Por Bulmaro Pacheco Moreno
En los últimos años, el municipio de Álamos ha tenido una racha de buenos presidentes municipales que le han permitido —al tiempo que avanza en la modernidad— combatir también la pobreza extrema que por años caracterizó a sus habitantes del medio rural.
Alcaldes muy arraigados a las costumbres y las tradiciones de uno de los pueblos más antiguos de Sonora (1682), pero también con ideas modernizadoras que han contribuido a la solución de los rezagos sociales de las últimas décadas del siglo XX y lo que va del XXI.
En su historia, Álamos ya dio presidentes de la República: (Félix Zuloaga), un vicepresidente: (Ramón Corral Verdugo), varios gobernadores: Ramón Corral, Alejo Bay Valenzuela, Fausto Topete, Ramón Ramos, Jesús Gutiérrez Cazarez (nativo de Los Camotes), y Román Yocupicio de Masiaca, cuando esta comunidad pertenecía a Álamos.
De Álvaro Obregón Salido la historia registra que nació un 19 de febrero de 1880 en la Hacienda de Siquisiva, distrito de Álamos (Corbalá).
El profesor Enrique Ibarra Álvarez no nació en Álamos, pero se arraigó en el municipio desde 1962. Nació en Rosario Sinaloa, un 16 de febrero de 1943, sus padres: Ramón Ibarra y María Álvarez de Ameca, Jalisco.
Los oficios de zapatero y cartero de su padre lo obligaron a buscar otras realidades en las minas de Baja California Sur, y Enrique, con apenas tres años de edad, fue trasladado a la población de Santa Rosalía.
Ahí trabajó con su padre en máquinas para coser calzado y después en labores comerciales. Toda su educación básica la desarrolló en escuelas públicas y por “vocación social”, dice, se decidió por el magisterio e ingresó becado a la Escuela Normal Urbana Domingo Carballo Félix, de La Paz; una histórica institución impulsada por Octavio Béjar y Jaime Torres Bodet en el gobierno de Manuel Ávila Camacho.
Era norma que los egresados, primeros 10 lugares en calificaciones se quedaran a trabajar en el Estado y los 20 siguientes eran enviados a Sonora. Así llegaron, por ejemplo, Hugo Romero en 1960 a la colonia Unión, Rubén Castro en 1963 al ejido el Caro; Juan Salvatierra y Valentín Arce Murillo después entre muchos. El resto, cubrían la demanda de profesores en otras partes de México.
Al llegar a Hermosillo en 1962, en la entonces Dirección Federal de Educación le advierten a Enrique: “Para usted solo tenemos Vícam y Álamos. ¿Cuál prefiere?”. Sin pensarlo mucho dijo: Prefiero Álamos”.
Y así se trasladó para presentarse con el jefe de operaciones militares en el municipio (se hacían la normal y el servicio militar al mismo tiempo) y lo asignaron a la comunidad de San Bernardo.
“Venía por un año obligatorio, porque fui becado en la Normal” refiere con orgullo, pero lleva ya ¡60 años! en Álamos.
Llegó y empezó a dar clases en la primaria rural federal Cuauhtémoc, donde tres maestros impartían los seis grados, viviendo en un pequeño cuarto que hacía las veces de casa del maestro, asistiéndose para alimentarse con familias del lugar. “Tiempos en que el salario de un profesor federal era de 450 pesos mensuales”, “Período de Lauro Franco, presidente municipal, y de Luis Encinas Johnson como gobernador”.
“Eran tiempos en que de San Bernardo a Álamos se hacían dos horas en camión y los fines de semana nos íbamos a la cabecera municipal a jugar beisbol y al cine con la “chavalada” de entones, como Juvencio Franco y Rafael Green, que también daban clases en San Bernardo”, dice.
Permaneció durante 10 años en la primaria Cuauhtémoc y destacó por su intensa promoción al deporte y la educación física. Hizo buena fama como maestro serio y cumplidor.
Después lo cambiaron a la cabecera municipal, a la escuela primaria federal Revolución, de organización completa, con la consigna de que promoviera deportes como el atletismo y el beisbol en el municipio.
Ante el enorme déficit de profesores de educación física de aquellos años (ahora también), el profesor Ibarra había permanecido durante dos veranos en la Escuela Nacional de Educación Física (ENEF) para capacitarse como entrenador de deportes, principalmente para promover el atletismo (pista y campo, carreras, jabalina, bala, disco, saltos, etc.) en el municipio.
Poco tiempo después lo nombran (SEP) encargado del deporte en Álamos, lo que le permitió relacionarse aún más con el mundo deportivo del municipio y con las autoridades de todos los niveles.
—¿Sindicalista, Enrique? —Sí, claro, dice.
Afiliado al SNTE desde 1963 se desempeñó en diversas comisiones y cargos sindicales a nivel regional. Eso le permitió proyectarse políticamente y arribar primero a la CNOP municipal y después a otras carteras en el CM del PRI y colaborar activamente en materia educativa con los alcaldes Baldomero Corral Álvarez, Rosendo Venegas Reyes, José Reyes Amarillas, y José Jesús Gil Vega. Ya en tareas de partido, estuvo cerca de los presidentes Darío Villarreal, Humberto Franco Terán y Manuel Ruiz Arzaga (1985-1988), con quien colaboró en el ayuntamiento como comisionado del deporte. De ahí pasó a dirigir al PRI municipal, y siendo presidente del Comité Municipal, fue postulado como candidato a presidente municipal para el trienio 1988-1991.
Muy conocido por su labor de gestoría en el magisterio, por su integridad cívica y moral en la actividad pública y sin adversarios —”no creo, hasta ahora, haber hecho enemigos nunca en Álamos”—, subraya, ganó con facilidad la elección en julio de 1988.
Como presidente municipal se aplicó a resolver problemas: Promovió la creación del Colegio de Bachilleres, para superar un rezago que enfrentaba la juventud de Álamos a través de una modesta preparatoria por cooperación que carecía de todo. Promovió a Álamos a nivel nacional en materia ambiental. En materia cultural le dio forma al festival Ortiz Tirado y logró que Álamos fuera clasificado como monumento histórico, abrió caminos, sentó las bases para la pavimentación del camino Álamos-San Bernardo. En audiencia con el secretario de Programación del gobierno federal Ernesto Zedillo, éste le autorizó numerosas obras de electrificación en el medio rural, Y al recibir al presidente Carlos Salinas en el municipio, personalmente le pidió la solución al problema del agua en la cabecera mediante la obra de El Sabinito.
Integró un buen equipo de trabajo con Guadalupe Valdez, Candelario Morales, Federico Yépiz y David Corral, entre otros. “Nunca tuve problemas graves, y eso que me tocaron tiempos políticos duros”, dice.
Salió del gobierno municipal a los 48 años. 31 años después su vida profesional ha seguido activa. Por muchos años dirigió con éxito el centro de maestros. Se jubiló del magisterio en el 2015 después de 53 años de servicios ininterrumpidos, pero siguió trabajando en actividades educativas y culturales. Ahora más, integrado con Javier Ayala Partida y Jorge Pacheco Fabela, dos talentosos y creativos impulsores del Seminario de Cultura Mexicana, corresponsalía Navojoa —región del Mayo—, que trabajan y realizan sus actividades con más vocación cultural, ganas, pasión y emoción que dinero.
“Mi gran preocupación ahora, es que Álamos tenga buen equipamiento educativo. Ya se hizo bastante con la cobertura amplia de la educación media superior y la extensión del ITESCA que les brinda a los jóvenes de Álamos la oportunidad de estudiar aquí”.
“Pero Álamos da para mucho, y además de tener una institución de educación superior completa, debería fundarse aquí también una escuela de arte, para enriquecer aún más la cultura de nuestro pueblo”, afirma.
En buen estado físico y acuerpado por sus hijos, uno de los cuales (Ramón Ángel) falleciera años atrás, se aplica con el resto: Iván Enrique, Aracely y María Genoveva, procreados con Hermelinda González, de San Bernardo, con quien contrajo matrimonio en 1972.
“Yo aspiro a más educación y más cultura porque la historia reciente de Álamos nos muestra que, si le apostamos a la educación, sí progresamos… Ahí están los resultados de los últimos años”.
—¿Satisfecho con tu vida Enrique? ¿Consciente de que de origen optaste por el servicio a la gente y por la actividad pública?
—Sí. “He tratado de ser siempre congruente y vivir a plenitud. Nunca me he arrepentido de mis decisiones vitales, eso me ha dado una mayor perspectiva de las cosas y mejores herramientas morales para vencer las adversidades de la vida”…Y vaya que las ha vencido.
Es Enrique Ibarra un permanente enamorado de Álamos, de la vida y de la educación. Un hombre íntegro, respetado, con una gran fortaleza moral, ejemplo de generaciones y referente obligado para entender el progreso reciente de ese municipio tierra de Presidentes y gobernadores, de María Félix, de Alfonso Ortiz Tirado y desde luego, de Antonia Velásquez Cano, la célebre sobadora de Cochibampo.