CARRUSEL | DEL DERECHO AL PATALEO, AL CERROJAZO | CÉLIDA, NI APARECIÉNDOSE FIDEL

Por Víctor Fausto Silva D.

En México, cuatro cosas son seguras en cada elección: el berrinche de quienes fueron marginados a la hora de repartir candidaturas, el grito de ¡fraude! (que lleva implícita la descalificación del árbitro), el sacrosanto derecho al pataleo y el injusto sistema para la designación de plurinominales.

Pasado el proceso, estimado lector, es como para preguntarse: ¿Vio usted algo nuevo bajo el sol?

De esos casos -y más o menos en ese orden- nos tocó ser testigos en este proceso, desde lo nacional a lo local.

Echemos un vistazo a grosso modo.
De la sucesión presidencial por Morena, debe reconocerse que Andrés Manuel López Obrador tuvo la habilidad suficiente para apaciguar a las tribus que tradicionalmente han dividido a la izquierda: contra viento y marea impuso a Claudia Sheinbaum, y aunque a Marcelo Ebrard le dio por agitar las aguas, terminó ronroneando en el regazo del dueño del partido.

Ahora y como semejanza del “bolo” aquél de los bautizos, el señor Ebrard se apresta a levantar la mano como senador o incluso (por lo menos suena) para integrarse al gabinete. Le funcionó el pataleo, pues.

Del mazacote ése llamado “Fuerza y Corazón por México”, no hay mucho qué decir, pues si no les hubiera brincado Xóchitl Gálvez, quién sabe de dónde hubieran sacado a otro candidato (a) presidencial, porque con el desprestigio que se cargan hace buen rato que arrastran la cobija y nomás no se les ven figuras de ese calibre.

La señora hizo lo que pudo llevando en hombros como fardos a “Alito” Moreno, Marko Cortez y Jesús Zambrano, y terminó consiguiendo más para otros que para ella.

El resultado era más que previsible: nunca le metieron todos los kilos a la campaña, pero eso sí, agandallaron senadurías agenciándose el primer lugar en las listas, para seguir pegados a la ubre.

Ahora se sabe que “El tragabalas” Zambrano recibió funestas noticias: no sólo le dirá adiós al carnoso hueso, sino que le tocará sepultar los despojos del PRD, pues no alcanzó ni el mínimo de votos para mantener el registro.

(Seguramente pronto se sabrá qué liana busca o cuál inventa, porque eso de trabajar fuera del presupuesto nomás no es lo suyo. Le sale jiricua).

Vino la elección y ya se sabe: se gritó ¡fraude!, se pidió el recuento de votos, entró al quite el árbitro y les salió “cola”: entre más le rascaban, más votos conseguía Claudia Sheinbaum, para pasar de una paliza a una masacre, para utilizar un término tan ad hoc en este sexenio.

Acá más en casa, la aparición de Manlio Fabio Beltrones le puso algo de sabor al caldo y obligó a los estrategas de Morena, (encabezados por el gobernador Durazo en su calidad de presidente del Consejo Nacional) a idear la manera de echarlo fuera del reparto de senadurías, así que lanzaron – por la comparsa del PT- a doña Célida López para hacer el trabajo sucio tirándole con boñiga.

Al viejo estilo del PRI que tanto dicen detestar (pero que tan bien imitan), a la doña le armaron toda la parafernalia acuerpándola incluso con la CTM Estatal y un acto masivo en Hermosillo, así que hasta ella creyó que sobre aquella multitud flotaba el espíritu chocarrero de Fidel Velázquez bendiciéndola, que funcionaría el viejo modelo del voto corporativo y que con eso iría en caballo de hacienda.

Algo similar pasó en el sur del estado, donde el eterno dirigente cetemista -y priista de toda la vida- Guillermo Peña Enríquez, se plegó a las instrucciones “de arriba”, tiró su añeja militancia tricolor y de pronto se vio levantándole la manita a la señora y empujando una carreta ajena.

El resultado ya se conoce: el pretendido voto masivo de la CTM quedó en el discurso, porque a doña Célida (que cobraba cómodamente en la oficina del Gobernador) la mandaron hasta el tercer sitio. Ahora, a esperar para ver con qué le tiran, por los servicios prestados.

Vino entonces el derecho al pataleo: primero no dijo ni pío por la atropellada que le dieron, pero acaba de salir con que le hicieron de agua el triunfo porque entre miles y miles de votos anulados, casualmente ¡iban los suyos! ¡Vida mía de ella, ternurita!, diría AMLO.

Luego, allá por Hermosillo, Ernesto “El Borrego Gándara” salió también con que a Chuchita la habían bolseado y que entre un cúmulo de anomalías, le habían escamoteado la diputación federal por el quinto distrito capitalino.

El árbitro volvió a entrar al quite, hubo recuento y le repitieron el garrotazo: el morenista Jacobo Mendoza la había ganado a ley, así que adiós a las esperanzas opositoras de sacar por lo menos una de las 7 diputaciones en juego. Como en el dominó: “zapato”, pues.

Este lunes, “El Borrego” emitió un video agradeciendo los más de 70 mil votos que obtuvo, pero reconociendo que le fueron insuficientes ante Jacobo Mendoza, a quien le deseó la mejor de las suertes, en un gesto que sin duda habla bien de él.

Cuando menos, al excandidato a la gubernatura se le reconoce que no se aferró a buscar en tribunales lo que las urnas no le dieron.

A esperar sentados…
En cuanto a los que se sintieron marginados en el reparto de candidaturas, ni hablar: los de la alianza PRI-PAN-PRD han de haber alzado los brazos al cielo agradeciendo que no los aventaron a la lumbre, y por Morena, los militantes “químicamente puros” deben prepararse para apechugar otro sexenio viendo cómo los chapulines recién llegados les comen el mandado, porque bastante clarito se los dijo desde marzo la Sheinbaum-candidata:

“Hay compañeras y compañeros fundadores de Morena que son fundadores, pero no ganan una encuesta, y hay otros compañeros que se acercaron hace seis años, hace tres, y que sí ganan una encuesta”.

Pues ni pa’dónde hacerse: seguramente que, ya hundidos sus barcos, el éxodo de priistas, panistas y perredistas (con mayor razón éstos) habrá de continuar colonizando las filas guindas, sólo que ahora su beatificación ya no correrá a cargo de López Obrador, sino de Claudia Sheinbaum, que ya adelantó su proclividad a recibirlos… siempre que ganen encuestas, no importa que lleguen etiquetados como corruptos.

Y como en las encuestas (aunque nadie las vea) siempre decide el pueblo, pues hay que acatar la voluntad popular. Mjú.

Ahí está el vaticinio sobre lo que viene para fundadores como don Genaro Ochoa Vega, que se cansó de alertar sobre el arribo de personajes ajenos a la verdadera ideología morenista.

Que nadie se llame engañado. Y ni modo: a esperar sentados.