Por Rodrigo Sotelo / Twitter: @masmedio
En el caso de la priista Claudia Pavlovich, el gobernador Alfonso Durazo debe ponerse de acuerdo con el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Aquí, aunque con insostenible tibieza, Durazo ha dibujado un escenario de desfalco, corrupción y abandono que, cuando menos, los tuvo que obligar a priorizar en las consecuentes denuncias que legitimen los señalamientos sobre el supuesto daño a las finanzas estatales.
El secretario de Hacienda, Omar del Valle Colosio, ha detallado, además del déficit financiero por casi 5 mil millones de pesos, que se encontró una inexistente política de contención del gasto y una inercia que ocasionó un desequilibrio en las finanzas públicas.
Deuda por 22 mil millones de pesos, pasivos y un abuso en solicitud de participaciones federales que no se reflejan en las acciones de gobierno durante la pandemia.
No somos expertos en materia hacendaria, pero estos descubrimientos con los que “justifican” incumplimientos y carencias actuales, no pueden ser las credenciales que ameriten un consulado.
En Educación, el secretario Aarón Grageda Bustamante fue lo suficientemente elocuente y gráfico para demostrar las sistemáticas negligencias en el sector que han imposibilitado un regreso a clases presencial en condiciones medianamente aceptable.
El gobierno de Claudia Pavlovich, interpretó el inicio de la pandemia como la culminación de su responsabilidad con las escuelas, docentes, los alumnos y padres de familia afectados.
El estado de deterioro en que entregó las escuelas, podría ser la mejor representación de la ruindad con que se despidió Claudia Pavlovich.
¿Y qué se puede decir del manejo alevoso y escandaloso que la administración de la priista le dio a la pandemia por coronavirus?
Puede demostrarse, pero sospechosamente no está en el interés de Alfonso Durazo y su gabinete, que la emergencia que provocó la llegada del Covid a Sonora significó para el anterior gobierno una oportunidad de negocios irresistible.
¿Por qué de los millones y millones destinados a mitigar contagios (sin conseguirlo), José Luis Alomía Zegarra no transparenta conceptos y empresas a las que se le asignaron contratos para medicinas, pruebas, ventiladores, publicidad?
¿A quién le beneficiaba redireccionar todos los recursos y esfuerzos, de todas las dependencias, a la atención de una pandemia que los rebasaba y exhibía a todos?
Lo más que se ha dicho, que no es menor, es que les heredaron la falta de insumos en los hospitales, irregularidades en la subrogación y la falta criminal de medicamentos –ya presupuestado- que llegaba al 8 por ciento.
Lo mismo en Isssteson, donde el director Jesús Acuña Méndez se ha casi obsesionado con el “desmadre” que enfrenta y que lo mantiene desquiciado, confundido y frustrado.
Pero bueno, al parecer estos argumentos que aquí se exponen no llegan a Palacio Nacional o son tomados con la informalidad con que se presentan.
La semana pasada, en la mañanera, ante los rumores y reclamos el presidente López Obrador atajó, de entrada, que se requerirían denuncias presentadas y que se demuestre la responsabilidad de la señora.
“No se puede juzgar a nadie si no hay pruebas, si no hay elementos; entonces, no podemos nosotros descalificar a la ex gobernadora de Sonora”.
-¿El nombramiento es un hecho, entonces?
-No se descarta.
Con esa facilidad que espanta, que alimenta la impunidad y la suspicacia, mientras aquí el gobernador y su gabinete acusan, en su conferencia el presidente los desestima.
Uno pide no juzgar y no descalificar, mientras que el otro se ha dedicado –aunque moderadamente- a remarcar que no le dejaron ni para los chicles.
A lo mejor la 4T termina por ofrecerle una disculpa a la ex gobernadora del PRI y hasta le encuentra algún rasgo de santidad.
Sería el primer gran fracaso político y de gobierno para Alfonso Durazo.
Los priistas cruzan los dedos.
Por cierto, si habrá favorecidos con este inminente nombramiento diplomático para la ex gobernadora, serán precisamente quienes ahora desde su partido la ven como la mayor fuente de su abyección y su desvergüenza.
Los priistas de Sonora cruzan los dedos porque sean sus similares morenistas los que se enreden en la indecorosa tarea de, si no defender, apoyar con su sepulcral silencio o disimulo el consulado con el que rescatarían a su aliada electoral.
Y no, no creemos que los priistas sonorenses se ocupen ni de tocar a la jefa con el cuento de la traición partidista.
Sería tanto como escupir para arriba.