Por Arturo Soto Munguía
Fuentes regularmente bien enteradas nos aportan algunos datos que hacen previsible el relevo en la titularidad de la Secretaría de Seguridad Pública donde despacha María Dolores del Río.
Esto, nos dicen, a partir del arribo de Gustavo Rómulo Salas Chávez a la Fiscalía estatal, opción que eligió sobre la oportunidad de ocupar un alto cargo en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al lado de su amiga, la presidenta Norma Piña con quien guarda afectos desde sus tiempos del doctorado en la UNAM.
Salas Chávez no es nativo de Sonora, pero tampoco desconoce la realidad local. Su más reciente encargo fue el de secretario Técnico de la Mesa Estatal de Seguridad y eso le permitió hacer acopio de información clave sobre el mapa criminal en Sonora, sus actores, zonas de influencia y eventuales relaciones de esos grupos con funcionarios del ramo.
De hecho, el fuerte del nuevo fiscal, de acuerdo a lo que se ha publicado ya abundantemente son los temas relacionados con el acopio de información delicada sobre temas de seguridad, acopio que no siempre se habría realizado por las vías más ortodoxas, sino que incluirían métodos que estarían lindando los terrenos del espionaje.
Si esa leyenda urbana cobra visos de veracidad, casi ningún funcionario del área de seguridad podría tener la certeza de que en el escritorio del señor Salas Chávez no está, mínimo, alguna llamadita para ordenarle a la muchacha que ayuda en la casa la lista del mandado, para pedir una pizza o cualquier otra cotidianidad que los funcionarios públicos tienen, como cualquier ciudadano común.
El primero que cayó fue el vicefiscal Gustavo Bustamante, herencia de la administración anterior, y de allí para abajo, la ‘operación escoba’ se antoja implacable.
Y continuará, si a eso agregamos que el señor Salas Chávez llega precedido también de un currículum impresionante que documenta su participación directa en casos ultra espinosos como el de Ayotzinapa, la masacre de San Fernando, en Tamaulipas; la masacre de Bavispe entre otros, así como una excelente relación con los altos mandos de las fuerzas armadas hoy en el ojo del huracán por la presunta utilización del programa Pegasus, un software de manufactura israelí para intervenir comunicaciones, queda claro que el conocimiento del nuevo fiscal sobre la realidad sonorense va más allá de saber cuáles son las mejores coyotas de Hermosillo, la mejor cecina de Cajeme, la machaca de Tacupeto y las diferencias cualitativas entre los quesos de Tricheras, Ímuris y Mazatán, por decir algo.
La ‘Operación Escoba’ que el nuevo fiscal llegó implementando en la fiscalía, removiendo prácticamente toda la estructura de mandos y supliendo cargos con personal de su confianza resulta natural y perfila un replanteamiento de la forma en que va a operar en adelante esa institución donde, después de un par de décadas se empoderaron al menos cuatro grupos cuyas cabezas visibles son el comandante Manolo Barrios, Carlos Castillo, la propia Claudia Indira Contreras y algunos personajes ligados al exprocurador Abel Murrieta.
Agreguemos otro elemento: el señor Salas Chávez, desde su posición en la secretaría Técnica de la Mesa Estatal de Seguridad nunca tuvo, según mis fuentes, una buena relación ni con su predecesora, ni con la señora Del Río, cuyo perfil y ‘expertise’ no encajarían en el replanteamiento de la política de seguridad en el estado y por ello comienza a cobrar fuerza la versión de un eventual relevo en la Secretaría a su cargo.
Claro, no es la primera vez que a la ex alcaldesa de Hermosillo le cantan ‘Las Golondrinas’ en el cargo, pero la llegada de un nuevo fiscal, aparentemente sin compromisos con grupos locales (de los malos y de los buenos) y con fama de implacable, pone de nueva cuenta sobre la mesa la viabilidad de mantener al frente de la secretaría de Seguridad a una persona que no haga sinergia con el nuevo hombre fuerte del gobernador en la Fiscalía.
Ya veremos.
II
Pero mejor pasemos a cosas más relajadas. Anoche se inauguraron las Fiestas del Pitic 2023 con las que se conmemora el 323 aniversario de la fundación de Hermosillo y desde temprano el centro histórico de la ciudad comenzó a llenarse de gente para pasar lista de presente en los diversos foros que acogieron todas las expresiones culturales.
Acá el jazz para el oído refinado; más allá el rock para soltar la greña, en otra parte la salsa cubana para sudar de lo lindo bailando en la cálida noche hermosillense. Allá en el foro Rosales la gente aguantó a pie firme el solazo de la tarde para conseguir el mejor lugar y disfrutar el concierto que cerró la jornada inaugural con Julión Álvarez, cantante de regional mexicano que convoca a miles, de todo género, de toda edad, de toda condición social.
El centro histórico es un hervidero de gente. Hay vendimia de todo y para todos; los bares y restaurantes, las cantinas son otros foros peculiares y albergue de tertulias y pasiones; en la calle está el arte, la cultura, la convivencia.
En la inauguración, el alcalde Antonio Astiazarán viaja en el tiempo y recuerda a los fundadores de esta ciudad que nació a la vera del río y que 323 años después ha evolucionado con las aportaciones de gente llegada de todas partes para integrar una comunidad plural, diversa, moderna, donde se mezclan las culturas para crear algo único.
“Donde otros ven adversidad, las y los hermosillenses vemos la posibilidad de superarnos, una oportunidad para demostrar que en el desierto se vive bien, que en este desierto se cuida el agua, transforma los rayos del sol en energía y es un gran sitio para formar comunidad, vivir, invertir y trabajar”, dijo.
Hermosillo está de fiesta. De fiestas del Pitic.