Por Arturo @Chaposoto Munguía
Obligado por una situación familiar hube de realizar un viaje al norte del estado; hace menos de un mes había hecho el mismo recorrido y el estado en que se encuentra la carretera federal 15, mejor conocida como ‘cuatro carriles’ es, en algunos tramos francamente deplorable. Y peligroso.
Después del retén de Querobabi y casi hasta llegar a Magdalena hay tramos que están llenos de baches, algunos de profundidad letal para las llantas de los vehículos y desde luego para la seguridad de las personas.
No existe señalización alguna y transitar de noche por esa parte de la carretera es un riesgo permanente; tampoco se observa, de día, personal trabajando en la reparación de cientos, sí, cientos de hoyos de todos tamaños y profundidades que aparecen al azar y obligan a maniobras peligrosas.
El desastre en la región Guaymas-Empalme y la destrucción de puentes que ocasionaron las extraordinarias lluvias en días pasados no ha dejado ver esa otra zona de desastre que es la carretera federal y las autoridades deberían voltear los ojos a ese problema.
En mi caso debo decir que el saldo del viaje fue blanco pero pudo no serlo. Afortunadamente solo hubo pérdidas materiales, una llanta que tronó como bomba al caer en uno de esos hoyancos que se encuentra aproximadamente en el kilómetro 121 de sur a norte. Pero como ese hay muchísimos más por toda la zona y, si la naturaleza se sigue ensañando, van a aparecer otros y las lluvias volverán más profundos y peligrosos los que ya existen.
¿Quién es el delegado de la SCT y qué puede hacer? Saberlo es tan irrelevante como los chines y jotas que afloran espontánea y ruidosamente cuando sucede un accidente en esa rúa.
II
Mientras tanto autoridades de los tres niveles de gobierno siguen coordinándose para reparar los estropicios en presas y muros de contención en la región Guaymas-Empalme y buscando una solución definitiva a esos problemas que periódicamente aparecen con las lluvias, sobre todo cuando son como las de este año, extraordinarias.
Ayer el gobernador del estado Alfonso Durazo realizó un recorrido aéreo por las zonas más afectadas supervisando los trabajos de auxilio a la población, en los que se debe destacar el papel que han jugado la Marina, el Ejército y la Guardia Nacional. Hasta hoy han llegado 250 toneladas de ayuda de parte del gobierno federal, 150 de las cuales ya fueron distribuidas. También hay que destacar el despliegue solidario de instancias de gobierno y de la iniciativa privada para colectar agua, víveres y enseres para las familias damnificadas.
Una vez superada la emergencia, lo que sigue son las soluciones definitivas para la no repetición de las tragedias que significan para miles de habitantes de esos dos municipios y sus zonas rurales, la pérdida de bienes materiales y en algunos casos, hasta de vidas humanas.
Una de las obras proyectadas es la elevación de la cortina de la presa Punta de Agua, que en días pasados se vio completamente rebasada por los excedentes y fue origen de las inundaciones en buena parte de ese territorio.
En Hermosillo, en tanto, las cuadrillas de bacheo se encuentran doblando turno en todos los sectores de la ciudad, que hacía mucho no se veía tan deteriorada en sus vialidades; este jueves comenzarán los trabajos en el poblado Miguel Alemán, que también sufrió graves estragos por las lluvias.
Hasta el momento se han tapado 203 mil metros de baches en la cabecera municipal, que si bien es una cifra importante, está muy lejos de representar un paliativo suficiente considerando la gravedad de los daños.
III
Pero no solo es Hermosillo. Las principales ciudades del estado se encuentran convertidas en otras zonas de desastre con las que todos tenemos que lidiar a diario. Ciudad Obregón es un caso patético, pero no están en mejores condiciones otras cabeceras municipales como Nogales y Navojoa, por no citar a las más castigadas que son Guaymas y Empalme.
¿De dónde?, nos preguntamos todos, va a salir el recurso que alcance para reparar los daños.
Y la pregunta no tiene respuesta. O por lo menos, no la respuesta que quisiéramos escuchar.
El gobierno del estado se encuentra en quiebra, según ha reiterado el gobernador; los municipios están en la inopia y la federación tiene prioridades que no son las que cotidianamente sufrimos todos en materia de movilidad urbana.
Echando la mirada en el mediano y largo plazo, el panorama no es alentador. Las ciudades se están deteriorando paulatinamente; algunas han sido victimizadas por fenómenos naturales que invariablemente descorren el maquillaje de las soluciones cosméticas que durante décadas sirvieron para dar una manita de gato cobrada como ‘make up’ de alta escuela.
Se puede, claro, insistir en el reparto de culpas hacia las administraciones del pasado, pero esa narrativa topa ya con otras preguntas, sobre todo las relacionadas con lo que las administraciones del presente deben hacer para salir del gran bache en que caemos todos a diario.
El tema no es menor. Los entornos urbanos están deteriorándose de manera acelerada y ese deterioro no puede corregirse si no es con dinero. Pero dinero no hay. O al menos, no hay para invertir en ello.
¿Cuántos años más pueden soportar ciudades como Hermosillo, Obregón, Guaymas, Nogales, Empalme, Navojoa y otras sin que se aplique un modelo de inversión, el que sea, que las rescate del deterioro progresivo en que se encuentran?
El modelo neoliberal fallo, por la corrupción, por la robadera y por lo que gusten y manden. ¿Pero el de hoy tiene futuro?
Por alguna razón me viene a la cabeza los planteamientos que se hacían no hace mucho los entonces alcaldes en funciones de Hermosillo y Cajeme, Célida López y Sergio Pablo Mariscal.
Una decía que solo veía pasar por el aire unos cinco mil millones de pesos de los programas sociales, pero ni un cinco para invertir en la ciudad; otro solicitaba al presidente ‘pellizcar’ unos cuantos millones de los miles que se estaban (se están) invirtiendo en los proyectos estratégicos del presidente: la refinería, el tren maya, el AIFA…
Ni una ni otro fueron escuchados. Y mientras tanto, las ciudades están convertidas en esas otras zonas de desastre que, a como van las cosas, seguirán en esos procesos de deterioro.