por Arturo Soto Munguía
Entramos, definitivamente en ese tramo de las campañas electorales en el que todas las narrativas adquieren un sesgo plebiscitario, especialmente si se trata de acciones, programas y proyectos de gobierno.
Todos, o al menos los más importantes serán incorporados a las arengas de los candidatos y candidatas, ya para ensalzarlos, ya para descalificarlos, dependiendo de la afinidad o la discrepancia con el gobierno que los lleve a cabo hoy o los llevó a cabo ayer.
Es el caso de la reubicación de las vías del ferrocarril en Nogales (en realidad se extiende a lo largo de varios kilómetros en aquella región) que hoy se encuentra en el centro de la discusión política (que como se sabe, en esta época está indisolublemente mezclada con el tema electoral), no tanto por su viabilidad o su utilidad pública y privada, sino por cuestiones relacionadas con la tramitología, la transparencia y/o el impacto medioambiental.
Conviene, sin embargo ir con cautela.
Con representar una cuantiosa inversión de más de siete mil millones de pesos, este proyecto es apenas uno más entre las obras que se están construyendo para consolidar el Plan Sonora de Energía Sostenible, que está llamado a resignificar la vocación económica del estado, insertándolo en el mercado global de las energías limpias, el nearshoring, las comunicaciones y el transporte de mercancías y pasajeros aprovechando la geolocalización estratégica de Sonora, con casi 600 kilómetros de frontera con Estados Unidos y más de 800 kilómetros de litoral que representa una salida a los puertos de San Diego y Los Ángeles, así como a los países de la Cuenca del Pacífico.
No es casual que en estos momentos se esté construyendo un gasoducto desde la zona de Pierman, en Texas, hasta Puerto Libertad en Sonora, donde ya se levanta una planta de licuefacción que procesará 2 mil 800 millones de pies cúbicos de gas natural para exportar a países de Asia, donde por cierto no se produce gas natural.
En este proyecto se están invirtiendo 13 mil millones de dólares, más de 220 mil millones de pesos, cifra que hace palidecer el costo del proyecto de reubicación de las vías y que triplica la inversión de Tesla en Nuevo León, que por cierto puede posponerse.
Ese gasoducto pasa por seis municipios en Chihuahua y diez en Sonora, con los que ya se concertó para acordar la remediación de eventuales impactos al medio ambiente, que seguramente los tendrá.
Esta inversión ciertamente es privada, aunque el Estado mexicano participa a través de la CFE, que proyecta tener una participación del 15% en un plazo de 15 años.
Pero el ejemplo sirve para dimensionar la integralidad del Plan Sonora de Energía Sostenible, que incluye otras obras en proceso, como la modernización del puerto de Guaymas, donde se invierten más de 3 mil millones de pesos, y la carretera Guaymas-Chihuahua, donde la inversión se acerca a los 10 mil millones de pesos.
Nadie medianamente enterado podría pensar que cualquiera de estas obras de gran calado podrían llevarse a cabo sin impactar el medio ambiente y eso justifica las protestas que se han dado, aunque extrañamente solo se registran en el caso de la reubicación de las vías del tren en Nogales, cuando por ejemplo en la carretera Guaymas-Chihuahua se están usando cientos de toneladas de dinamita para ‘volar’ cerros y montes que permitan ampliar la rúa y suavizar las pronunciadas curvas, pero o la oposición no se ha dado cuenta o la flora y la fauna de la región no es políticamente redituable.
Son, sin duda, los costos del progreso, y definitivamente el gobierno tiene que garantizar la remediación de esos impactos, algo a lo que por cierto se comprometió enfáticamente el gobernador Alfonso Durazo ayer cuando, a riesgo de que le saliera bocio, como ilustró coloquialmente la necesidad de no quedarse callado para explicar la relación costo-beneficio de todas estas obras, corrió el riesgo de bordar sobre el azaroso camino de la veda electoral.
Incluso citó, de manera aparentemente inopinada, lo que sucedió cuando se construyó el Vado del Río Sonora en Hermosillo, que permitió a la ciudad ganar cientos, si no es que miles de hectáreas para el desarrollo urbano a lo largo de varios kilómetros que van desde el vertedor de la presa Abelardo L. Rodríguez hasta la salida a la costa de Hermosillo, justo donde se edificaron los edificios de gobierno y hoy está convertida en una zona de alta plusvalía donde abundan los establecimientos comerciales, oficinas y una gran cantidad de zonas habitacionales, algunas de alta gama.
Digo que lo citó de manera aparentemente inopinada, porque ese proyecto lo llevó a cabo el entonces gobernador Manlio Fabio Beltrones, uno de los iniciales críticos acerbos de la relocalización de las vías del tren en Nogales, aunque hay que hacer notar que ya matizó su posición inicial, pues antier en su cuenta de Twitter sostuvo no estar en contra de ese proyecto pero sí a favor de que se transparente el uso de los recursos públicos, se presenten los documentos donde diga que no se afectará la zona arqueológica de Cocóspera y entre otras cosas, que no habrá contaminación auditiva.
Por su parte, el gobernador Durazo argumentó que habría sido un error no aprovechar los siete mil millones de pesos que el presidente López Obrador destinó para la relocalización de las vías en Nogales, sobre todo porque este proyecto permitirá dar salida a los miles de contenedores que llegarán a Guaymas una vez que el puerto se encuentre en condiciones de recibir esos volúmenes de carga con destino a Estados Unidos.
Como se sabe, actualmente las vías del tren ‘parten’ la ciudad de Nogales interrumpiendo el tránsito de un lado a otro de la ciudad durante varias horas al día, y eso que son solo 13 cruces de trenes diarios. Con los volúmenes de carga que llegarán a Guaymas y que tienen como destino al vecino país del norte, se necesitarían “30 horas al día” para cruzar los trenes, lo cual parece un despropósito aritmético, pero sirve para ilustrar el caos que se generaría en Nogales dentro de poco tiempo.
El gobernador explicó las ventajas que no solo en el nivel macro tendrá este proyecto en términos de desarrollo económico; también informó que ya se ha acordado con vecinos de las colonias afectadas en Nogales la compra de sus propiedades y su reubicación en mejores zonas urbanas, así como la transformación de la única parte ‘plana’ que tiene la ciudad, para construir ahí la infraestructura urbana que le cambiará el rostro a todo ese sector en alrededor de 18 hectáreas en el corazón de Nogales.
Vaya, el proyecto contempla la construcción de terminales ferroviarias en Nogales y en Ímuris, y la construcción de ciclovías y andadores para los devotos de San Francisco que cada 4 de octubre caminan hasta Magdalena por la orilla de la carretera, donde no han sido pocos los accidentes fatales.
Y pues allí están, los pros y los contras de este proyecto que, como dijimos inicialmente, ya entró en el toma y daca de las campañas electorales, donde casi siempre se contamina la conversación pública.
Lo cierto es que, si la memoria no me falla, buena parte de la narrativa de la oposición al gobierno de la 4Tdurnate los primero años del obradorismo gobernante era la ausencia de obras en el estado y la falta de presupuesto para construir infraestructura urbana y de desarrollo económico.
Hoy que se están invirtiendo cantidades nunca vistas en esos rubros y con proyección a corto, mediano y largo plazo, también se cuestionan.
Pero bueno, estamos en tiempos de campañas electorales y es normal que aparezcan estas discusiones.