Por Víctor Fausto Silva D.
Como era de esperarse, la elección judicial de este domingo, más enredada que una Maruchán, culminaría con los escenarios de siempre: los orquestadores quemando cuetes de contento y los impugnadores lanzando lodo. Nada nuevo bajo el sol, pues, pero con sus asegunes.
Este lunes, a la presidenta Claudia Sheinbaum le quedó chiquito cualquier diccionario de sinónimos para echarse porras: “un éxito, inédito, impresionante, maravilloso, democrático”, exultante de gozo porque además, reapareció el gurú López Obrador y entre otros gorgoritos, le soltó sus flores calificándola como “la mejor presidenta del mundo”.
Por supuesto que la mandataria tiene motivos para festejar, porque al estilo de Calderón, “haiga sido como haiga sido” le sacó la tarea adelante a su mentor, que le había dejado encaminada la sujeción del Poder Judicial para, ahora sí, concentrar en el Ejecutivo el poder total, ya sin contrapeso alguno.
De paso, la presidenta aprovechó para darle una raspada a la oposición criticona, al señalar que “fueron 13 millones de personas la que salieron a votar; más del doble de los que votan por el PRI, más de los que votaron por el PAN (respecto a la elección presidencial del 2024). Claro que es un éxito”.
Por supuesto, mentiras no dijo la señora al subrayar lo que a todo mundo le consta, que PRI y PAN parecen difuntos en pena y al rato no ganarán una elección ni en un ejido cachorero, pero de eso a que la elección judicial haya sido una maravilla, dista mucho.
Aparte, lo más escabroso de la reforma ya la había sacado Morena en las cámaras legislativas, parte a caballazo y parte a punta de sobadas, amenazas soterradas con expedientes abiertos y chaquetazos, como el que dieron en el Senado los Yunes, padre e hijo, así que sacar la votación ya pasaba a ser mero protocolo.
Con esos antecedentes suena exagerado darle vuelo a las fanfarrias por una elección que resultó esquelética, y que tirándole ya a números finales, apenas alcanzaría un máximo del 13 por ciento de participación.
Mañosamente, Claudia Sheinbaum se saca de la manga que fue más gente a votar de la que votó por el PRIAN, cuando el quid del asunto es otro: que aún con todo el aparato del Estado y de Morena trabajando a todo vapor, no lograron “prender” a la gente para ir a votar, cuando se supone que la reforma y la elección fueron producto del “mandato de las urnas” decidido por un pueblo “más informado, más politizado” y que las hilachas, y por ende, más sabio.
Como que no cuadra el supuesto y cacareado frenesí popular por la transformación ni la popularidad del 80 por ciento de la presidenta, con la realidad a la hora de apersonarse en las cajitas de las decisiones, para manifestar en los hechos tanta chulada de respaldo.
De cualquier manera, “haiga sido como haiga sido” el gobierno sacó adelante su proyecto para convertirse en lo que tanto criticó la izquierda: en el neo-PRI omnímodo y avasallador… claro, con el maquillaje de que aquellos eran unos raterazos de miedo y ahora sí llegaron ángeles y querubines, con alas y aureolas. ¡Mjú, ándale pues!
Y por supuesto, ya con todo el garrote a la mano, poco importará que al rato participe apenas el uno o 2 por ciento de votantes, porque a los del poder siempre les quedará el discurso triunfal: “votaron pocos, pero ¿qué creen? ¡todos a nuestro favor!”
Así que, en vía de mientras, harían bien en echarle menos crema a los tacos, porque ni ellos se la creen que el proceso fue una locura de participación desenfrenada, como para colgarle el rosario de calificativos elogiosos que la señora Sheinbaum sirvió con la cuchara grande.
¿Qué queda o qué viene para el común mortal, al que ni le van ni le vienen los triunfalismos y/o los revanchismos partidistas?
La esperanza de que entre las dompadas de candidatos que participaron –palomeados por dedazo o colados de buena fe- lleguen al Poder Judicial algunos que verdaderamente valgan la pena.
Porque además vendieron la idea de que, ahora sí, llegarán los verdaderamente honrados y sin mancha, cuando ya se vio que por sus antecedentes, algunitos deberían estar en el bote, no buscando cargos, y menos en un poder tan delicado como el Judicial.
¡Ah!, pero eso sí: ya dijo el INE que a los justificadamente impugnados no se les reconocerá el eventual triunfo que obtengan…cuando ni siquiera debieron dejarlos participar. ¿Cuándo se ha visto que uin cochi suelte una mazorca?
O sea, pues, la carreta adelante de los bueyes.
Además, vender pureza en automático es como pensar que cualquier criminal se beatifica en cuanto llega a un cargo público, cuando es bien sabido que los corruptos por naturaleza no buscan que les den, sino que los pongan donde hay, para manotear de lo lindo.
Y hasta con fuero.