Ya vendrán las explicaciones, justificaciones y reparto de culpas, pero de entrada, no hay manera de considerar un éxito la consulta de ayer: la abrumadora mayoría de los ciudadanos le dieron la espalda y decidieron no salir a las urnas.
Menos del 10 por ciento del padrón movilizado para el primer ejercicio de la llamada democracia plebiscitaria es suficiente para considerarlo un fracaso, pese a que la consigna era bastante atractiva: llevar a juicio a los ex presidentes, aunque en sentido estricto no se trataba de eso, sino de responder a una pregunta bastante laxa, por no decir confusa y al final, poco convincente, como se reflejó en las urnas.
Nadie esperaba, ni los propios promotores oficiosos de la consulta (además del INE como promotor oficial), una participación siquiera cercana a los 37 millones requeridos para que la misma tuviera un carácter vinculatorio, pero tampoco esperaban que se quedaran tan lejos. Hicieron falta 30 millones de votos para llegar a esa cifra.
Culpar al INE por la bajísima participación ciudadana es apenas un recurso para la auto exoneración en un proceso que no concitó mayor interés que el del llamado voto duro del lópezobradorismo, lo que debió encender focos rojos en su tablero porque no llegó a siete millones.
Culpar al ‘PRIAN’, a la derecha, a los conservadores o como quiera que se aluda desde Palacio Nacional a la oposición, es peor, porque sería otorgarle el reconocimiento como ‘oposición moralmente victoriosa’, ya que sus llamados a no participar en la consulta habrían sido más poderosos que los del partido del presidente y los del propio presidente, que por cierto no votó, ya que se encontraba de gira por Nayarit y no hubo casillas especiales para esta consulta.
Planteado como un ejercicio de democracia participativa, la consulta se redujo a prácticamente un evento interno del partido en el gobierno que movilizó a su militancia, a simpatizantes y a una muy reducida parte de los beneficiarios de programas sociales.
En el caso de Sonora, por ejemplo, de una lista nominal de dos millones 196 mil 722 electores, votaron solo 27 mil 362. Apenas el 1.2 por ciento. ¿Dónde quedaron los más de 400 mil votantes que hace dos meses salieron a votar por Morena, principal promotor de la consulta? Misterio.
Estamos claros que el interés de una elección constitucional es distinta a la de una consulta popular, pero aun así la diferencia es abismal.
Por otro lado, el hecho de que prácticamente el 100 por ciento de los participantes votaran por el ‘sí’ era previsible, pues la consulta estaba diseñada para eso, con todo y el barroquismo de la redacción en la pregunta, pero tal cosa se vuelve irrelevante frente al monumental desprecio que recibió la consulta.
Quejarse por la falta de difusión es también el auto reconocimiento de que esta vez Morena, sus dirigentes, funcionarios públicos; sus simpatizantes entre los que se cuentan artistas, creadores, intelectuales, académicos y diversos liderazgos fracasaron como promotores del voto.
Durante más de un mes, incluso antes de los tiempos oficiales para la difusión de la consulta y durante el mismo día del ejercicio, ocuparon sus espacios en redes sociales, medios tradicionales y cualquier otra forma de propaganda para convocar a los ciudadanos a expresarse. Pero no tuvieron eco. O al menos, no el que hubieran deseado.
A media mañana, quien esto escribe recorrió cuatro centros de votación en el norte de la ciudad. Estaban desolados. En las urnas, las boletas no llegaban a diez y en algunos casos no contenían una sola. Llamó la atención que quienes concurrieron a votar, en su mayoría fueron personas de la tercera edad, beneficiarios de los apoyos a adultos mayores.
Pero ¿dónde quedó el resto de beneficiarios de otros programas, como el de Jóvenes construyendo el futuro (mejor conocidos como ‘ninis’), mujeres y demás?
Pues en sus casas. Simplemente no les sedujo la idea de ir a votar y eso es una mala señal para Morena y sus gobiernos.
También puede decirse, no sin razón, que es una mala señal para la democracia y la participación ciudadana, pues más del 90 por ciento de los electores empadronados despreciaron la consulta, por las razones que la democrática lectora, el vacacionista lector guste y mande.
¡Más del 90 por ciento!
Incluso descontando a la mitad del padrón que usualmente no acude a las urnas, y a los que omitieron hacerlo esta vez como un posicionamiento político en contra de lo que consideraron una farsa, una capricho presidencial, una pérdida de tiempo, una payasada o cualquier otro argumento de los que nos hemos enterado en estos días, queda un universo bastante considerable de votantes que se supone acudirían a respaldar la iniciativa presidencial y no lo hicieron.
La referencia son los 16 millones que en junio pasado votaron por Morena, pero ayer nueve de millones de ellos despreciaron la consulta.
Esto no será del agrado del jefe de la Nación y líder nato del partido en el gobierno, sobre todo porque de alguna manera este ejercicio era una especie de revisión de sus clientelas electorales y una medición de su convocatoria rumbo a lo que viene el año entrante: el referéndum para la revocación de mandato.
El abstencionismo superior al 90 por ciento registrado en esta consulta es, sin duda, un misil directo al presidencial ego, que seguramente desatará reacciones. Eso lo veremos a partir de hoy lunes, cuando previsiblemente, el señor presidente no amanezca con el mejor humor.
Por último: para que la consulta fuera vinculante, se requerían unos 37 millones de votos, cifra que ni el presidente mismo esperaba alcanzar. De hecho, ese es uno de los motivos por los cuales mucha gente despreció el ejercicio.
Más allá del lugar común de que ‘la ley no se consulta’, el abstencionismo de ayer tuvo que ver con la negativa a validar un ejercicio que, aunque parezca un contrasentido a su presunto objetivo (enjuiciar a los corruptos del pasado) en realidad aparecía como la oportunidad para que el presidente tomara distancia de esa tarea y se lavara las manos amparado en su máxima de que ‘el pueblo manda’. Y como el pueblo despreció la consulta, pues ya no habrá tal enjuiciamiento. De hecho, López Obrador había adelantado que votaría por el ‘NO’ al juicio contra sus antecesores.
Genial ¿no?