CARRUSEL | EN GABINETE “CAMPECHANEADO”, YA SALIÓ EL GANADOR DE LA RIFA DEL TIGRE

Por Víctor Fausto Silva D.

Entre la modorra de un gobierno que languidece –con un presidente reciclando y atizando sus pleitos ya viscerales- y otro que aún no llega, Claudia Sheinbaum sigue desgranando la mazorca respecto a quienes integrarán su gabinete.

El pasado jueves destapó a seis más, ahora en materia de economía y salud, con los cuales ya suma doce de lo que será su primer círculo.

Si se tratara de calificarlo, podría decirse que viene “campechaneado”, porque de ellos, seis están o estuvieron en el gabinete de López Obrador y cuatro trabajaron con ella durante la jefatura de Gobierno de la ciudad de México. Dos provienen del sector de investigación y ciencia, el campo propio de la próxima mandataria.

Se trata de Rogelio Eduardo Ramírez de la O para la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Raquel Buenrostro Sánchez, para la Secretaría de la Función Pública, Luz Elena González Escobar en la Secretaría de Energía, David Kershenobich Stalnikowitz en Salud, Jesús Antonio Esteva Medina en la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes y Edna Elena Vega Rangel en la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano.

El nombramiento de Ramírez de la O en Hacienda, previamente “cantado” por Sheinbaum, se consideraba natural tanto para mantener la estabilidad fiscal como apaciguar a los dueños del dinero respecto a cambios abruptos en la conducción económica, tan frecuentes antaño cuando al mandatario entrante le daba por inventar el hilo negro, con las consecuentes y pavorosas crisis económicas que terminábamos pagando todos.

Bien que mal, Ramírez de la O ya está ahí, conoce el terreno que pisa y cómo moverse, pero la designación del casi impronunciable David Kershenobich Stalnikowitz, tiene muchísimo más que ver con las añejas y lastimosas deudas que en este rubro siguen padeciendo los mexicanos, porque la descarnada realidad hace mucho tiempo que sepultó el triunfalista discurso de que vivimos en Jauja y aquí sólo se muere el que quiere, y hasta se le entierra con mariachi.

López Obrador podrá decir misa hasta el último segundo de su mandato, pero jamás podrá borrar que uno de sus más estruendosos fracasos fue en materia de salud.

Llegó tumbando caña, y viendo corruptos por doquier, decidió que la única cirugía viable era a hachazos: desapareció el Seguro Popular –según él putrefacto por tanta rata, que además nunca castigó-, inventó el Insabi, pero luego de meterle dompadas de dinero, con la mano en la cintura lo desapareció y de última hora se sacó de la manga el IMSS Bienestar, anunciando que ahí se atendería a cualquier cristiano, afiliado o no, cotizando o no.

Y mientras López Obrador mantenía su discurso amelcochado ofreciendo las perlas de la virgen, incluso con una farmaciototota que no se le hubiera ocurrido ni a Obama, los millones de derechohabientes del viejo IMSS seguramente recordaron el viejo dicho de que “éramos muchos y parió la abuela”, porque si antes no había medicamentos suficientes y las citas con especialistas eran para recoger certificados de defunción, con la atención abierta la problemática se agudizó.

Ahora hay un mundo de gente esperando atención oportuna y enfrentando la misma falta de especialistas y el crónico desabasto de medicinas, porque hasta donde se sabe, la mega farmacia quedó en un vil bodegón que ni cosquillas le hace al Doctor Simi.

Del doctor Kershenobich Stalnikowitz se hablan puras cosas buenas y muestra impresionante currículum académico y de desempeño profesional, pero –él también lo sabe- en buen cristiano puede decirse que acaba de sacarse la rifa del tigre.

De entrada, su nombramiento habla bien de Claudia Sheinbaum y su objetivo remarcado este jueves de mejorar el sistema de salud, porque está escogiendo a un buen perfil. Hasta donde se vislumbra es infinitamente superior al actual florero Jorge Alcocer, que terminó dejando la Secretaría en manos de un charlatán inepto como Hugo López Gatell, de infausta memoria por los saldos de la pandemia del Covid, pero con tantas tablas como bufón y lambiscón que se embolsó la aberrante admiración de López Obrador.

Está de más decir que a Kershenobich tampoco se le podrán pedir milagros, y menos con el tiradero que le dejarán en ese sector, pero es de esperar que la presidenta le endose el cargo con las facultades y los recursos necesarios para sacarlo del atolladero y librarlo de los vaivenes derivados de caprichos y ocurrencias, que terminan costando muy caro.

Más allá de la capacidad del elegido (si falla, no pasa de que se busque a otro), lo que estará en juego será la voluntad y la honestidad de Claudia Sheinbaum para limpiar el mugrero, deshacer lo mal hecho y enderezar el rumbo, porque implicará, quiérase o no, enjuiciar la obra –y los yerros- de su tutor político.

Dejar las cosas como están tampoco es opción. Sería avalar la incompetencia de un gobierno que no supo, no quiso o no pudo resolver uno de los problemas que más afecta a los mexicanos. Y si “primero son los pobres”, sobre el sector salud recae buena parte de sus necesidades más sentidas y urgentes.

En vía de mientras y en este país que se rige por el esperanzador “¡ojalá!”, Kershenobich por lo menos recibirá (ooootra vez) el bono de la esperanza de quienes aspiran a un servicio de salud eficiente y digno.

Por lo pronto, el futuro secretario apareció ya ante la prensa e incurrió en lo que celosos defensores de la 4T podrían interpretar como una herejía contra la doctrina de López Obrador, al señalar que el sistema de salud de México “no será necesariamente como el de Dinamarca”.

“Que sea de Dinamarca quiere decir que sea de calidad, con ciencia, y que sea para toda la población, (…) vamos a tratar todos esos aspectos, gratitud en el servicio y tener un servicio fortalecido para toda la población”, comentó.

A ver si los puristas no lo queman en leña verde, no tanto por conceptos que no pasan del color rosita, sino por su irreverencia de no sumarse a la quema de incienso y a calificar la obra de AMLO como única, histórica, irrepetible, infalible y cuanto elogio usted guste y mande.

Si le jalan las orejas o no, ya se verá. Pero lo dicho, queda dicho.