Por Arturo Soto Munguía
Ayer domingo hubo dos eventos políticos que en las imágenes difundidas para publicitarlos retratan de manera diáfana cómo giró la rueda de la fortuna el año pasado en Sonora. Las dos caras de la moneda: el empoderamiento en cuyo jolgorio no se repara en protocolos ni formalidades por un lado, y el reagrupamiento de glorias pasadas, rostros serios y sonrisas forzadas de quienes no parecen tener más que administrar que la derrota.
La primera imagen es la del nuevo Comité Estatal de Morena, presidido por una mujer: María del Rayo Gaytán Sánchez que aparece a un lado pero ligeramente detrás del gobernador Alfonso Durazo Montaño que en su calidad de presidente del Consejo Nacional de Morena fue el encargado de tomarle la protesta de ley a los nuevos dirigentes.
No se recuerda que algún otro gobernador o gobernadora hubieran tomado protesta a la dirigencia de su partido, pero también es cierto que ningún otro gobernador o gobernadora firmaran al mismo tiempo como presidentes del máximo órgano de deliberación partidista en el país.
El último dirigente de un partido en el gobierno que tomó protesta fue Ernesto de Lucas el 12 de enero de 2019. Al acto acudió la gobernadora Claudia Pavlovich pero tuvo una participación más bien discreta, pues la toma de protesta estuvo a cargo de Claudia Ruiz Massieu, entonces dirigente nacional del PRI.
El primer gobernador de Morena en Sonora, Alfonso Durazo tiene en su posición de dirigente nacional, la justificación perfecta para refrendar su papel de jefe nato del partido en el gobierno, “un militante ejemplar y con la capacidad de consenso”, como lo describió Rayito Gaytán.
En la imagen aparecen 35 hombres y 35 mujeres de todas las edades que integran paritariamente la dirección estatal de Morena y a quienes el gobernador instó a desempeñarse con sencillez, transparencia y siempre privilegiando la unidad.
Las sonrisas en esta imagen nacen de la conciencia de saberse gobierno en el estado y los principales municipios; de tener la mayoría en el Congreso local y siete de siete diputados federales (más los pluris). El empoderamiento en una foto, pues.
La otra foto también es simbólica. Alude al encuentro del nuevo dirigente estatal del PRI, Rogelio Díaz Brown con 11 de quienes le antecedieron en ese cargo, además del delegado del CEN Ramiro Hernández García y el ex gobernador Samuel Ocaña García al centro.
Ni una sola mujer. El más joven es el propio Díaz Brown con 42 años. El resto ya peinan canas (los que tienen algo que peinar). Son sin duda cuadros experimentadísimos, con historias personales variopintas que no pueden entenderse fuera del partido que gobernó a Sonora durante más de 70 años; acumulan victorias y derrotas y a todos les tocó parte de la responsabilidad en cada una de ellas.
Si una imagen representa el momento que está viviendo el PRI en estos días, es la de un Rogelio Díaz Brown acuerpado por estos decanos del tricolor. Vea usted: Miguel Ángel Murillo, Javier Hernández Armenta, Roberto Sánchez Cerezo, Rosario Rodríguez Quiñónez, Gilberto Gutiérrez Sánchez, Víctor Hugo Celaya, Alfonso Molina Ruibal, Manuel Robles Linares, Alfonso Elías Serrano, Bulmaro Pacheco Moreno y Onésimo Aguilera (que por cierto es el más joven cuan efímero ex dirigente).
El mensaje que surgió de este peculiar encuentro fue que “en el PRI Sonora hay lugar para todos”. Díaz Brown dijo que continuarán sumando fuerzas y reafirmó la importancia de la unidad. “Este es el momento de reconstrucción, donde todos tenemos que ser parte activa. Vamos a retomar las banderas de la sociedad que es la que nos ha dado la fuerza y la confianza de gobernar en muchos momentos”, apuntó.
Como se sabe, el PRI Sonora acaba de pasar por una ríspida sucesión en su mando estatal que dejó heridas abiertas e hizo aparecer el fantasma de la deserción y la desbandada. Con los cuadros que aparecen acuerpando a Rogelio Díaz Brown se pretende reunificar el partido y ponerlo en la senda de la competitividad electoral para el 2024.
Usted, como siempre, será quien tenga la mejor opinión.
II
Este lunes va a arder Troya. Las cenizas humeantes del basurero de Cocula volvieron a prenderse con la publicación de una parte del informe sobre el caso Ayotzinapa que hace unas semanas presentó el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas. Pero el diario Reforma, en la pluma de la periodista Peniley Ramírez dio a conocer las partes que en dicho informe (público por cierto) aparecían testadas, es decir reservadas, imposibles de leer.
Las revelaciones son escalofriantes porque descubren momentos, situaciones, diálogos entre protagonistas (funcionarios y criminales) de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas.
Pero no es menos escalofriante lo que subyace en esta publicación: la cúpula militar y los gobiernos de Peña Nieto y de AMLO sabían casi desde el principio el destino de los muchachos y de una y muchas maneras alentaron la eventualidad de que podrían aparecer con vida.
La periodista ha sido objeto de un linchamiento mediático tremendo por parte de colegas afines al gobierno federal, así como de políticos y militantes de Morena y aliados que curiosamente no se detienen mucho a preguntarse de dónde salió la filtración.
El propio Alejandro Encinas solicitó a la FGR una investigación para dar con los responsables, alegando que las revelaciones revictimizan a los estudiantes asesinados, lastiman a sus familias y afectarían el debido proceso. Pero en ningún momento niega la veracidad de los documentos.
La filtración llega además, en un momento climático: justo un día después de que familiares de los normalistas y simpatizantes de su causa materialmente asaltaron el icónico Campo Marte, sede militar que es el corazón del ejército nacional: hirieron a policías, usaron petardos, rompieron cercas, hicieron pintas y finalmente iban a ser repelidos con tanquetas que disparan chorros de agua, pero cuando esos vehículos aparecieron, los manifestantes ya se habían ido.
Nadie, nunca, había vandalizado así el Campo Militar número 1 en Ciudad de México.
La filtración llega también, dos días antes de que se conmemore el octavo aniversario de la desaparición de los normalistas, para lo cual se llevará a cabo una nueva marcha en la capital del país.
El golpe periodístico fue demoledor. Dio debajo de la línea de flotación de la más que tersa relación del presidente con los militares, y también de la cordialidad en el gabinete, donde los principales encargados de la política interior se miran ahora con desconfianza y recelo.
No saben de dónde salió la filtración y mucho menos tienen idea precisa del objetivo de la misma. Explicar que al provenir de Reforma sea un ataque del diario que ha sido considerado en muchas ocasiones por el presidente como la voz del conservadurismo opositor a su gobierno puede ser un recurso para salir del paso, pero es apenas una generalidad que no dimensiona la gravedad de lo que está ocurriendo en esa parte del círculo cercano, donde Alejandro Encinas y el fiscal Alejandro Gertz Manero parecen haber entrado en un serio conflicto.
Es muy temprano para saber el rumbo que tomen los acontecimientos, la propia investigación y los juicios que se siguen a personas involucradas (150 de las cuales han sido liberadas), pero de que ha sido un golpe terrible al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, lo ha sido.
Esperemos las reacciones.