Por Arturo Soto Munguía
Compuesta por unos 60 mil integrantes, la comunidad judía en México puede considerarse numéricamente pequeña; económicamente sin embargo, es poderosísima y muy influyente también en las decisiones políticas de un país donde, por más que se insista, no se ha podido separar el poder político del poder económico.
Hace poco más de diez años, Israel llegó a ubicarse como el segundo socio comercial de México, solo después de Estados Unidos. En 2021, entre los 100 empresarios más poderosos del país, aparecen tres judíos: Rafael Kalash Mizrahi, Moisés El-mann Arazi y Bernardo Lijtszain Bimstei.
La comunidad judía en México tiene influencia también en el ámbito de la cultura y las artes, así como en la política, desde distintos frentes políticos. En el círculo cercano a López Obrador hay varios de ellos, comenzando por la virtual candidata a sucederlo, Claudia Sheinbaum, que en un encuentro con mujeres de esa comunidad durante su campaña por la jefatura de gobierno en 2018 sostuvo: “Soy cercana a la comunidad judía porque en casa de mis abuelos celebrábamos todas las fiestas judías”, si bien dijo que creció sin practicar la religión.
En ese evento, citado por el sitio de internet www.enlacejudio.com que felicitó al naciente gobierno de Andrés Manuel López Obrador por haber incorporado a su equipo a varias personas de la comunidad judía, Claudia Sheinbaum habló sobre su ascendencia, explicando que “Mis abuelos paternos migraron de Lituania, y mis abuelos del lado materno eran sefaradíes que migraron de Bulgaria en la Segunda Guerra Mundial”, aunque sus padres nacieron en México, lo mismo que ella, lo cual la vuelve mexicana.
En el sitio web citado, se publicó la fotografía y el encabezado que ilustran esta columna, donde se asume a Claudia Sheinbaum como “la primera jefa de gobierno judía de la Ciudad de México”.
Otros judíos en el equipo inicial de AMLO son Marcos Fastlich, enlace de su gobierno con la sociedad civil, y Simón Levy en la subsecretaría de Turismo. Yeidkol Polenvsky, ex dirigente nacional de Morena también es judía.
La escalada bélica en Medio Oriente tomó descolocada a la clase gobernante en México, señaladamente al presidente AMLO que después de dos días de silencio, ayer emitió un posicionamiento que se acerca más al discurso de alguna concursante de Miss Universo: llamó al cese de la violencia, lamentó la muerte de civiles y se pronunció en favor de la paz mundial.
Se apegó al mandato constitucional en cuanto a política exterior: la no intervención, la autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de las controversias.
Una declaración bastante tibia y evasiva que revela lo incómodo de su posición entre la espada de sus conveniencias con la comunidad judía y la pared de sus convicciones (o las de su grupo más cercano y cargado a la izquierda) de solidaridad histórica con el pueblo de Palestina.
(Ojo: no con la organización terrorista Hamas, autora de los ataques que escalaron la guerra, pero tampoco con el gobierno israelí que ha respondido con una brutalidad aún mayor a la que ha aplicado durante décadas al pueblo palestino).
Extraña la neutralidad asumida por el presidente de México, que en otros casos ha metido las manos hasta los codos en controversias suscitadas en terceros países: mandó a su canciller Marcelo Ebrard en un avión por Evo Morales para sacarlo de Bolivia; preparó el asilo político para Pedro Castillo, depuesto presidente del Perú, pero en el país andino se le adelantaron y lo hicieron preso. Sus posicionamientos al respecto llevaron al nuevo gobierno peruano a romper relaciones con México.
Tampoco ha sido neutral en sus posicionamientos respecto a procesos electorales sucesorios en Argentina, Guatemala y Colombia, e incluso ha disparado discursos contra los republicanos gringos llamando a la comunidad latina en EEUU a no votar por ellos.
En el caso de la guerra Israel-Palestina (o para ser más precisos, entre los fundamentalistas de ambos bandos) guardó un desmesurado silencio y luego se posicionó en el limbo de las indefiniciones y el discurso ‘buenaondita’ de la paz mundial.
Buscando no irritar a ninguno de los frentes, terminó irritando a ambos. La embajada de Israel en México difundió ayer un comunicado de inconformidad por la indefinición del presidente mexicano y su negativa a condenar los ataques terroristas de Hamás.
En una de sus partes medulares, el comunicado de la embajada israelí sostiene: “Como la historia nos ha enseñado repetidamente, mantener una posición neutral en lugar de tomar partido implica, en última instancia, respaldar y apoyar al terrorismo”.
¡Tómala!
Fiel a su estilo, Claudia Sheinbaum guardó prudente silencio sobre este tema y solo salió a respaldar una por una las palabras del presidente sobre el cese a la violencia y los llamados a la paz.
No se sabe qué repercusiones vaya a tener esto en la campaña de la exjefa de gobierno capitalino, pero es claro que la comunidad judía en México, numéricamente pequeña pero económicamente poderosa, no lo habrá de pasar por alto.
El caso de Sheinbaum es más complicado que el de AMLO, que ya va de salida y como presidente puede acogerse a su volátil política de no intervención; pero la virtual candidata apenas va por la presidencia y, por su ascendencia judía se esperaría una condena al terrorismo de Hamas, algo que jamás saldrá de su boca, pues en este caso, más que su ascendencia le gana su formación de izquierda revolucionaria y antiimperialista, que la acerca más a la lucha por la liberación de Palestina, aunque tampoco lo dirá porque entonces sí el rompimiento con la comunidad judía en México sería inevitable.
Esa comunidad, pero sobre todo sus liderazgos más encumbrados apoyaron a AMLO y Sheinbaum para llegar al poder en 2018, pero quizás hoy se sientan traicionados y, bien vistas las cosas, pareciera que en los días que vienen se registrará la madre de todas las madrizas a los palestinos (aquí sí, a los de Hamás, a los de Hezbollá y a los civiles que no necesariamente están con ellos).
Una masacre como la que se presagia, en la que EEUU ya movilizó a sus tropas para apoyar a Israel, mientras del otro lado países como Irán, China y Rusia por citar algunos, ya se preparan para apoyar a los rebeldes palestinos, pueden hacer más probable una condena a los israelitas que a los palestinos por parte del gobierno mexicano.
Qué putos nervios.