por Arturo Soto Munguia
Año con año, la Expo Ganadera ofrece a los hermosillenses y a quienes nos visitan la oportunidad de disfrutar los más variados espectáculos artísticos en el marco de una feria que supone el rescate y la conservación de ciertas tradiciones que le han dado fama y fortuna al estado donde se produce la mejor carne del país.
El concepto no tiene mucho que ver con la cultura en el sentido más exquisito del término, aunque en un sentido amplio todo lo que hacemos es cultura, pero como dijera el célebre poeta y escritor Francisco Luna, tampoco se puede esperar mucho de un estado donde se erigen monumentos a las vacas, así que sin desgarrarse las vestiduras hay que admitir que esta celebración abre un espacio para el goce lúdico de la polvareda zapateada, las estridencias musicales y entre otras cosas el consumo en cantidades industriales de esas bebidas ambarinas que, dicen, relajan el cuerpo, disipan las inhibiciones y predisponen a la aventura por misteriosos caminos de finales inciertos.
Y todo está muy bien, porque el austero lector, la republicana lectora tienen todo el derecho de abrir la chequera, desfondar la cartera y/o sacarle filo a la tarjeta de crédito o débito para contribuir con sus modestas aportaciones al bienestar de la familia ganadera, que por estos días no gana para sustos entre los amagos arancelarios y el gusano barrenador.
No está de más, sin embargo, hacer un llamado a la precaución porque al amparo de la multitud ya escalada en grados Gay Lussac, no faltan algunos vivillos que van a tratar de pegarle un pellizco a esos ingresos que con mucho trabajo usted ha venido reservando para tan esperada fiesta.
No hablamos de los vivillos que se van ‘longos’ con los precios de las entradas a los espectáculos o con el precio de las bebidas y comidas, sino de otros como los que acaban de apañar los abnegados agentes del orden y que al parecer forman parte de una muy bien organizada banda que va de feria en feria esquilmando incautos con el juego de dados, retando al ludópata que todos llevamos dentro y que ya con dos tres alipuses entre pecho y espalda supone que alguna vez la suerte le sonreirá y podrá ‘despeluchar’ a esos señores de larguísimo colmillo y no menos largas uñas.
El domingo por la noche, esta banda andaba haciendo su agosto en mayo ofreciendo premios en efectivo o electrónicos a quienes lograran cierto puntaje lanzando los dados con más esperanza que fortuna, tal como le pasó a un señor al que esquilmaron algo así como 150 mil pesos. Nadie, ciertamente, le puso una pistola en la cabeza al incauto jugador, pero se entiende que hay gente que apuesta fuerte y se crece al castigo.
El punto es que las personas a las que se llevaron al baile con diversas cantidades buscaron a los agentes del orden para denunciar a los truhanes, que resultaron ser 14, 11 hombres y tres mujeres que se instalaron en un stand de la ExpoGan, supongo que con el permiso respectivo para asaltar ingenuos.
Viéndose denunciados, los presuntos intentaron levantar el stand y darse a la fuga con rumbo desconocido, pero no contaban con que los cumplidos agentes policiacos les echaron el guante y hoy se encuentran detenidos bajo cargos de fraude y asociación delictuosa.
Claramente, no se trata de ‘cancelar’ a la ExpoGan, pues esa es una gran fiesta a la que decenas de miles de personas acuden voluntariamente y dispuestas a dejar en una noche o varias, quincenas enteras, no le hace que luego tengan que andar empeñando la plancha o el carro. Cada quien sus gustos y aficiones.
Nomás pónganse truchas si se topan con esa gente que les ofrece la oportunidad de hacerlos ricos en un golpe de suerte, pero que en realidad tienen la intención de pegarles la esquilmada de su vida. Advertidos están.