Por Arturo Soto Munguia
Nada que no se haya dicho en las mañaneras que le ha tocado encabezar desde que asumió la presidencia de la República hubo en el informe que con motivo de sus primeros cien días de gobierno rindió Claudia Sheinbaum ayer.
El mensaje no estuvo en el texto que leyó, sino en el subtexto de los símbolos rituales: el Zócalo capitalino a reventar, el acuerpamiento de la clase gobernante, de las fuerzas armadas; de las masas populares movilizadas ya por convicción, ya por la condición o por la coacción. Como sea, y como se ha insistido, el acarreo, eufemísticamente definido como ‘facilitación de la movilidad’ sigue siendo como ayer y como lo será mañana, privilegio de quienes tienen los medios para hacerlo y blanco de las críticas fundadas más en la añoranza por tiempos idos, que por una auténtica vocación democrática.
El Zócalo es el mensaje. La presidenta le habla a esa muestra representativa de los 36 millones de votos que el pasado dos de junio decidieron por la continuidad de un proyecto que pasea entre medio México que se debate entre la fascinación y la rabia, y la otra mitad que entre el desencanto y la apatía se resisten a la cita con las urnas pero plácidamente cachan los elevaditos que les caen en sus cuentas bancarias vía los programas sociales.
El Zócalo es el mensaje. Desde allí la presidenta pondera las glorias de la cuarta transformación y toma distancia de los gobiernos del pasado. Habla del ‘humanismo mexicano’ como la filosofía que nutre la praxis de un gobierno que optó por los más pobres y la eliminación de privilegios para unos cuantos, aunque varios de sus personeros se desnuquen en maromas para explicar que ser de izquierda es una ideología, no una posición económica, y por lo tanto pueden por ejemplo, brindar por el pueblo pobre surcando los mares desde un lujoso crucero. Con champagne, por supuesto.
El Zócalo es el mensaje. 350 mil asistentes según el gobierno de la Ciudad de México, que suele ser muy elástico en sus mediciones de aforo, pero indiscutiblemente hubo muchísima gente para escuchar las glorias de los primeros cien días: colaboración y coordinación, pero nunca subordinación ante Estados Unidos; continuidad en el incremento a los salarios mínimos, la reforma judicial va porque es democrática, no como la de Zedillo, que borró de un plumazo a la Suprema Corte imponiendo a sus afines; todos los delitos han disminuido en el país; récord de generación de empleos, inflación controlada sin aumentar impuestos; récord en reservas internacionales del Banco de México con 229 mil millones de pesos; México se mantuvo como la doceava economía mundial…
Dinamarca nos la pela y Bélgica será la sede de la conquista inversa ahora que el Chino Huerta comience a jugar en el Anderlecht. Claro, esto no lo dijo ella, pero ya en el recuento bien pudo hacerlo considerando que el corazón de la presidenta es azul y oro, los colores de la UNAM.
El Zócalo es el mensaje. No para Donald Trump a quien le restregó en la cara que México es un país libre, independiente y soberano mientras cuenta los días para el 20 de enero, día en que el impredecible presidente electo de los Estados Unidos asuma el poder y, Dios guarde l’ora, cumpla sus amenazas (no pueden considerarse de otra forma) de imponer aranceles a las exportaciones mexicanas a su país, declarar terroristas a los cárteles mexicanos y comenzar la deportación masiva de migrantes, sean o no mexicanos, a México.
Falta una semana para saber cómo será eso, pero en el Zócalo repleto, Claudia Sheinbaum manda el mensaje de la continuidad incluso en los rituales, en la fórmula que le funcionó a su antecesor: cobijarse en el pueblo, apelar a la legitimidad de los votos y a la descalificación del pasado; hablar a sus audiencias cautivas y menospreciar cualquier indicio de disidencia.
Lecturas habrá muchas sobre estos primeros cien días y usted, convencida lectora, desencantado lector habrá de tener la suya, pero en el balance a Sonora no le ha ido mal. De hecho, el estado es protagonista en varios ejes rectores de la administración de la presidenta, como es el caso del tren de pasajeros que está proyectado por el gobierno federal para reactivarse desde Ciudad de México hasta Nogales.
Hay el compromiso presidencial para la modernización del tramo carretero entre Bavispe, Sonora y Nuevo Casas Grandes, Chihuahua, además de los proyectos que ya se vienen desarrollando en Guaymas y Puerto Peñasco.
Muy pendientes hay que estar sobre el proyecto de instalación de la planta que ensamblará el automóvil eléctrico llamado Olinia, pues Sonora está considerado como la sede con mejores ventajas competitivas para hacerlo realidad aquí.