.
Esa nueva camada de políticos y políticas formadas a la sombra del de Bavispe (y entreverada, hay que decirlo, por algunos que ya acumulan millas en las lides político-electorales, así como otr@s que fácilmente entran en la categoría de liebres muy lampareadas) tendrían frente a sí al menos dos procesos electorales más (2024 y 2027) antes de llegar al de 2030, lo cual sin duda resultará aleccionador.
Tienen también la oportunidad de seguir acumulando experiencia en el ejercicio de las políticas públicas al menos por cinco años más, o por ocho, si es que en 2027 Morena refrenda su supremacía en las urnas y puede hacer ganar a alguien que, pase lo que pase, le deberá la candidatura al hoy jefe del Ejecutivo.
Pero bueno, ya también nosotros estamos haciendo pandos los becerros, así que mejor aquí la dejamos, porque lo que seguiría es comenzar a soltar nombres de suspirantes, y francamente no alcanzaría el espacio de esta columna.
Pero no suenan tan descabelladas estas versiones extraoficiales, ¿verdad?
II
Ayer acudimos a la rueda de prensa semanal del gobernador, donde como siempre se generó abundante información que ya consignamos en otros espacios, pero vale la pena destacar la revelación que hizo en torno al encuentro que sostuvo con directivos de Tesla para mostrarles las ventajas comparativas que ofrece Sonora para sus inversiones, señaladamente las que tiene que ver con la proveeduría de materiales y componentes para la industria de la electromovilidad, una de las ramas fuertes de esa empresa global.
Además de la producción de cobre y grafito, en Sonora está la expectativa de la explotación de litio, un mineral clave en la producción de baterías, y desde luego la mano de obra calificada; todo en un ecosistema favorable prospectado por el Plan Sonora de Energía Sostenible en el que se está trabajando a pasos acelerados y que incluye generación de energía fotovoltaica, litio, licuefacción de gas; carreteras, puertos, aeropuertos, ferrocarriles y aduanas, entre otras cosas.
Todo parece indicar, sin embargo, que don Elon Musk y sus socios ya habían decidido establecer su planta en Nuevo León y de allí no los movió ni el mismísimo presidente de la República que hasta ayer estaba empeñado en que esa mega inversión se instalara en el sur del país.
Finalmente se impuso la intención original de Tesla, y su planta de producción automotriz se quedará en Nuevo León, donde hay fiesta grande porque se trata nada menos que de diez mil millones de dólares para producir un millón de autos eléctricos anuales.
¡Imagínense que eso hubiera llegado a Sonora! ¡Tiramos el piojo, todos!
Aun así Sonora seguramente estará incluida en la cadena de suministros para esa empresa.
Por cierto, al anunciar el resultado de sus negociaciones con Elon Musk, el presidente no lucía muy entusiasmado, y antes bien diríase que su rostro estaba cruzado por una sombra de molestia, lo que contrastaba con la imagen del gobernador de Nuevo León, Samuel García, que se andaba mordiendo las orejas con la sonrisa.
Otro que se subió al tren de la alegría por la instalación de Tesla en México fue el canciller Marcelo Ebrard, a cuyo equipo no hay que restarle méritos pues estuvo muy cerca de las negociaciones desde hace más de un año, para pavimentarle el camino a la muy neoliberal y no menos poderosa trasnacional.
Ya de los memes que generó esta negociación, alimentados por la muy polarizada narrativa de vencedores y vencidos mejor ni hablamos, porque se ensañaron con el señor presidente y obligaron a sus panegíricos a salir a detener el cerco, olvidándose por un momento de García Luna y Felipe Calderón, para intentar construir una narrativa victoriosa sobre Tesla, que sí se instalará en Nuevo León, pero bajo las condiciones que le impuso terminante e implacablemente nuestro señor presidente, faltaba más.
A esta historia le quedan, desde luego, muchos capítulos.