Por Arturo Soto Munguía
Incluso los más fervientes devotos del obradorismo saben que la sucesión presidencial de 2024 estará lejos de los márgenes con los que Andrés Manuel López Obrador arrolló en 2018, aun con el crecimiento exponencial de un movimiento que a casi nueve años de fundado gobierna a la mayoría de los mexicanos, cuenta con 22 gobernadores y domina la cámara de diputados y la de senadores, así como la mayoría de los congresos locales,
Un escenario en el que Morena pierda la presidencia de la República en 2024 es, hoy 13 de enero de 2023, sumamente improbable, pero no lo es tanto el que haya una reconfiguración de fuerzas en el poder legislativo y, eventualmente en algunas gubernaturas.
No hay que perder de vista que en 2024, al mismo tiempo que se elegirá al (a) presidente de la República, se estarán eligiendo gobernador@s en Ciudad de México, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán. También a los hombres y las mujeres que ocuparan escaños y curules en el senado y la cámara federal de diputados.
En conjunto estas entidades superan los 40 millones de votantes en sus listas nominales, casi la mitad de quienes cuentan con credencial para votar en todo el país.
Se entiende entonces por qué no es gratuito ni casual que la intensidad de la contienda esté subiendo de tono desde hace un par de años, pero sin acercarse siquiera a los niveles que adquirirá en este 2023 cuando se disputan las gubernaturas de Coahuila y Estado de México, este último con la lista nominal más grande del país (más de 12 millones), mayor incluso que la de Ciudad de México.
En Coahuila hay poco más de dos millones de electores.
La referencia a las elecciones locales es necesaria, pues en las realidades regionales y la sumatoria de las mismas se configura el escenario nacional.
II
El resurgimiento de la Alianza Va por México signada por los dirigentes nacionales del PRI, el PAN y el PRD apareció ayer después de una serie de distanciamientos y deslindes provocados básicamente por la ecléctica (de alguna manera hay que llamarla) posición del dirigente nacional del tricolor, Alejandro Moreno en un tema de coyuntura a finales del año pasado: la extensión de la permanencia de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública hasta 2028.
Con ello, el PRI rompió el acuerdo de la llamada ‘moratoria constitucional’ tomado por las tres fuerzas opositoras, provocando una ‘pausa’ en su alianza.
Pero, como veíamos a la luz de los datos expuestos párrafos arriba, el pastel es demasiado apetitoso para despreciarlo por un ‘desliz’.
Especialmente cuando la oposición a Morena comienza a otear en el aire una serie de señales que le hacen albergar la esperanza de meterse en serio a la contienda presidencial de 2024.
¿Y cuáles son esas señales?
Casi todas derivan de un par de errores cometidos por el presidente de la República.
El primero, confiar en que su popularidad y liderazgo bastarían por sí solos para repetir en 2021 la epopeya de 2018 y conquistar (ya sin necesidad de cooptaciones poselectorales) la mayoría calificada en la cámara de diputados y en la de senadores.
Pero de 2018 a 2021 Morena perdió unos diez millones de votos, lo cual se tradujo en la pérdida de esa mayoría calificada en ambas cámaras que le hubiera permitido sacar adelante reformas estratégicas para su proyecto, como la energética, la de seguridad nacional y la electoral, sin necesidad de estar hoy metido en la vorágine de una eterna fuga hacia adelante en la que ya escaló el choque con el otro poder, el Judicial. Con la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
El segundo error fue adelantar ¡tres años!, su propia sucesión.
El 5 de julio de 2021, apenas pasado el proceso electoral y a pesar de los resultados antes descritos, AMLO destapó a Caludia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Tatiana Couthier, Juan Ramón de la Fuente, Esteban Moctezuma y Rocío Nahle. Por alguna razón no incluyó entonces a Ricardo Monreal, y a Adán Augusto López tampoco, porque aún no lo llamaba a la secretaría de Gobernación, ocupada entonces por Olga Sánchez Cordero.
La liturgia del sistema político mexicano ordenaba que el ‘destape’ se hiciera un año antes de la sucesión.
Pero AMLO lo hizo tres años antes y con eso abrió las puertas del infierno para que se soltaran los demonios de manera que a estas alturas cualquiera pudiera pensar que los seis mil elementos de la Guardia Nacional comisionados para vigilar el Metro tendrían un bono extra si encuentran a Ricardo Monreal o a Marcelo Ebrard pretendiendo emular a aquellos dos amigos que venían de Mapimí y que, especializados en descarrilar trenes ‘traiban’ maquinaria y muy buena batería para desclavar los rieles y hacer los cambios de vía.
Valga la metáfora, si en la oposición hay interés en descarrilar la candidatura de Claudia Sheinbaum, la indiscutible favorita del presidente, en Morena no faltan ganas y eso le mete un ingrediente adicional a la de por sí compleja y adelantadísima sucesión presidencial.
A ese columpio se han subido Marko Cortés, Alito Moreno y Jesús Zambrano (clase de fichitas) para meter a su alianza a la contienda.
Timing sí traen.
Los últimos meses no han sido halagüeños para el presidente. En noviembre del año pasado le sacaron decenas de miles de ciudadanos en las principales ciudades del país para protestar contra su reforma electoral, que además frenaron en las cámaras.
El presidente fue obligado a cambiar su agenda y en lugar del informe que daría el jueves 1 de diciembre, lo adelanto al 27 de noviembre, día domingo, inhábil y propicio para movilizar a todo el aparato de Estado. Fue la madre de todas las marchas. El cerrojazo final del año para mostrar el músculo, el poderío, el dominio de las calles, territorio que le quisieron disputar los conservadores y fifís el 13 de noviembre.
Y le salió muy bien. Lo logró. El pueblo está con él.
Pero el 2022 terminó mal. Le pillaron a su candidata a la SCJN como plagiaria y eso desató un escándalo de corrupción que no termina. Y el 2023 comenzó peor.
Atraparon a Ovidio Guzmán y qué pena con doña Consuelo, pero creo que no habrá más visitas a Badiraguato.
El Metro de la Ciudad de México, esa telaraña de pasiones inenarrables que late en el corazón de la urbe ha hecho crisis y con ella, su candidata favorita. Ahí nomás son cinco millones de pasajeros diarios que independientemente de sus filias y fobias políticas, se preguntan diariamente si podrán llegar a su destino.
La oposición lo sabe y lo aprovecha.
¿Los que eran oposición no lo hacían antes con los yerros, omisiones o corruptelas que cometían los que estaban en el gobierno?
Pues sí.
PD
Ya como disyuntiva ineludible, como encrucijada inexorable: ¿Avanzamos al pasado o regresamos al futuro?
Qué putos nervios.