Por Arturo Soto Munguía
Aunque en la comunidad universitaria no existe la percepción de que la huelga estallada el pasado viernes vaya a prolongarse demasiado, el conflicto tomó un sesgo inesperado que, vaticinan, tendrá repercusiones políticas en el mediano y el no tan largo plazo.
La abrumadora votación de ayer donde la asamblea general del STAUS votó por descartar la votación (esta es una máxima del asambleísmo que pensé ya no se usaba: ‘que se vote si se vota’) sobre el desistimiento de la huelga revela la inconformidad de la base trabajadora no solo con lo que consideran ofertas insuficientes por parte de la Universidad y del gobierno del estado, sino con la dirigencia que, todo parece indicar, erró al tomar el pulso de sus representados.
654 maestros y maestras votaron para que no se votara el punto y solo 159 lo hicieron a favor, es decir, por la propuesta que la dirigencia sindical comenzó a trabajar desde el sábado pasado, infructuosamente, como se demostró ayer, cuando una beligerante asamblea se pronunció por no votar el punto ese día, lo que se traduce en la continuidad de la huelga.
Rectoría difundió ayer un comunicado, momentos antes de que se llevara a cabo la asamblea, exponiendo que “ya se llegó al límite de las posibilidades presupuestales de la institución y de los apoyos disponibles por parte del gobierno del estado”. Una vieja estrategia para desanimar a los sindicalizados y presionar al desistimiento, lo cual aparecer operó en sentido contrario.
Independientemente de lo que suceda en los próximos días, cuando se convoque nuevamente a la asamblea general para revisar nuevos ofrecimientos -que no se advierten con cambios sustanciales- la asamblea de ayer envió señales contundentes sobre las diferencias entre las posiciones de la dirigencia sindical y la base trabajadora.
El viernes por la mañana, el gobernador del estado y su secretario del Trabajo coincidían por separado, en que la huelga no estallaría. Quizás esa fue la idea que les ‘vendieron’ los dirigentes sindicales, pero les falló el cálculo. Les falló también a la hora de proyectar que la huelga se levantaría este martes y fueron arrasados en la votación.
Buena parte de la sociedad sonorense no ve con buenos ojos las huelgas en la Unison, pero el rechazo social no se ha patentizado de manera contundente, acaso porque en realidad la huelga solo contabiliza un día hábil perdido. Estalló el viernes por la tarde y siguió sábado, domingo y lunes, que fueron días inhábiles. Esto podría cambiar si la huelga se prolonga por más tiempo.
Otro error de cálculo de la dirigencia sindical tiene que ver con la inclusión en el pliego petitorio de una demanda relacionada con la afiliación al Infonavit como parte de un programa para dotar de vivienda a los académicos, sobre todo a las generaciones más jóvenes, porque los que hoy peinan canas tienen ese rubro resuelto y están más preocupados por otras demandas como pensiones, jubilaciones, servicios médicos y medicinas en el Isssteson y -me comentó un veterano académico con cierta dosis de humor negro-, por la prestación relacionada con gastos funerarios.
Y es que los sindicalizados del STAUS nunca han cotizado en Infonavit y tendrían que comenzar a hacerlo para que dentro de varios años más, atisbaran la posibilidad de un crédito y para entonces tendrían que competir con quienes sí cotizaron durante décadas, con quienes lo han hecho hasta ahora y enfrentan un déficit de 190 mil viviendas en el estado.
La base sindical no solo está molesta con su dirigencia, sino también con la autoridad universitaria a la que siguen considerando una casta dorada que goza de beneficios inalcanzables para la clase trabajadora. A manera de amargo chascarrillo para ilustrar esa condición, suelen citar que la rectora Rita Plancarte cobra un bono de 17 mil pesos mensuales por puntualidad, pero nadie sabe dónde está el ‘checador’ que acredite tal cosa.
Entre los más ‘grillos’ del sindicalismo universitario también suelen cuestionar cómo varios de los más combativos luchadores por los derechos de los trabajadores pasaron a engrosar la nómina gubernamental, olvidándose de topes salariales, porcentajes en el incremento salarial y otras prestaciones que ya no les resultan tan urgentes como cuando estaban en aulas y cubículos.
Al gobierno del estado también le toca su parte en esta saga. El incremento del 4% directo al salario representa poco más de 48 millones de pesos considerando a toda la base sindical. El dos por ciento en prestaciones suma alrededor de 10 millones de pesos. Este es el ofrecimiento de la rectoría y el gobierno del estado, pero en las ‘guardias’ instaladas como parte del movimiento de huelga comienzan a hacer chistes sobre los 26 millones de pesos que el gobierno les otorgó a los ganaderos para remodelar las instalaciones de la UGRS, monto que representa al menos dos puntos porcentuales más en un posible incremento salarial.
Son cosas muy distintas, se sabe, pero es tema de conversación entre maestros y maestras en estos tiempos de huelga.
II
En el corto y el mediano plazo aparecen dos episodios políticos cruciales para la Universidad de Sonora.
Dentro de cinco meses, en septiembre venidero se llevará a cabo la elección de la nueva dirigencia sindical en el STAUS. De los avatares de esta huelga y de sus logros dependerá mucho la permanencia del grupo que actualmente está al frente del sindicato, comandado por Juan Díaz Hilton, quien llegó en una elección sui géneris, encabezando una planilla única en tiempos de pandemia.
La elección de septiembre podría desplazar a ese grupo que entre otras cosas, mantiene una extraordinaria afinidad con el gobierno del estado y fueron actores clave en el proceso de reforma universitaria que hipotéticamente regresaría el mando autónomo de la Universidad a los universitarios (es decir, a los grupos más afines a la cuarta transformación en Sonora) y por tanto abriría una senda de concordia, diálogo y avenimientos con el gobierno estatal y el federal.
Pero ¡Oh, sorpresa! En la primera elección de representantes estudiantiles, magisteriales y de empleados manuales y administrativos que en conjunto suman unos 51 mil universitarios (46 mil estudiantes, 3 mil maestros y 2 mil empleados), los candidatos afines al gobierno perdieron la mayoría de los cargos, sobre todo en el Colegio Universitario, donde no alcanzaron la mayoría calificada.
El dato es importante porque el Colegio Universitario es la instancia que elegirá, después de un proceso electoral abierto y con voto ponderado (48% maestros, 48% alumnos y 4% manuales y administrativos) al nuevo rector o rectora de la Unison.
La Comisión Electoral designará una terna con quienes hayan obtenido el mayor número de votos y el Colegio Universitario designará con mayoría calificada al nuevo rector o rectora.
¿Cuál es el punto? Que la elección de rector(a) se llevaría a cabo en marzo-abril de 2025, cuando estén en funciones los integrantes del Colegio Universitario que fueron electos el mes pasado y donde los afines al gobierno no tienen siquiera la mayoría simple, mucho menos la calificada.
Es decir, si los afines al gobierno estatal, como son los dirigentes sindicales del STAUS ‘vendieron’ la idea de que con la nueva ley universitaria hegemonizarían los órganos de gobierno y podrían así elegir un rector o rectora emanada de ese mismo grupo, lo que aparece en el horizonte es un escenario distinto, en el que quien llegue a la rectoría podría ser un personaje no necesariamente identificado con el oficialismo morenista, descartando así las aspiraciones de quienes se han mencionado insistentemente como posibles sucesores de Rita Plancarte.
El asunto no es tan grave si se considera que el gobernador Alfonso Durazo es un político profesional, de excepcional capacidad y con una largueza de miras que no se pierde en la inmediatez de la coyuntura, además de una probada vocación por la pluralidad y el respeto a las diferencias políticas, sabe y puede establecer relaciones armónicas con cualquier persona electa democráticamente y legitimada en un proceso limpio y transparente, independientemente de su filiación política.
De hecho, ese fue el espíritu que alentó la reforma universitaria.
Claro, facilitaría mucho las cosas si el nuevo rector o rectora, surgiera de las filas de la cuarta transformación, pero considerando el rumbo que están tomando las cosas a partir de esta huelga en la Unison, esa probabilidad es la de un volado que hace apenas unos meses, no tenía por qué lanzarse al aire.