SAMUEL OCAÑA: SOSPECHO QUE ME ESTOY VOLVIENDO INMORTAL

Por Arturo Soto Munguia

Un vientecillo triste mece ligeramente las hojas de las ceibas en la Plaza Zaragoza, frente a la sede del poder político en Sonora a media mañana del jueves dos de enero de 2025.

Apenas saliendo de las celebraciones de navidad y año nuevo, la nueva clase gobernante se quitó el confeti de las solapas y el cabello y se puso el traje negro que marca el protocolo luctuoso para despedir a un hombre que, con la muerte tocándole el hombro, jugaba y se reía con la sospecha de ser inmortal a sus 93 años de vida.

94, porque siempre contaba los meses que duró en el vientre de su madre, anécdota que reveló su nieta Paulina Ocaña Encinas, como parte de una conversación que tuvo con él a principios del año pasado, como cada domingo de todos los años, incluso cuando ya sabían el diagnóstico médico y no era alentador.

Samuel Ocaña García, a quien se suele aludir como ‘El neumólogo de Arivechi’, un alias que encerraba mucho de lo que fue en vida: un nativo de la sierra sonorense que escaló todos los peldaños que tuvo enfrente, desde su formación en escuelas públicas hasta ocupar el más alto cargo que le confiere el voto popular en Sonora, el de gobernador.

Un cargo que le cayó de manera azarosa o nunca totalmente bien contada.

Hace un par de semanas, platicando con esa ‘enciclopedia con patas’ que es Jorge Luis Fernández (que acaba de librar su batalla contra el cáncer, por cierto) nos dio más detalles: en vísperas de la sucesión gubernamental 1979 en Sonora, se decía que el candidato del presidente José López Portillo era Salomón Faz, “El Búfalo”, amigo personal del primer mandatario.

Samuel Ocaña era presidente del PRI en Sonora, así que fue llamado por el presidente nacional del partido, nada menos que Jesús Reyes Heroles para sondear tendencias, porque había varios prospectos, incluyendo a doña Alicia Arellano. Don Samuel Ocaña no estaba en esa lista, pero después de la reunión con Reyes Heroles tuvo otra con el mismísimo presidente y de allí salió como el candidato a la gubernatura.

Desde luego ganó, porque en aquellos años ser candidato del PRI y ‘palomeado’ por el presidente era garantía del encaprichamiento de las bases, que por aquellos años nunca se equivocaban en la elección de candidatos.

Se ve que a Paulina le cuesta trabajo, en medio de la tristeza y la pesadumbre, pero ocasionalmente logra que una sonrisa triste le ilumine el rostro cuando recuerda algunas de las muchas anécdotas cosechadas en los encuentros dominicales con su abuelo.

Se le ensombrece la cara, sin embargo, cuando recuerda aquella tarde en que su abuelo le dijo que comenzaba a sospechar que era inmortal, lo que le reiteró con una carcajada incluso cuando conocieron el diagnóstico.

Nunca, dijo la Jefa de la Oficina del Ejecutivo, se ha logrado alcanzar la inmortalidad física, “sin embargo le respondí que el hombre es capaz de encarnar en sus historias, de trascender en ellas porque estas siguen vivas después de él y de este modo él se convierte en inmortal”.

Se le quebró la voz a la joven funcionaria allí en el patio central de Palacio de Gobierno, donde se le rindió un homenaje al exgobernador, con la presencia de sus familiares y amigos más cercanos, comenzando por su esposa Albita Zaragoza, que llegó en silla de ruedas y trabajosamente subió por su propio pie las escalinatas frontales, apoyada en los brazos de su familia.

Un homenaje que, si yo se lo hubiera propuesto, dijo el gobernador en su mensaje, estoy seguro que no hubiera aceptado porque para Don Samuel Ocaña la grandeza fue sencillez, el boato le fue ajeno; era uno más entre la gente, no había a su alrededor reflectores ni séquitos ni parafernalias ni fanfarrias a las que lamentablemente algunos exgobernadores son tan afectos, subrayó.

No es fácil encontrar entre los exgobernadores -y podría decirse que buscarlo sería en vano- alguien que pudiera caminar entre la gente con la frente erguida, con las manos sin oscuras riquezas y los pies bien puestos en la tierra que lo vio nacer en 1931, agregó,

Antes había hablado su otro nieto, Javier Ocaña reviviendo pasajes y enseñanzas del abuelo.

Y es que Samuel Ocaña no fue un priista tradicional. De hecho su formación política comenzó en el Partido Popular Socialista, de Vicente Lombardo Toledano y su identificación con las causas populares le vino desde su origen en su pueblo natal, Arivechi; de sus estudios iniciales en el internado Cruz Gálvez y en escuelas públicas como el Instituto Politécnico Nacional que en aquellos años tenía una fuerte ascendencia de izquierda.

Su paso por la gubernatura, y en ello coinciden todos, estuvo marcado por un fuerte compromiso con la educación y la cultura: fue así que en su sexenio se crearon instituciones emblemáticas como El Colegio de Sonora, la Casa de la Cultura, Radio Sonora, Telemax y una larga lista de museos a lo largo y ancho del estado. Se le recuerda también porque en su gestión supo convencer a los directivos de Ford para instalar en Hermosillo la planta que sigue siendo, después de 40 años símbolo de eficiencia, calidad y productividad reconocida internacionalmente.

Su vida fue un mar de historias y cada uno de quienes lo conocieron tienen al menos un par de ellas para contar. Algunas fueron recordadas en el homenaje póstumo, reviviendo sentimientos encontrados de luto y celebración. La Orquesta Sinfónica del Estado le dio el aire triste al interpretar Sonora Querida, y la Banda de Guerra de la 4ta Zona Militar el aire marcial con sus redobles y vientos. Cuando entre ambas tocaron el Himno Nacional, y se montaron las guardias de honor, aquello fue lo más cercano a un funeral de Estado.

Posteriormente se le ofreció una misa en Catedral. Descanse en paz, don Samuel Ocaña García, el hombre que a sus 93 años jugaba con la sospecha de que era inmortal, y a quien su legado y obra mantendrán en la memoria de los sonorenses por muchísimo tiempo.