Por: Arturo Soto Munguía
Hoy se cumplen 28 años del asesinato de quien fuera candidato del PRI a la presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Las nuevas generaciones tendrán quizás una idea difusa, alimentada acaso por la tradición oral, algún probable interés de revisión histórica o en casos más frecuentes por la memoria social que nos habla desde las plazas, los monumentos o las avenidas que llevan su nombre.
El crimen, sin embargo, estremeció al país y al sistema político mexicano y se inscribió en una serie de acontecimientos convulsos que marcaron la sucesión presidencial de 1994 y años posteriores. Una secuela de acontecimientos que pasan por el levantamiento armado del EZLN; el protagonismo de Manuel Camacho, crímenes políticos como el de José Francisco Ruiz Massieu; la desaparición del diputado Manuel Muñoz Rocha y aquel episodio entre trágico y cómico de ‘La Paca’, una bruja contratada por Raúl Salinas para encontrarlo, entre otros episodios que nos tenían con el alma en un hilo…
De una y muchas maneras, el asesinato del magdalenense también tocó de muerte al hasta entonces partido casi único, que ya había tenido un aviso en 1988 y que en el año 2000 perdía por primera vez en 70 años la presidencia de la República.
Y en esa primera derrota mucho incidieron todos aquellos acontecimientos que tuvieron como telón de fondo una cruenta guerra al interior del partido gobernante; una guerra de la que aún quedan secuelas y de la que no han podido reponerse, pese a que todavía les alcanzó para mantener la presidencia con Ernesto Zedillo como candidato sustituto, ‘videodestapado’ por Fidel Velázquez y respaldado por Manlio Fabio Beltrones, ambos emblemas, si los hay, del viejo régimen.
El PRI ya no volvió a ser el mismo después de aquella ejecución pública en Lomas Taurinas, Tijuana. Su hegemonía se comenzó a diluir a un ritmo más acelerado; la idea de que se trató de un crimen fraguado desde las más altas esferas del poder permeó fuerte entre la sociedad mexicana y al partido gobernante se le dificultó cada vez más mantener su condición de invicto.
Sin embargo no fue la izquierda la que capitalizó ese punto de quiebre en el PRI, que ya había comenzado a crujir desde 1987 cuando prominentes figuras lo abandonaron para encabezar una insurgencia civil que empujó la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien estuvo a nada de alzarse con la victoria sobre Carlos Salinas de Gortari, y de no ser por aquella famosa ‘caída del sistema’ hoy estuviéramos contando otra historia.
Casi una década después, prevalecen sombras sobre los motivos y los autores intelectuales del asesinato, pero la certeza más extendida apunta a que se trató de un crimen de Estado, inducido desde ese entorno nebuloso donde convergen el poder político, el poder económico y el poder del crimen organizado.
Jamás se sabrá si el Colosio reformista hubiese traducido sus ideas, señaladamente las plasmadas en aquel memorable discurso del 6 de marzo, al ejercicio de un gobierno que democratizara no solo al PRI sino a la vida nacional. Si esa era su intención, no lo dejaron.
En estos 28 años ha corrido mucha agua bajo los puentes; las fuerzas políticas en el país se han reconfigurado de manera a veces extraña y muchos de los personajes que acompañaban a Colosio en aquellos días y que se mantienen vigentes en la política hoy, o pasaron al bajo perfil o lo hacen desde trincheras distintas al PRI. El propio hijo mayor de Luis Donaldo es hoy alcalde de Monterrey, por Movimiento Ciudadano.
Uno de los más cercanos al magdalenense es el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo Montaño, quien encabezará la develación de las letras doradas con el nombre de su amigo, en el Congreso del Estado. La cita es hoy a las 11 de la mañana en el salón de plenos.
II
Seguramente este día habrá otros homenajes, guardias de honor y discursos sobre el malogrado candidato en diversas partes del país.
Donde invariablemente sucede desde 1994 es en su tierra natal, Magdalena de Kino.
Desde allá se comunica el buen amigo Martín Cruz, poseedor de una muy documentada colección de reseñas, poemas, corridos, fotografías sobre la vida y obra de Luis Donaldo Colosio, que será expuesta mañana en Palacio Municipal de la membrillera ciudad.
Pero autoridades municipales le ‘sugirieron’ a Martín que quitara de los textos y las imágenes toda alusión al PRI o a los colores de ese partido “para no molestar el ánimo de autoridades de primer nivel que vendrán de visita”, nos dice.
¿Sabrán que nuestro gobernador fue del equipo de nuestro malogrado político?, se pregunta.
Y yo le pregunto, a su vez: ¿Quién te lo sugirió?
La respuesta: “Autoridades municipales que hace 28 años mamaban del tricolor, ahora independientes”.
Ahí se las dejo.
III
Y para no abandonar el tema de esta columna, fue notable el ruido que hizo en días pasados la ex senadora Anabel Acosta, que ocupó un escaño cuando Claudia Pavlovich asumió la candidatura al gobierno del estado en 2015.
Priista de cuna, hija de un militante tricolor de largo aliento como es Raúl Acosta Tapia, también fue candidata del PRI a una diputación federal y a la alcaldía de Cajeme, siendo derrotada en ambos intentos.
Recientemente, Anabel anunció su renuncia al PRI y hablo de seguir participando políticamente aunque no dijo bajo qué siglas.
De hecho no lo ha informado, pero unos días después apareció en una foto de Instagram acompañando a Alfonso Durazo Chávez, principal promotor en Sonora de la consulta para la revocación de mandato y para más señas, hijo del gobernador del estado.
Ignoro si su destino sea Morena, pero eso tampoco será un misterio que dure más allá del próximo año.
Como le dijo José Feliciano a Rigo Tovar, ya veremos.