Por Rodrigo Sotelo @masmedio
Porque no todo es oscuro en este naciente gobierno estatal de Morena, es justo reconocer y valorar el sello diferenciador que imprime el gobernador Alfonso Durazo.
En inseguridad pública, como en cada asunto de interés público, es Durazo quien se pone al frente y asume el costo sin aventar la bolita a lo federal y sin repartir culpas al pasado.
Es cierto que tocar al presidente López Obrador con esta dificultad que los rebasa no es precisamente lo más esperado, como tampoco se antojaría decoroso viniendo de quien tenía la responsabilidad que estaría reclamando.
Y aludir a las claras omisiones y sistemática despreocupación de Claudia Pavlovich, tampoco sería consistente con lo que Alfonso Durazo siempre dijo desde campaña: “no voy a patear el bote para que ahí se las arreglen como puedan más adelante en un futuro que nunca llega”.
Su compromiso como candidato, que ahora ratifica en los hechos como gobernador, ha sido acabar con el silencio como respuesta y con impunidad como política en materia de seguridad pública.
Cuando menos para lo primero, la crisis en Guaymas es el perfecto ejemplo de este cambio que, por cierto, entusiasma a la oposición y que no se ha medido qué saldo pueda dejarle al gobierno de Durazo.
Con Guaymas ardiendo, la alcaldesa paniqueada y la secretaria María Dolores del Río pasmada, tuvo que ser el gobernador Alfonso Durazo quien saliera a poner la cara y dirigir lo que intentaron como respuesta a la agresión armada en Palacio de gobierno.
En base a la experiencia y con una metodología acabada, el gobernador envió mensajes por redes, grabó videos y se trasladó a Guaymas para informar que se declaraban en sesión permanente con el objetivo de mantener presencia y dar seguimiento puntual a las investigaciones.
Siempre reiteró la solidaridad con las familias de las víctimas y mantuvo su compromiso de llevar ante la justicia a los responsables del atentado donde murieron una joven activista y un agente municipal.
Aunado a esto, se anunciaron cateos, detenciones menores y la llegada de más marinos y equipo de inteligencia para atender estos hechos de violencia en la zona.
Por su parte, la secretaria Dolores del Río presentó el pasado domingo “avances” sobre el ataque en Guaymas, como entendieron el haber contactado a la joven lesionada y la identificación como limpiavidrios del sicario abatido.
Lo anterior, con la promesa de que mantendrán acciones permanentes en Guaymas “hasta que concluyan las investigaciones y hasta que regrese la tranquilidad y la confianza”.
La realidad es que, para lo fundamental, no se ha avanzado absolutamente nada. No se sabe –o no se dice- el motivo del atentado ni quiénes son los autores intelectuales. Si iban por el comisario, ¿por qué lo querían matar?
Pero hoy rescatamos que hasta para los antagonistas políticos de Durazo, se emocionaron porque el gobierno por primera vez se hacía cargo solito del costo que genera la violencia.
Sensación de extraña satisfacción que acompañaron en tiempo real del aprovechamiento de la tragedia con inmejorables argumentos.
Podemos encontrar innumerables motivos para diferir y cuestionar esta nueva administración, pero se comparte que la única manera de optimizar los esfuerzos de coordinación con dependencias de alto nivel, es con el liderazgo del gobernador en turno.
Lo que sostenemos que no se le puede regatear al gobernador Durazo y que podría ser la marca de este sexenio.
Podrá decirse que no ha servido de mucho o no ha servido para nada, pero cuando menos se advierte un cambio de actitud y otro estilo de gobierno.
Ahora, lo que se espera con urgencia es que se pase del gobierno que reacciona bien y transparenta a detalle, al que previene con inteligencia y resuelve con legalidad y sin impunidad.
Así se generaría la tranquilidad y confianza que espera sentada la secretaria de Seguridad estatal.
De poco sirve un gobierno cínico, se requiere uno que tenga como mayor atributo la eficiencia.