Por: José Carlos Campos
TÉRMINO- El triunfo de los Pericos de Puebla en el sexto juego de la serie final, con el que se agenció el campeonato de liga, puso fin a la temporada 2023 de la Liga Mexicana de Béisbol. Merecido el gallardete para el club poblano y queda pendiente aún el que los Algodoneros de Unión Laguna se quiten la “malaria” de más de 70 años sin ser campeones.
Más allá de lo que fue esta serie final, de sus detalles y acontecimientos, la atención queda puesta en el 2024, en lo que pasará y bajo qué rieles transitará luego de que presuntamente, y por decisión de sus dueños, al estilo “Big Brother” decidieron que las reglas cambian. Aparentemente se dieron cuenta que el modelo (presuntamente) competitivo no era el más indicado y la darán una vuelta de tuerca el año que viene.
Claro está, lo primero será saber con cuántos equipos se jugará la campaña que viene, si se concretará la anunciada expansión o esta quedará reducida a solamente ser una simple mudanza de franquicias o sustitución de las mismas. De acuerdo, Querétaro ingresa, pero, ¿para aumentar la papeleta o para reemplazar a otra plaza que deja a la LMB? ¿Ingresará Chihuahua o queda para las otras pizcas? ¿Qué va a pasar con los Mariachis de Guadalajara, se pondrá en pausa, se quedan o se van?
Y es que parece que a la caída del telón llegaron las penumbras para el viejo circuito.
ESPERADO- Tras el cierre de campaña era previsible que al calor de las “nuevas medidas”, algunos clubes iniciaran una acelerada acudida de sus rosters y listas de peloteros, en algo que, de fondo, revela el desaseado manejo de los peloteros.
En los próximos meses nos enteraremos del futuro que espera a decenas de peloteros que, en su gran mayoría de doble nacionalidad, nacionalizados o en lista de espera para serlo. No creemos que sean los jugadores nativos los que sean protagonistas de dichos movimientos.
Aquí el tema es que empieza desde ahora una recomposición en los clubes que abusaron de las reglas “anteriores” y que a través de ellas se llenaron de jugadores hoy reconocidos como “no nativos” y no beneficiarios de la laxitud de algunas oficinas del registro civil que merced a ellas, aportaron a varios jugadores la nacionalidad mexicana.
Por cierto, una duda, el nombramiento de Chris Carter como MVP de la serie final ¿lo ganó como extranjero o como mexicano? ¿Con qué nacionalidad le será reconocido el galardón?
Por cierto, ‘telonazo’ que llegó sin aclarar -ni ganas de aclarar- las presuntas ilegalidades reveladas por “Proceso”. El silencio fue la respuesta y pues el regreso en 2024 será con toda la basura de este año colocada bajo la alfombra.
A CAMBIO- Son estos y otros detalles más, que casi muy casualmente surjan las eternas y odiosas comparaciones que se hacen entre la LMB y la LAMP, concentradas éstas en lo referente a la seriedad y al nivel de organización que privan en ambos circuitos.
Mientras que en verano todo se desenvuelve, desde hace años, entre sospechas, resabios, pompa mal disimulada y una evidente falta de empatía entre socios, en invierno se avanza poniendo al frente la unión de los socios, de los dueños de clubes, privilegiando el afán organizativo tanto como el aspecto deportivo.
No hablamos del nivel competitivo sino el trato y prioridad que cada liga otorga a sus razones de ser. Ambas cumplen cabalmente su papel en la industria del entretenimiento, pero se logra advertir que mientras en la LMB las cosas clave se manejan en lo oscurito, en la LAMP se advierte mayor transparencia.
Los retos que tienen ambas ligas parecen muy similares, se sabe, pero mientras que en una se minimizan negándolos, en la otra se asumen y se combaten de manera unida. Las rivalidades se dejan para el terreno de juego.
Resultado de que hay quienes han aprendido a ser socios y de quienes, aparentemente, no quieren serlo.